El joven al encuentro con Jesús

(Para grupos de oración)

P. Antonio Viguri Ugarte  ocd

 

VII. CINCO TESTIMONIOS DE ORACION

Cuando hace unos años pedí a un grupo de jóvenes que me hablaran sobre su experiencia de oración, estos cinco no mc respondieron corno los demás ateniéndose a las preguntas, sino que me contaron su proceso de oración en un relato un poco largo pero estupendo que quiero publicar íntegramente.

Ana, que hoy es ya médico forense. Natalia, que ya está en prácticas después del MIR, Marije, que es profesora de filosofía, Rornán que es todo un biólogo y Viky que sigue estudiando. En lo que yo sé de ellos, puedo decir que siguen con su experiencia orante y los que pueden, siguen en el grupo de oración.

1. Ana. 23 años. Estudiaba Medicina:

“Antes de comenzar mi oración en grupo, yo era una más de los católicos que parecen demostrar con su comportamiento que Cristo murió y ya no vive más. Mis problemas me hundían. Mi estado de ánimo dependía del cariz de los acontecimientos. En mi escala de valores, mis estudios y yo, ocupábamos el primer lugar. Dios era sinónimo de religión, una realidad más. Paralela a otros asuntos de mi vida, pero suelta, no integrada en la vida de cada día. Así el resultado era una joven triste, desbordada por múltiples problemas, esclava de infinitos sucedáneos de la felicidad y al mismo tiempo cerrada en la satisfacción de sus triunfos: una joven a la que de poco le servía la religión.

Pero un día todo cambió. Yo puedo decir que la entrada en el grupo fue la responsable. Pero antes sucedió algo insólito. Sin duda fue la experiencia de Dios. Fue un maravilloso encuentro, tú a tú en el sacramento del Perdón. No era la primera vez que me confesaba, pero sí la primera vez que vivenciaba el infinito amor de Dios. Me sentí estrechada entre sus brazos. Sentí que El estaba enamorado de mí y que yo era única para El, tal como soy, con todos mis pecados.

Desde entonces empecé a mirar toda mi realidad con ojos nuevos. Dios con su amor, inundó todos los aspectos de mi vida diaria. La religión pasó a ser algo que informaba todas mis decisiones. Ahora mis problemas siguen existiendo, pero adquieren el sentido de ser voluntad de Dios. Mi Creador no puede querer nada malo para mí. Por eso siempre le doy gracias.

Ahora soy libre, y cuando vuelvo a esclavizarme, tengo a Cristo para liberarme. Ahora descubro maravillas en los que me rodean, yo he dejado de ser tan importante. Ahora pocas veces estoy triste, soy una joven en la que Jesucristo forma parte activa en su vida. El está presente en cada momento, en cada decisión, en cada problema. Así todo pesa menos. El yugo es más ligero.

Mi oración la inicié ya desde pequeñita, al estar en una familia y recibir una educación cristiana. En mi historia ha habido muchos momentos importantes, pero sin duda el último que me ayudó a sufrir la más auténtica conversión, ha sido la experiencia antes citada.

Mi nueva forma de orar nació entonces. Nació como un diálogo cariñoso y tierno, y al mismo tiempo de agradecimiento hacia Ese que tanto me perdonó.

Para mí desde entonces la oración fue un diálogo fluido, amistoso entre El y yo. Muchas veces al día me sorprendo a mí misma dándole gracias, alabándole por las cosas más pequeñas que encuentro en mi camino.

Como si de un amigo se tratara, tengo todos los días una cita con El. Es cuando El me habla y yo le escucho más largamente. Para mí la oración es un diálogo entre amigos, un dejarte empapar por El en el silencio, una cita con quien no falla nunca. Pero es algo más. Una forma de hacer presente de manera libre a Dios, en todos mis asuntos, grandes o pequeños.

* Dificultades:

— Oración personal: las más importantes son las que nacen de mi interior. Se pueden denominar pecado. Destacaría: falta de fe y confianza, no aceptar la voluntad de Dios.

Las dificultades que nacen del mundo también pesan, sobre todo en determinados momentos: la propaganda, el confort, el placer, el triunfo...

— Oración de grupo: El hecho de reunirme con otros jóvenes para rezar, compartir las dificultades en la oración personal, poner en común todos los problemas, las vivencias.., me ayuda a superar todas las dificultades para orar. No encuentro dificultades en el grupo de oración.

Para mí los medios para que mi oración sea fuerte, son sin duda dos: El sacramento del Perdón o de la alegría, porque las fuerzas para empezar de nuevo son un auténtico gozo, y por otra parte, el hecho de orar con otros me ayuda a tener una oración fuerte.

