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El joven al
encuentro con Jesús (Para grupos de
oración) P. Antonio Viguri
Ugarte ocd |
3. PIEDRAS EN EL CAMINO El caminar de un
grupo está lleno de dificultades. Todo componente humano lleva en sí mismo
una carga de problemas. Los jóvenes van llegando al grupo con expectación, con
dudas, a ver qué pasa, con ilusión, a llenar huecos buscando a otras
personas, buscando más a Dios. Cada uno llega
con su problema guardadito en su corazón, con sus intimidades infranqueables.
Con sus miedos. Con “eso” que creen que sólo les pasa a ellos. Proceden de
diferentes familias, capas sociales, ambientes políticos diferenciados, más o
menos cultura general y religiosa. Te encuentras en el grupo con un
universitario y con un obrero. A sus quince años
hablan más con sus ojos y su rostro que con sus palabras, y se lee en ellos
sufrimiento, pena, timidez, miedo, duda... En este capítulo
seguirán los mismos jóvenes y el mismo orden que en el segundo desgranando
sus dificultades. Dificultades que con un tratamiento y con el tiempo y la
experiencia fuerte de Dios van desapareciendo. Son problemas normales y que
no tienen que asustar a ningún monitor. El grupo de
oración es como trabajar en un campo, que lo hemos encontrado lleno de
malezas y hierbas malas, que vamos arrancando hasta poder plantar una rica
semilla que se convierte en ricos frutos. “Creo que hace falta sinceridad y confianza. Son un gran obstáculo a
la hora de poner en común lo que hemos sentido en la oración. La puntualidad
también afecta al grupo, porque descentra cuando hemos empezado. También
están los celos y envidias que todo tenemos y que a veces no podemos
controlar. Muchas veces olvidamos que el centro es Dios y ponemos a otra
persona. Cada uno viene buscando una cosa y no tenemos una unidad que nos
falta como grupo “. Mado. Por supuesto que
al principio hay en todo grupo una desconfianza innata de la que nace esa
media verdad en la que se vive. Pero es muy bonito el constatar cómo, cuando
se van produciendo encuentros con Jesús, va naciendo el encuentro confiado
con los demás. Uno de los
peligros que puede haber en la marcha de un grupo es que el monitor fuerce
esa confianza, o incluso use técnicas para hacer crecer la confianza. Pienso
que lo más práctico es dejar que Jesús vaya haciendo su obra. A veces por
tener prisa, se puede dejar gente herida en el camino. Esta joven apunta
el problema de la puntualidad. Es algo que hay que tomar muy en serio desde
el principio. Molesta mucho el que se inicie la oración y siga llegando
gente. Es curioso, pero
para coger el tren o ir al cine o llegar a clase, suele haber más
puntualidad. Hay que mentalizarse que la puntualidad es un respeto a Jesús y
a los demás. Desde luego a
Mago no le falta sinceridad. Toca un punto que duele mucho a los jóvenes: los
celos y la envidia. Sencillamente porque no nos centramos en Jesús. Es trabajo del
monitor con la ayuda de Jesús, el ir descubriendo estas debilidades, no
darles más importancia que la que tienen y animar a los jóvenes a que se
vayan olvidando de sí mismos y centrándose en el Señor. “Que a veces hay gente que no se lo toma en serio y eso hace que te
desconcentres y no pongas atención a lo que es la oración en sí. Además hay
semanas en que sólo hago oración cuando estoy con el grupo y eso hace que no
sea demasiado intensa una hora de oración”. Nieves. Se plantean dos
problemas muy interesantes. El primero es el problema de la falta de
seriedad. Y aquí entra en juego el monitor, que tiene que ser muy
comprensivo, pero muy serio. Es normal que al
principio haya jóvenes que el silencio o la alabanza, que nunca han
practicado ni oído, les cause risa y sorpresa. No importa. Pero está el
clásico que va buscando llamar la atención. El mejor camino es invitarle a
solas a un cambio de actitud o decirle que ése no es su grupo. Se les da un
margen de confianza y si no responden se Les puede invitar cariñosamente a
que no vuelvan. Puedo decir en mi
experiencia, que nunca he tenido que despachar a nadie de un grupo. Pero sí
que tras un par de semanas han dejado de acudir a la reunión, lo cual ha sido
agradecido por el grupo. Y el otro
problema que apunta Nieves es vital. Hay que inculcar a los jóvenes que deben
hacer oración personal todos los días. Y enseñarles a hacerla. Puede ser
leyendo la Biblia y pensando un poco. Hablando a Jesús de sus cosas... Hay jóvenes que
ya hacen su media hora o su cuarto de hora diarios. A esos jóvenes se les
nota cuando se reúnen en el grupo. La oración de grupo les ayuda a la
personal y viceversa. Hace dos años
iniciamos en Calahorra una campaña con los pequeños, para que al menos
hicieran cada día cinco minutos de oración. Claro que no es fácil que los
hagan, pero a fuerza de insistir, cada vez mayor número de jóvenes hacen su
oración personal y no la pueden dejar. “Creo que en grupo estamos un poco separados. Cada uno está con su
grupo de amigos y pasa de los demás. No estamos realmente unidos.” Luisa. “La principal y básica, es que se forman semigrupos,
lo cual crea fronteras, que acaban siendo recelos y éstos si no se vencen,
llevan a una crisis interna “. José Antonio. Es el problema
clásico de todo grupo. Hay que diferenciar el grupo de oración y el grupo de
amigos con los que salgo los fines de semana. En el grupo hay que luchar por
ser todos uno. En cuanto salimos de la oración, cada uno que sea libre en sus
actuaciones y en sus compañías. El grupo de oración no obliga a que los que
hemos estado haciendo oración tengamos que seguir juntos todo el fin de
semana. Hay que llegar y se llega a que durante el rato de oración nadie sabe
quién es amigo de quién. En la oración todos somos hermanos y todos tenemos
que tender a ser amigos. He vivido la
bonita experiencia de grupos en que había parejas de novios, y cuando llegaba
alguien nuevo, ni se daba cuenta de que eran pareja, porque cuando entraban
en la oración en grupo, se olvidaban el uno del otro, para ser uno con los
demás. Esto, claro, lleva tiempo. Las fronteras que
comenta José Antonio, se van destruyendo según va pasando el tiempo y cuando
cada componente se va centrando en Jesús. Los monitores no deben alarmarse
por este problema. Es normal en casi todos los grupos cuyos componentes no se
conocían de antes. Volvemos a insistir que se trata de un proceso más o menos
lento. “Creo que a veces el problema, aunque nos cuesta reconocerlo, somos
nosotros mismos, o mejor nuestros egoísmos, nuestros juicios acerca de los
demás, nuestros rencores. El centro de todo grupo de oración, siga el método
que siga, ha de ser Jesús vivo, pero no tú ni yo, ni un sacerdote, ni el
animador. Nunca comprenderemos esto, hasta que no aceptemos que somos
miembros del cuerpo místico de Cristo”. Mamen. Es muy frecuente
que en los comienzos haya gente que tenga por norma decir: “Hoy no ha salido
bien el grupo. Este grupo no funciona”..., etc. Y no se dan cuenta, que el
grupo está siendo juzgado de acuerdo con el “color del cristal con que se
mira”. Somos nosotros mismos el problema. Comenzamos a enjuiciar a los demás.
Sacamos defectos. Juzgamos al que participa y pensamos que dice lo que no
siente. Y juzgamos al que no participa porque pensamos que está “pasando” del
grupo. Y la solución la
da esta joven. El centro del grupo ha de ser Jesús vivo. Que los que estamos
en el grupo somos caminantes pecadores que vamos a su encuentro. Y que todos
tenemos defectos semejantes, que debemos presentarlos al Señor. “En un principio, el no encontrar sentido a esa oración. El no
entenderla bien. También la timidez y no participar mucho en la oración
compartida, debido a la causa anteriormente nombrada y a la falta de
constancia “. Silvia. Hay que tener
paciencia. Lo normal es no entender bien la oración y sus diversos momentos.