* A qué me compromete:

A muchas cosas, pero a una fundamental: a amar.

Creo que es importante que una joven católica se muestre como imagen de Cristo. Un Cristo gozoso, dispuesto a todo por los demás. Pienso que la oración me compromete a una sola cosa, pero que a su vez se despliega en infinitos objetivos. Me compromete a ser una joven testigo de Jesús vivo entre los que me rodean (amistades, familia, pareja...) y eso se concreta en ser portadora de amor, de esperanza, de gozo... allí donde me encuentre, pase buenos o malos momentos. Sólo así la gente que me rodea se dará cuenta de que Cristo vive y de que merece la pena seguirle.

* Cómo ayuda a mis relaciones.

Sin Cristo y sin la oración, las relaciones con mi pareja no existirían. Cuando existen infinitos obstáculos, cuando me siento herida, cuando tengo que olvidarme de mí misma... sólo la oración con Cristo me ayuda a seguir adelante.

Cuando hacemos oración “en pareja”, el amor que nos une se hace mayor, porque hablarnos con la sinceridad con que se habla con el Creador. Nos sirve para conocernos más y mejor. Nos ayuda a hacer delante de Cristo esa amistad-amor que nos liga”.

2. Natalia. 20 años. Estudiaba Medicina

“En primer lugar creo que hay que distinguir la oración tal como nos la enseñaban cuando éramos pequeños. “Padre Nuestro”, “Ave María” y otras por el estilo, ya que esto lo vivo desde que era pequeña.

Esa otra oración personal, la inicié hace dos años. Empecé de manera espontánea y muy de vez en cuando. Cuando oraba sola algunas noches, notaba que aquello no me llenaba.

Se había formado un grupo de oración, y por probar un poco me metí en él. Poco a poco me fui metiendo más. Conocí a gente con mis mismos problemas y que me ayudó a vivir mis compromisos y a profundizar en la fe.

Como en todo, también en esto he encontrado dificultades, porque a veces me desaliento pensando que no tiene sentido el hacer oración, que son tonterías que yo me invento, que no sirve para nada... Menos mal que el grupo me sigue ayudando y con él no tengo dificultades.

La oración es algo especial para mí. Es una comunicación de tú a tú con Cristo, corno dos amigos. Es poder darle gracias, pedirle aquello que más necesitas con la total confianza de que El sabe qué es lo que necesitarnos, que nos dará lo que más nos convenga, aunque a veces nos cueste entender que las cosas son corno son, que suceden para nuestro bien, sobre todo cuando le pedirnos algo y nos da totalmente lo contrario. Pero si confiarnos en El, debernos aceptarlo así, de la misma manera que, cuando le pedimos perdón, sabemos que El nos perdona, que siempre está dispuesto a perdonamos, que sólo espera a que se lo pidamos.

Creo que el mejor medio para que la oración sea fuerte, es la misma oración. Por eso debemos orar aunque a veces no tengamos ganas ni sintamos nada. También nos puede ayudar el orar con otra persona, pues su emoción al orar, poco a poco nos irá contagiando.

La oración es un compromiso de libertad, de amor, de perseverancia, de no desánimo, de aguantar, de confiar... en una palabra, de acercarnos a Dios con la misma confianza con que lo hacía Cristo”.

3. Roman. 25 años. Biologo. Estaba en la mili

“Inicié mi oración hace año y medio (en plan más serio) al comenzar a formar parte de un grupo de oración.

Antes, mi trato con Dios era más superficial y lo consideraba más lejano. Mi idea de la vida cristiana era la de algo menos alegre, más rígida y aburrida.

Entre las dificultades que encuentro en mi vida de oración, las más importantes son la pereza en épocas de “sequía” (cuando no siento nada) y la falta de tiempo (cuando sólo me ocupo de mí mismo).

Para mí la oración es hablar con Dios, donde se le trata como un amigo. Le pides, le agradeces y le comunicas a El tus inquietudes.

Si dejo los sacramentos disminuye la oración, y si los recibo, se refuerza.

La oración en grupo me ayuda a realizar la personal y también al revés. Me compromete a llevar tina vida más acorde con el Evangelio, porque te lleva a querer a Jesús y a tomarlo como modelo, a dejarte irradiar por el Espíritu Santo y saber que Jesús actúa a través de ti”. (6)

(6) “Como toe conoces creo que puedes completar o matizar lo que quiero decir. Ya sabes cómo pienso”. Eso me escribía Román al final de su testimonio desde la Mili. Nada más Román. Que sigas tan majo como siempre.