Si eso se vive desde la timidez y no se espera, nace la poca constancia. La escuela de
oración es un buen momento para dar pistas sobre la oración y animar a los jóvenes
a que tengan paciencia consigo mismo. Personalmente
creo que hay que avisar a los jóvenes, que al menos durante siete semanas
tengan paciencia y sepan esperar. Cuando un joven descubre la oración,
desaparece la inconstancia. La timidez es un
problema, que con el tiempo y la comprensión de uno mismo y de los demás, va
desapareciendo. Salir de nosotros mismos y centrarnos en Jesús, es el mejor
medio para que vaya desapareciendo. “Pues que a veces nos juntábamos tres o cuatro personas y como no
había gente, se me quitaban las ganas de ir. A veces por la pereza de
levantarme para ir y otras veces dejándome llevar por otras amigas que me
quitaban el camino de la oración. También con la llegada del verano me
alejaba por completo de la oración “. Rosa María. “En general ninguna, aunque me he enfadado cuando yo preparaba la
oración y ese domingo no acudía gente al grupo. Pero Jesús me ha ayudado,
cuando a veces ha habido gente para preparar la oración y si la he tenido que
preparar yo, la preparase con ilusión y como si no hubiera pasado nada “.
Lourdes. Estas dos jóvenes
apuntan el mismo problema. El número de los asistentes. Cuando se inician los
grupos, o cuando por diversas causas gente del grupo se desplaza a otros
lugares, o por gente que lo deja, puede llegar el desánimo a los que van al
grupo y se encuentran con poca gente. Hay que
mentalizar, primero a los monitores para que no se desanimen, y luego a los
jóvenes para que sepan que bastan dos personas para hacer grupo. Sobre esto, tengo
una experiencia interesante. En un grupo de Calahorra, se fueron marchando a
estudiar fuera algunos componentes y otros lo fueron dejando, porque el grupo
no había nacido con garantías. Durante un año acudían al grupo a veces cuatro
personas, a veces tres, incluso algunas veces acudía uno solo. Pero nunca
dejamos de hacer oración, el mismo día y a la misma hora. Cuando venía uno
solo, aprovechábamos para vivir el sacramento de la Reconciliación. Fue una
experiencia gozosa y dolorosa. Al final el grupo
no se deshizo. Hubo acoplamiento con otro grupo más joven y hoy es el grupo
con más vida y futuro, pues llevan ya muchos años, y son todos mayores de
edad. Cuando fallan una
semana, jamás se nos debe ocurrir el pedir cuentas de por qué no vinieron. Ya
lo dirán ellos y si no, pues no pasa nada... El grupo de oración es para
jóvenes libres. “En el grupo de oración no he tenido dificultades graves, porque
todos los componentes, aunque no opinamos siempre igual, sabemos
comprendernos de una manera u otra, aceptando las diversas ideologías,
siempre que vayan por el buen camino. Intentamos apoyarnos unos a otros. Tal
vez, lo que falta a veces es la constancia y en eso yo también fallo. En
ocasiones por pereza, por falta de organización o por otras razones,
relegamos la oración a un segundo plano. Nos dejamos llevar por los demás.
Así es frecuente la expresión: “Si mi amigo no va, yo tampoco”. Nos falta esa
fuerza interior que nos ayude a superar esas dificultades. Todo esto hace que
los asistentes al grupo sean a veces pocos. No obstante, no tarda en aparecer
en nosotros esa necesidad de acudir al grupo de oración, volviendo así de
nuevo a la normalidad”. Raquel. Entresaco del
testimonio de Raquel dos puntos a tener en cuenta. Primero el problema de las
ideologías. En un grupo de oración nos juntamos para orar al Señor y
encontrarnos con El, pero no para discutir la ideología de los demás. Tanto en jóvenes
como en mayores, a nadie hay que pedirle el carnet de identidad y lo que
piensan ideológicamente. Gracias a Dios hay mucho respeto. Normalmente,
aunque se conciencian en sus deberes políticos, no suelen discutir sobre
partidos concretos. Quizá porque están un poco desilusionados por promesas
que no se cumplen. La organización
es esencial. Al iniciar el grupo hay que poner el día y la hora, y no
cambiarla por nada. Cuando se cambian continuamente los días y los horarios a
conveniencia de algunos, se termina por desorientar al grupo. “Las personas que pertenecían al grupo, llevaban mucho tiempo, eran
más expertos que yo. Eso te da miedo y te reservas alguna cosa por el siempre
presente “qué dirán “. María José. Cuando un joven
llega a un grupo por primera vez y en ese grupo la gente lleva bien la
oración, le nace como un complejo. Es muy importante que cuando llega una
persona nueva, se le anime a que tenga paciencia. Hay que decirle que los
demás estaban igual el primer día que se integraron en el grupo, que no importa,
que ya llegará el momento. Que esté atento y que espere. Es muy positivo que
en un momento de la oración, sobre todo en la intercesión, se ore por esa
persona que ha llegado. “Desde hace siete años no he encontrado ninguna dificultad. Tal vez
mi mayor dificultad es la timidez porque me gustaría decir algo que siento,
pero no puedo. De todos modos tampoco le doy mucha importancia. Si no es
hablando, se puede transmitir de otras maneras el amor que Dios nos tiene “.
María Eugenia. Estupenda la
reflexión de esta joven. No importa el medio para transmitir el amor que Dios
nos tiene. Conozco a esta joven y siempre lleva en su rostro una sonrisa
abierta. Hay que animar a
los jóvenes a que no se apuren cuando les gustaría hablar y no pueden. Lo
importante es compartir como sea; unas veces hablando, otras desde el
silencio, metidos en la marcha del grupo y siempre centrados en Jesús. Los tímidos
suelen sufrir en el grupo, por eso hay que animarles a que no den importancia
a su timidez. Como se aceptan como María Eugenia, la timidez desaparece
antes. “Las dificultades surgieron en momentos de crisis personal en las
que yo era incapaz de comunicarme desde dentro, incapaz de romper mi silencio
“. Pili. “En un principio me costó asistir asiduamente, no por cuestiones de
tiempo, sino por creer que mi experiencia pudiera ser lo suficientemente
consistente para ello y por no sentirme muy segura de que era eso lo que yo
necesitaba en mi vida, pero en poco tiempo empecé a acudir todas las semanas.
Incluso me encontraba tan a gusto que deseaba que llegara el tiempo de
reunión. Ahora hace dos años que formo parte del grupo. En realidad soy de
las personas que lo fundó. A lo largo de estos dos años he tenido muchos
momentos de crisis, deseando que se acabase pronto, mirando el reloj y sin
llegar a integrarme plenamente en la oración. Ha habido momentos en que he
pensado dejarlo por algún tiempo, pero no he sido capaz. Me he dado cuenta de
que poco a poco el grupo me ha ido absorbiendo y es un trocito más de mí, sin
poder pasar de él”. Ana Mercedes. Benditas crisis.