4. Marije. 22 años. Estudiaba Filosofía.

Antes de conocer el grupo, mi vida era normal. Desde muy pequeñita recuerdo que me gustaban “las cosas de Dios”. Era para mí un mundo misterioso que me intrigaba y me inquietaba. Siempre me he sentido atraída hacia ese “campo”.

A los catorce años pasé una crisis, ya que por diferentes circunstancias, me separé de la cuadrilla con la que estaba saliendo. Dos de las amigas que se separaron conmigo conocieron un grupo de oración y me invitaron a ir. Así comencé a ir a un grupo.

Era una forma nueva de orar que yo desconocía. No se limitaban a rezar oraciones aprendidas de memoria, sino que oraban a Dios espontáneamente. Me impactó bastante y pronto descubrí que podía ser muy interesante para mi vida espiritual.

Aprendí a orar con sencillez y tener una relación más cercana y directa con Dios. Por otra parte, la relación de las personas que allí se reunían me hizo llegar a apoyarme en ellas y que ellas se apoyaran en mí. Nos preocupábamos unos de otros. En una palabra, que no nos éramos indiferentes. Se había formado un grupo heterogéneo que buscaba a Dios con sencillez de corazón y humildad, sin proselitismos ni protagonismos.

Cada semana esperaba que llegara el día de la oración para encontrarme con el Señor y con esas personas. Era un rato muy agradable que me ayudaba a mirarme en mi interior, a dejar los ruidos de fuera y a meterme en mí misma, para hacer silencio y poder hablar con Jesús, pedirle perdón por mis faltas y las de mis hermanos, darle gracias por todos los bienes que nos concede, alabarle por su grandeza y su poder y presentarle finalmente nuestras necesidades.

Más tarde comenzaron a hablar de la importancia de la oración personal y me di cuenta de la necesidad que tenía de comunicarme con Dios unos minutos cada día. Luego esa necesidad se fue haciendo mayor y fui ampliando mi rato de oración. Seguía el mismo esquema que se seguía en la oración comunitaria, pero adaptado a mi situación personal. Cuando no sabía qué contarle al Señor, leía un fragmento de su Palabra y la meditaba. He experimentado que su Palabra me da vida y que es eterna Es así como inicié mi oración tanto en grupo como personal. Encontré en el grupo algo que nunca había visto fuera:

* Personas que se reunían exclusivamente para orar y compartir la oración con todos.

* Esas personas se apoyaban humanamente y me ayudaban a hacer fructífera mi vida espiritual, a no dejarla vacía y seca. Me ayudaron a madurar.

Me enseñaron a leer la Biblia, a considerarla como lo que es: Palabra de Dios, y a entender lo que Dios me decía a través de ella. Que no estaba escrita para unos señores que vivieron hace miles de años, sino que era para mí también.

* Me enseñaron a rezar con los salmos y a meditar su Palabra.

* Me ayudaron a vivir los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía, no como una obligación rutinaria, sino como la gran oportunidad de encontrarme con Jesús y de tener una relación más estrecha con El.

* Me enseñaron a conocer al Espíritu Santo y a valorar su presencia en la vida del cristiano.

* Me enseñaron a considerar a María como la gran intercesora y compañera de viaje.

* Me enseñaron a amar a la Iglesia y a tomar conciencia de que yo también soy Iglesia.

* Me enseñaron a compartir la fe y a dar testimonio de ella.

¿Qué es la oración para mí?

La oración para mí es un medio imprescindible para comunicarme con Dios. Es una oportunidad que tengo para hablarle y escucharle, de ponerme en sus manos para que haga de mí lo que quiera. Es una forma de estar abierta y disponible para que El haga lo que quiera en mi vida. Es una manera de continuar mi amistad con un amigo que conoce lo más íntimo de mi ser, que me ama, que es fiel, que me escucha y quiere lo mejor para mí (aunque en ocasiones a mí no me lo parezca).

La oración me ha ayudado a tener presente a Dios en cada situación. A contar con El en cualquier cosa que vaya a decir o a hacer. La oración se ha hecho parte de mí. Supongo que la oración debe pasar de ser un rato al día dedicado al Señor, a ser una actitud de vida.

La oración es un buen camino para dar sentido a tu vida ya que te lleva a comprometerte y a luchar por un ideal. Ves las cosas de modo diferente, con más tranquilidad, con más confianza, porque sabes que El todo lo puede y que con El todo tiene solución. Los proble mas son más pequeños y más llevaderos.

Doy gracias a Dios por haberme concedido el don de la fe y el de la oración y por haberse hecho imprescindible en mi vida. Si El me faltara, no sería feliz ni tendría paz.

Medios para ayudar a que mi oración personal sea fuerte:

* Confesión frecuente.

* Eucaristía diaria.

* La Palabra de Dios.

* La oración de mis hermanos (saber que no estoy sola, que hay personas que también oran, que me apoyan y que se pueden apoyar en mí).

* Mi fe en Dios. Que en momentos de oscuridad me puedo apoyar en ella.

* Libros de espiritualidad que me ayudan a reflexionar con sus ideas y métodos.

* El ejemplo de personas que dan testimonio con su vida.

¿A qué me compromete?

* A ser testigo de Jesús con la gente que me rodea, a anunciarlo con mi vida, a ser coherente con lo que digo y lo que hago (aunque muchas veces no lo logre por vergüenza, miedo o reparo).

* A estar disponible para ser un instrumento suyo, para que El pueda actuar a través de mí.

* A recibir los sacramentos con más frecuencia para una relación más estrecha con El.

* A ayudar a las personas, a no juzgarlas, a aceptar- las tal y corno son (aunque a veces me resulta muy difícil y caigo en la critica).

* A estar alegre y a llevar alegría, consuelo y paz a los demás.

* A mirarme menos a mí misma y a mis problemas y a preocuparme más de los que me rodean.

Dificultades para mi oración.

—personal.

* Falta de organización para distribuir mi tiempo y dedicarle más rato a Jesús. La pereza para ponerme a orar. La falta de voluntad.

* Otros pecados como la tristeza, la apatía, el olvido de lo que Dios ha hecho en mí. Algún roce con alguna persona...

— de grupo.

* Los respetos humanos. El “qué pensaran...”.

* Las barreras entre unas personas y otras, que llega a crear tensiones.

* La falta de interés o atención en los que inician el grupo, sus risitas y murmullos. Que haya desorden y no se respeten los silencios...

* El cansancio, la desilusión

5. Viky. 23 años. Estudiaba Pedagogía

Cuando pienso en mi vida antes de conocer el maravilloso regalo de Dios, que es la oración, me doy cuenta  de que mi vida era muy corriente, que no tenía nada de particular. La gente que me rodeaba llevaba la misma vida que yo, no era original viviendo. Los días eran todos iguales: monótonos, aburridos... Sólo me parecían bonitos aquellos días en que había algo especial: una fiesta, una excursión, una reunión familiar, etc. Solo me sentía alegre, dinámica y activa esos días, los demás eran muy rutinarios.

La religión para mí era una cosa inútil. Solo para sacerdotes y monjas. La Eucaristía, la confesión, la oración... no tenían sentido. Pensaba que todo eso era una pérdida de tiempo. Además, aquellas personas que decían ser creyentes, que hablaban del amor de Dios y de la obligación de amarnos los unos a los otros, eran personas que cometían muchos fallos. Eran tan egoístas, tan perezosas, tan poco serviciales como yo. Pero yo pensaba: “por lo menos yo no predico una cosa y hago otra...”.

Un día, estando en el colegio vino una monja y nos invitó a ir a unas convivencias. Yo como de costumbre me negué y ante mi negativa, la monja envió a mis compañeras a ver si me convencían. Como era muy amiga de una y no quería enfadarla, fui.

El primer día se me hizo eterno. El segundo sólo pensaba en volver cuanto antes a casa. Pero el mismo día tuvimos una charla con un padre benedictino, y aquella conferencia me dejó impresionada. La mirada de aquel hombre no era humana, aquel hombre estaba lleno de Dios.

Fue en aquel momento cuando pensé que el Dios cristiano podía existir de verdad. Cuando regresé al colegio, sentí que algo había cambiado en mi vida. Escribí al padre benedictino para que me hablara de Dios. Y le sigo escribiendo desde entonces.

En el colegio había un grupo de oración. Me acogieron con cariño y me ofrecieron su ayuda. Mi vida ya tenía algo nuevo: la oración de los viernes.

Sin darme yo apenas cuenta, los viernes se habían convertido en una fiesta para mí, porque durante todo el día pensaba en la reunión que íbamos a tener a la noche y me encontraba alegre y contenta.

Hoy han pasado siete años desde aquel primer encuentro con Dios y puedo asegurar que no soy la misma de antes, mi vida ha pegado un gran cambio. No necesito esperar un motivo exterior para estar alegre, porque la fiesta no nos la da la gente que nos rodea, sino que somos nosotros mismos con la ayuda de Dios quienes hacemos que hoy, mañana y pasado sean días de fiesta.