Es lo mejor que le puede pasar a un joven en el grupo de oración. La crisis
superada es un paso de gigante para el encuentro con el Señor y con los
demás. Lo importante en
esos momentos es no dejar el grupo por nada. Las crisis pueden llegar, por
empezar a no sentir aquellos sentimientos del principio. También, porque el
Señor empieza a pedir más exigencia y hay como un rechazo a salir “de mi
casa” para ir hacia El. El monitor tiene
que estar atento a estas crisis y animarles a que pasarán y convencerles,
aunque cuesta mucho, que es algo positivo. “Hace dos años aproximadamente entré en el grupo y siempre me he
sentido muy acogida y poco a poco se han ido creando lazos muy fuertes de
amistad. En los momentos de rechazo o de duda, siempre les he tenido a mi
lado “. Natalia. “Hace tres años empecé. Tuve dificultades de no conocer a nadie,
pero poco a poco me voy integrando en el grupo “. Francisco. “Llevo cinco años aproximadamente. Las dificultades han sido con
unas chicas que no me llevaba muy bien”. Laura. “Hace seis años que me inicié en los grupos. Las dificultades pueden
venir por falta de conocimientos, por el numeroso grupo de gente que íbamos a
la expectativa, el poco conocimiento quizá de las señoras que llevaban el
grupo. Pero a parte de estas dificultades en el inicio del grupo, conforme
hemos ido entrando en la oración, el único problema es el de la inestabilidad
de la gente hasta el momento “. Marta. Una de las
dificultades frecuentes en los grupos, y que cuesta a veces años en corregir,
es la estabilidad. Por diferentes causas, unos vienen y otros van. Pero el
grupo funcionará si hay un núcleo de cuatro personas que se lo toman más en
serio, y que de no estar enfermos o por un viaje, jamás dejan de acudir al
grupo. Otras
dificultades como integración, falta de comprensión con algunas personas del
grupo, inmadurez de otras, se van superando con la paulatina integración en
lo que es oración de todos los miembros del grupo. “La inicié en grupo hace seis años y he tenido dificultades porque
al segundo o tercer año, tuve una crisis en la que comencé a no creer o creer
muy poco. Lo dejé por algún tiempo, pero a raíz de unas convivencias todo
volvió a nacer de nuevo y... aquí seguimos con muchas ganas “. Miran. Una de las cosas
que hay que enseñar a los jóvenes en las escuelas de oración y desde la
Palabra de Dios, es el problema de la Fe. Qué es Fe, cómo vivirla, las dudas,
la diferencia entre creer y el sentir. Diferenciar- les la Fe en Cristo y en
su Iglesia y la Fe de las personas que la componemos. A veces los jóvenes
confunden la Fe con la profesora que les suspendió las matemáticas. Hay que
insistirles que por muchas dudas que tengan, aunque no vean al Señor por
ningún sitio, que sigan acudiendo al grupo a “dejarse mirar por el Señor”,
aunque no tengan gusto alguno en lo que hacen. Hay que inculcarles que hay
que acudir al Señor gratis. “El grupo empezó hace seis años. Yo nunca había orado con gente y
mucho menos en voz alta. Me costaba mucho participar y estaba más preocupada
de cómo hacerlo, que de la oración. Estuve así dos años. Sin abrir la boca.