La oración es vivir con Jesús, es tener un amigo que me conoce mejor que yo mismo, porque es El quien me ha creado tal y como soy. La oración es por tanto, decirle a Dios que me alegro de ser como soy, que me acepto con todos mis defectos y virtudes, porque yo soy obra suya y El me quiere así.

La oración es decirle a Dios que confío plenamente en El. Es decirle que no creo en las casualidades. Es creer que toda mi vida, que todo lo que me sucede, es porque El permite que así sea.

La oración es decirle que quiero vivir con El y que El viva conmigo. Es expresarle el deseo de que su vida y mi vida sean una sola vida.

La oración es lo que me implica a decir con María “Señor, hágase en mí tu voluntad”. Es decirle a Dios que me pongo en sus manos con la misma confianza con la que un niño se echa en brazos de su padre.

La oración es una pequeña chispa que un día saltó en mi vida y que poco a poco se ha ido haciendo hoguera, hasta quemar todos y cada uno de los rincones de mi corazón.

Hacer oración es decir “gracias, Señor, porque me amas. Gracias porque a pesar de mis infidelidades, Tú nunca me fallas”.

La oración que hago ahora es muy distinta a la que hacía al principio. Entonces todo consistía en pedir cosas a Dios. Hoy sin embargo, mi oración es alabanza, agradecimiento. Es ofrecimiento de toda mi persona.

La oración es bonita, pero hacerla no resulta siempre fácil. A veces uno tiene la impresión de estar hablando a la pared, de estar divagando sin que nadie te escuche.

Personalmente corro el peligro de divagar, de soñar. Sin yo quererlo, pongo la imaginación en marcha y me dedico a soñar... Un método que me parece bueno, es utilizar la Biblia. Partir de un salmo, o de un pasaje del evangelio y reflexionar sobre el sentido de esas palabras en el momento actual de mi vida. También cuando corro el riesgo de soñar, comienzo a interceder por otras personas.

Una cosa muy importante para que mi oración sea un encuentro con Dios, es la confesión. No como rutina de soltar los pecados, sino como encuentro libertador, sanación de mi mente, curación de las heridas de mi corazón e iluminación del Espíritu que vive en mí.

La oración personal, exige mucha paciencia, constancia para fortalecerla, y hacer de vez en cuando oración en grupo. Orar en grupo, es juntarse con los amigos delante de Dios, para ofrecerle nuestra vida personal y de grupo. Cada vez que dejamos de acudir al grupo por pereza o porque estamos desanimados, actuamos muy tontamente, porque sabemos de sobra que después de hacer oración en grupo, nos encontramos mucho mejor. Nunca se sale del grupo lo mismo que se ha entrado. Siempre se experimenta un cambio. Durante la oración en grupo, Dios remueve y renueva nuestro corazón. El siempre cura las heridas y los cansancios.

La Eucaristía vivida con los amigos o unos días de retiro, son también momentos fuertes que dan vida a un grupo.

Pertenecer a un grupo de oración, es compartir con otras personas algo tan íntimo como mi experiencia de vida con Cristo. Es celebrar con más gente la presencia de Dios en mi vida. Es reconocer delante de mis amigos a Dios como único Señor de mi vida.

Hacer oración es comprometerse a llevar una vida diferente, una vida original. Me compromete a vivir según el plan de vida que Dios tiene para mí. Me compromete a tener una escala de valores donde El sea lo más importante para mí y desde El los demás.

Orar es vivir en alegría y procurar comunicar esa alegría. Orar es tener paciencia con los demás, es aceptar a las personas como son, no intentar cambiarlas, sino quererlas como son.

La oración me compromete en los estudios, en la familia, en la amistad... en toda mi vida.

La oración es una aventura que cambia tu vida. Orar es renacer a la vida, es aprender a vivir con alegría, en paz y en sencillez. Es vivir en Cristo”.

* * *

Como podemos observar, todos los testimonios tienen muchas cosas en común, pero sobre todo dos. La primera, es que han descubierto al Dios-amor en sus vidas y ya sólo pueden vivir para amar, aunque a veces la debilidad humana les impida hacerlo. La segunda, es la alegría que sienten.

Estas dos constantes son las que unen a todos los auténticos hijos de Dios. El es amor, y nos creó para amar.

Todo el mensaje de Jesús en su evangelio es un mensaje de Dios-amor y una invitación a vivir ese amor entre nosotros. Su último consejo fue “Amaros los unos a los otros como yo os he amado”,(7.Cfr Jn 13,34) pero antes nos había dicho que sin El no podíamos nada. Necesitamos de El, de su trato en la oración, de su fuerza en los sacramentos para vivir en su AMOR.

 

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Editado para Internet por  Caminando con Jesús

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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