También me costó abrirme a los demás del grupo, ya que éramos gente muy
distinta y yo tenía la idea de que no encajaba. Luego vi
que no era así”. Elena. “Empecé hace seis años. Las principales dificultades las he
encontrado en mí mismo. Era muy tímido y me costaba abrirme a los demás tal
cual era. Todas las personas que he conocido en el grupo eran maravillosas y
me querían mucho. Sin embargo yo he podido fallarles algunas veces sobre todo
por motivos de timidez y por no mostrarme a los demás tal cual era, con
sencillez. Aprovecho la ocasión para pedirles perdón”. Fermín. Elena y Fermín
eran novios cuando iniciaron el grupo. Un día me vinieron a comentar sus dificultades cara al grupo, porque como eran tímidos,
ellos iban a ser incapaces de integrarse y participar. Por otra parte ellos
se encontraban a gusto en el grupo y les encantaba ese modo de orar. Les
animé a seguir. Pasaron los años, e incluso ellos llevaron algún día la
dinámica de oración y prepararon algún grupo en su parroquia para la
confirmación. Una vez más. No
debemos tener prisa en que los jóvenes participen en voz alta en el grupo. La
timidez no es problema para el orante en grupo. “Creo que ando en el grupo desde los seis años, pero al principio de
manera cómoda, de ir por ir. Las dificultades más grandes eran la vagancia y
la inconstancia hacia el grupo. Por lo demás nunca he tenido problemas con
las personas que iban junto a mí, ya que éramos amigos y amigas “. Amaya. “La oración en grupo la inicié hace seis años, pero hasta hace dos o
tres no me he dado cuenta de la importancia de la oración en grupo. La mayor
dificultad ha sido la vagancia. El poder estar echando la siesta en vez de ir
a orar y el hecho de no estar respaldada por mis “amigas “. Meri. Estas dos
experiencias de Amaya y Meri son una nueva llamada a los monitores a dar
tiempo al tiempo. A no desanimarse cuando vean que hay jóvenes que no
arrancan. Lo importante es
que a pesar de que hay días que no van por vagancia o por otras causas, se
les siga animando. Llegará un día en que si no dejan el grupo, descubrirán
desde Jesús lo maravilloso que es crear Iglesia con los demás jóvenes movidos
por los mismos ideales. “Llevo orando en este grupo algo más de tres años. Como ya he
explicado, en el primer grupo no me encontraba bien. Había demasiada gente,
no me atrevía a colaborar... pero más tarde cuando entré en otro, debido a la
insistencia de mi catequista, me integré mucho más. Me sentí acogida por los
demás. En poco tiempo ya no dependía de las amigas a las que conocía “. Eva
María. No hay dificultad
que no se pueda superar en los grupos de oración cuando hay constancia y Fe
en el Señor. Los grupos los ha formado el Señor y los demás debemos ser
colaboradores e intermediarios del Señor. Puede haber otras
muchas dificultades en los grupos. Cuando parece que todo va bien, surge un
problema imprevisto. No hay que asustarse. También tenemos que creer en la
fuerza del mal, que no le interesa que los jóvenes sigan a Cristo y se
comprometan a testimoniar que Cristo sigue vivo. A veces me suelen
escribir o llamar jóvenes de otros grupos contándome sus problemas, crisis y
desesperanzas. A veces me piden consejo porque algunas cosas no funcionan. Para solucionar
problemas es bueno saber dialogar, poner las cosas sobre la mesa. Pero sin
dejar al Señor. En mi experiencia
de crisis de grupos que he conocido, y que gracias a Dios han sido muchas,
siempre salen los grupos fortalecidos, y he constatado que el mejor camino
para solucionar los problemas, es la oración misma. Una de las
experiencias más duras fue la de un grupo en el que un chico que salía con
una chica del mismo grupo, la dejó para salir con otra chica de su mismo
grupo. A la semana siguiente, los tres acudieron al grupo. Se notaba
nerviosismo en los quince o veinte que lo formaban. No hubo ningún
comentario. Se oró mucho y aquello pasó sin dejar heridas y más fortalecido
que antes. Pero no paró ahí
la cosa. Este chico dejó a la nueva chica, y comenzó a salir con otra de
fuera del grupo, a la que trajo al grupo. Aquello fue una bomba. Pero nada se
habló ni se dijo. Se volvió a orar fuertemente. Al final este
chico dejó el grupo. Ciertamente que el grupo se podía haber ido “al garete”
si no hubiera sido por la sensatez de las personas afectadas, la ayuda de los
demás, pero sobre todo porque no se habló, sino que se oró. Que nadie se
asuste por las dificultades. Debemos asustarnos si no sabemos afrontarlas
desde la misma oración. Y por supuesto, desde un ofrecer al Señor el dolor
que suponen muchas cosas de las que ocurren a las personas que amas y que se
reúnen contigo cada semana. |
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Editado para Internet por Caminando con Jesús Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |