El joven al encuentro con Jesús

(Para grupos de oración)

P. Antonio Viguri Ugarte  ocd

 

1. ENCUENTRO

La gente pregunta con frecuencia qué es “eso” de grupos de oración. Y los más jovencillos se lo saben ya de memoria y desde su joven experiencia. Para ellos oración es: hablar y escuchar a Jesús. Así de sencillo y así de misterioso.

Los jóvenes han descubierto la necesidad de dialogar con Jesús. El señor Jesús de Nazareth les va descubriendo los caminos de la fe, de la esperanza y del amor. (Jn 3, 1-10 * Jn 4, 1-34).

Hablar con Jesús

Hablar con Jesús es como hablar con un amigo. La oración es un trato de amistad, como dice Teresa de Jesús. Los jóvenes sueñan con la amistad. Con frecuencia tienen ideas erróneas sobre la auténtica amistad. Llaman amistad a cualquier sucedáneo y con frecuencia sufren fracasos en sus relaciones con sus amigos. Es importante en los inicios de un grupo, hablarles de la auténtica amistad. De lo maravilloso que es la amistad; y abrirles los ojos a esas dificultades dolorosas al vivir la verdadera amistad.

En el grupo de oración, se rompen los silencios para hablar con Jesús en voz alta. Para compartir con los demás lo que sale del corazón. Pero sólo hablan los que quieren. No se puede “obligar” a nadie a que hable o participe. Es un proceso a veces corto y a veces largo. He conocido a jóvenes que han estado un año o dos sin “atreverse” a hablar en voz alta y sin embargo han estado metidos en una estupenda dinámica de oración. Hay que inculcarles desde el principio, que no importa que no hablen por vergüenza o complejos. Su oración puede ser tan válida como la de los que tienen más facilidad para compartir lo que llevan dentro.

En la oración “se habla” para invocar al Espíritu Santo. Para que el Espíritu de Jesús que está presente’, les vaya serenando su mente y abriendo su corazón. Es muy importante este momento oracional. El joven viene desde una semana llena de “ruidos”: ese problema con sus padres, el amigo que les ha fallado, la novia o el novio con sus crisis, esos estudios que le amargan la existencia, la última película que les ha revuelto. Esa llamada a que el Espíritu Santo esté presente en la oración, les va como abriendo el apetito a ese encuentro con Jesús.

“Se habla” con Jesús para pedirle perdón. Hay que inculcar a los jóvenes que Jesús es bueno. Que les comprende y que les perdona todos esos fallos que a lo largo de la semana les ha dejado con un sabor de tristeza y soledad. Hay que convencerles de que cuando dicen “perdón, Jesús”, Jesús les está curando y sanando ese daño que llevan en su corazón. Si el joven al inicio de la oración no se siente perdonado por Jesús, es muy difícil que pueda concentrarse en ese encuentro de amistad. Es necesario que cuando se inicia un grupo, se hable a los jóvenes del concepto de pecado. Te encuentras con jóvenes para los que nada es pecado y otros, que sufren, porque todo es pecado para ellos.

“Se habla” en la oración para alabar a Dios y para darle gracias. Me decía una joven, que para ella “alabar a Dios era como abrir la fuente de su corazón y piropear a Dios”.

La oración teresiana debe ser una oración agradecida. Los jóvenes desde niños, están acostumbrados a pedir cosas a Jesús pero no se les ha inculcado suficientemente la necesidad de dar gracias por todo lo bonito que Jesús hace en sus corazones. Hay un ejemplo clásico sobre esto, en el momento de los exámenes. Todos piden al Señor que les ayude en esos momentos de tanto nervio. Pasados los mismos, qué pocos son los que le dan las gracias. Es como si todos, o casi todos, hubieran Suspendido

“Se habla” en la oración para interceder por los demás. Para pedir a Jesús ayuda para ellos, y por las necesidades del mundo entero. El grupo de oración no tiene fronteras. Hay que inculcarles el sentido eclesial que debe tener el grupo de oración y que hagan suyos los problemas de nuestros hermanos los hombres.

Por último, “se habla” para compartir la Palabra de Dios. Es esencial para un grupo de oración ese compartir los mensajes de Jesús. La Palabra les va llegando al corazón y los va comprometiendo. No deja de ser a veces una estupenda catequesis.

Y “se habla” sin que lo oiga nadie. Es el momento de intimidad desde donde el joven le habla a Jesús de esas cosillas íntimas que lleva en lo más profundo de su corazón, y que sólo es capaz de decírselas a El.

Escuchar a Jesús

Escuchar a Jesús en el silencio. Que se vayan enamorando del silencio. Hay que provocar el silencio en el grupo. Llevar a los jóvenes al silencio. Un grupo donde no se vaya logrando el silencio, no se le podrá llamar grupo de oración. Un joven llegará a ser orante cuando no le canse el silencio.

Va escuchando a Jesús. Acepta su Palabra, la acoge, la rumia, la lleva a su vida y la va contrastando con sus hechos de vida. Va dejando que el silencio penetre en lo profundo de su corazón. En ese silencio, es Jesús quien le va diciendo palabras de esperanza, o le va corrigiendo con cariño de esos fallos que estropean su juventud. En el silencio van descubriendo al Jesús amigo. Si acepta ese silencio, Jesús ya no morirá nunca en su corazón.

Llegar a que un grupo viva el silencio, no es fácil. Hay que seguir un proceso. Al principio les cuesta mucho y es normal que les cueste. Vienen al grupo desde un mundo lleno de ruidos. Los medios de comunicación con el último canto de moda... Ese problema que les ha puesto nerviosos... El último fracaso amoroso... La falta de entendimiento con sus padres o con los compañeros de clase o de cuadrilla... Y los ruidos interiores de la no aceptación, de la timidez, de los complejos, de las comparaciones con otros jóvenes, sintiéndose inferiores en todo...

El proceso es lento. Al principio les cuesta mucho el concentrarse. Cuando pasan unos años ya sólo les gusta orar en silencio. Hay monitores que tienen prisa y eso es malo. Sería un disparate, con todos los respetos, el tener a unos jóvenes quince minutos de silencio seguidos, el primer día que se reúnen para orar. Para algunos sería un descubrimiento positivo, pero para la mayoría sería un peso inaguantable y motivo de no volver la semana siguiente.

Hay que contar con diversos factores: la experiencia religiosa que tienen... La experiencia sacramental con Jesús... Si han orado con Jesús antes de venir al grupo... Su cultura religiosa e incluso su cultura general.

Al principio basta con un par de minutos, que con el paso de las semanas se van prolongando. El monitor debe pedir la gracia de “sentir” cuando el grupo vive el silencio o cuando, a pesar de estar callando, hay mucho “ruido” en el ambiente. Hay momentos que da pena romper el silencio, porque se percibe que el grupo entero está gozando de esos momentos de silencio. Todo es proceso, y no hay dos grupos iguales, por su forma de ser o por el tiempo que llevan reuniéndose.

El joven que no aguanta el ritmo de silencio de los demás, el joven que no aguanta el silencio, dejará tarde o temprano el grupo. No se ha atrevido a dejarse interpelar por Jesús. Pondrá muchas excusas, más o menos razonables, pero en el fondo no ha dejado entrar, no ha abierto su corazón a Jesús. El silencio le compromete a cosas que no puede dejar. El silencio no ha podido con los ruidos que lleva en su corazón. Los dioses de los ruidos han podido con el Dios del silencio.

Cuando en un grupo se respira el silencio, podemos decir que ya es un grupo de oración maduro.

Este hablar y escuchar a Jesús tiene que ir enmarcado en unos esquemas, que al formar un grupo son necesarios, pero que con el paso del tiempo se pueden dejar. Serían un estorbo. Encadenarían las sugerencias del Espíritu Santo.

Por supuesto que con esquemas estructurados, o sin esquemas fijos, lo que no puede faltar en todo grupo son estos tres puntos esenciales:

* Palabra de Dios.

* Alabanza.

* Silencio.

Fases del encuentro

Veamos los diferentes momentos por los que pasa el grupo desde que llegan hasta que se marchan.

— ¿Cuánto tiempo estaremos reunidos?

— Lo del tiempo es muy relativo. Depende de la edad de los jóvenes y de la profundidad que vaya adquiriendo el grupo. Hay grupos que han fallado por querer estar mucho tiempo y llegar a un tope establecido. Y se han cansado.

— ¿Y el rato de oración?

— El rato de oración puede durar entre cuarenta minutos y hora y media. Y el mismo grupo puede estar una semana, una hora de sesión, y la semana siguiente hora y media. Vuelvo a insistir que no hay dos grupos iguales y que el mismo grupo no está en las mismas condiciones una semana que otra.

* Acogida:

Es el momento del encuentro. Van llegando con sus ilusiones y sus problemas. Ha pasado una semana. Algunos no se han visto durante toda la semana. Saludos y sonrisas. Bromas. Se interesan unos por otros. Se comenta el partido de fútbol o de baloncesto. De los exámenes y los profesores. Algunos vienen de su trabajo. Otros comentan la juerga del fin de semana...

Hay que ir creando un clima distendido y de amistad. Que se vayan conociendo. Que se vayan sintiendo a gusto y amigos.

Cuando llega uno nuevo al grupo, hay que “mimarlo”, pero sin pasarse. Que encuentre que se le acoge con sencillez, sin actitudes prefabricadas.

Es muy importante inculcarles puntualidad. El llegar tarde supone no gozar de esta acogida y comenzar la oración bruscamente, sin prepararse.

* Escuela de oración:

Se llama escuela de oración, al momento teórico que precede al momento fuerte de oración. El ideal es tener este rato en una sala diferente al lugar de la oración.

En estos momentos se le enseña al joven qué es la oración, caminos de oración, medios para orar, dificultades que se va a encontrar, aspectos de la oración, los compromisos de la oración durante el momento oracional y a lo largo de la semana.

Se pueden tratar temas esenciales para vivir la oración. Se les habla del Jesús orante, de los sacramentos cono vehículo indispensable para la oración, del Espfritu Santo, de María, de Teresa de Jesús, etc...

Debe durar unos quince minutos. Que sean momentos muy humanos y que no se conviertan en una clase más, como las que han tenido durante la semana. El monitor debe ser animador, no un profesor que sabe mucho de oración.

* Ambientación:

Ya en el lugar de oración, hay que serenar la mente y el corazón del joven, para que se prepare al encuentro inmediato con el Señor. Se puede preparar este momento como mejor le vaya al grupo. Música propia para meditación, un canto apropiado, explicación de los símbolos que hay en la sala. Es importante que haya símbolos que ayuden a la oración: una Biblia abierta, un icono de María o de Jesús, una planta, un cirio encendido.

Puedes utilizar frases escritas en las paredes de la sala alusivas a la oración...

• Frases como: “Quién eres tú?”; “Quién es Jesús?”; “El te esperaba, escúchale”; “Entra dentro de ti “; “No tengas miedo”; “Preséntale tu vida “, etc.

Pero sobre todo es fundamental invocar al Espíritu Santo de diferentes maneras y como el mismo Espíritu nos vaya dictando. Esa invocación al principio la dirá el monitor, pero con el tiempo hay que invitarles a que ellos mismos lo invoquen en voz alta. Se pueden usar muchas fórmulas.

Puedes utilizar frases como: “Enséñanos a orar”. “Libera mi mente de estorbos para la oración. Abre mi corazón a tu presencia. Enséñame a vivir desde el silencio Tras cada una de las invocaciones, todos responden “Ven, Espíritu Santo, “...

* Perdón:

El pedir perdón al principio de la oración, es una excelente dinámica de relajación. Es importante que descubran a ese buen Dios misericordioso. El joven llega cargado de sus debilidades. Hay que mentalizarle para que experimente que Jesús de Nazareth libera, cura y sana. Que Jesús de Nazareth, está empeñado en damos un corazón nuevo.

Pueden usarse fórmulas como éstas: “perdóname, Señor, por mi egoísmo” o por lo que más les duele. “Sáname, Señor”, “libérame, Señor”. Y el grupo responde con la misma fórmula. También se pueden dar las manos y pedir ese perdón por el que tienen a la izquierda y a la derecha.

Se hace sin prisas, y se va notando que el grupo se serena y que ya está preparado para la escucha de la Palabra o la alabanza o aquello que se le ocurra al monitor.

* Resonancia sálmica:

Cuando se inicia un grupo, e incluso después de años, la resonancia sálmica es un camino muy válido para introducir al joven en la escucha de la Palabra de Dios.

Es muy sencillo, y es desde ahí desde donde el joven quita el miedo a compartir, ya que no es algo que tiene que “inventarse” sino que es volver a leer esa frase que más le ha tocado el corazón.

Se elige un salmo que haga referencia a lo que se ha tratado en la escuela de oración y que enfoque la oración hacia la Palabra que se compartirá después.

Se puede leer de diferentes maneras. En dos grupos, o cada joven lee una estrofa, y a continuación, dejando unos intervalos de silencio que deben ser prolongados, los jóvenes que quieran van repitiendo esa palabra que más les ha impactado. Puede repetirse la que ha dicho el compañero si era esa la que les ha gustado.

Se les inculca que se dejen coger por la Palabra que les regala el Señor a través del salmo.

* Alabanza:

Es un momento esencial en la oración. Puede hacerse antes de leer la Palabra de Dios. Así les sirve para prepararse a la escucha. También se puede hacer tras compartir la Palabra, como respuesta a la misma.

Se puede decir que cuando un grupo alaba a Dios con fluidez, es ya un grupo maduro. Al principio les cuesta. Cuando rompen en alabanzas es algo que les llena profundamente.

Hay que enseñarles a alabar a Dios. Hay muchas citas bíblicas que ayudan a entender lo qué es la alabanza y cómo a lo largo de la historia de la Salvación, los hombres se dirigían a Dios en esta actitud de alabanza. (Crónicas, 20.) En el Nuevo Testamento vemos a Pablo como el hombre de la alabanza. (Efs. 5,20) Y por supuesto María con su Magníficat, que es un canto de alabanza. También Santa Teresa y San Juan de la Cruz son maestros de la alabanza a Dios. (Moradas 6, 6-12)

* Acción de gracias:

Puede hacerse al mismo tiempo que la alabanza. Les resulta más fácil participar dando gracias que alabando. Inculcarles que hay que dar gracias a Dios por todo, incluso por esas cosas que no entienden y que les resultan al revés de lo que esperaban. También es bonito alabar a Dios por el hermano que tenemos a nuestra izquierda y a nuestra derecha.

Que den gracias por todo lo positivo que llevan en su corazón. Por todo lo que Dios les ha concedido: familia, estudios, trabajo, amigos...

Es muy positivo dejarles un rato en silencio y que recuerden todo lo bueno que tienen, sus cualidades y también que hagan un repaso de la semana que ha pasado y que den gracias por esos momentos buenos que han vivido. Incluso por los momentos difíciles que han pasado.

* La Palabra:

Junto con la alabanza y el silencio son los momentos fuertes y esenciales de la oración en grupo. Es muy práctico el leer la Palabra de Dios correspondiente al Domingo siguiente en esos ratos de oración. Para muchos es como una preparación de la Eucaristía dominical.

El proceso oracional a través de la palabra se puede vivir de diferentes maneras. Se lee despacio y dándole sentido. A continuación, después de un gran silencio, según la edad del grupo, se puede compartir así:

* Repitiendo la frase que más le ha impactado.

* Alabando a Dios como respuesta a lo que le ha dicho en su mensaje.

* Comentando lo que le ha sugerido.

* Compartiéndola desde el diálogo.

* A qué le compromete durante la semana. Cómo puede hacer vida, a lo largo de la semana próxima, esta Palabra en relación con Jesús, con los demás y consigo mismo.

* El monitor explica la Palabra y se dialoga.

* A los más jovencillos se les hace preguntas sobre lo que han escuchado.

* Intercesión:

Hay que interesarles en la oración de intercesión. Que oren unos por otros, por el mundo, por la Iglesia, por sus padres, por todas las necesidades de la humanidad, por “eso” que le ha llamado la atención en el último “Telediario”...

Que sepan que la oración que antes escucha Dios, es la que se hace por los demás.

Es bueno que unan sus manos y que oren por el de la derecha y el de la izquierda. A veces diciendo el nombre. Esta oración es un buen vehículo para su amistad. Es muy bonito el orar por una persona determinada del grupo, de la que sabemos que tiene un problema concreto.

La oración de intercesión por otras personas, repercute maravillosamente en el intercesor. Es uno de los momentos que más gusta a los jóvenes y más les une a Jesús y a los demás. En algunos grupos han tenido experiencias muy fuertes de Dios cuando han profundizado en este modo de oración.

Los cantos ayudan a la oración. Pero hay que tener cuidado de no abusar de cantos e instrumentos. Al principio pueden ayudar. A la larga son un estorbo si se abusa de su duración o de su frecuencia.

* Cantos:

Los cantos son para ayudar a la oración. No se puede ir a la oración porque se canta muy bien. El abuso de cantos o de instrumentos despista a veces del verdadero sentido de la oración.

Los cantos breves o los “mantras”, ayudan a la interiorización. El monitor debe encontrar el momento y el canto apropiado para cada situación. No se puede cantar algo que no vaya a ritmo con la oración.

Puede cantarse entre los distintos momentos de oración. Tras el perdón, la alabanza, etc. Y después del canto o antes, se puede fortalecer momentos de silencio.

Si se tocan instrumentos, los que los tocan tienen que estar preparados y saber qué cantos tocar antes de iniciar la oración. Ocurre a veces, que por no prepararse, se rompe el ritmo de la misma.

* Despedida:

Es la hora del ánimo, del compromiso. De tomarse en serio esa Palabra que me ha dicho Jesús. Es el momento de animarles a que a lo largo de la semana vivan con algún compromiso personal. Nunca un compromiso a nivel de grupo. El Señor compromete a cada uno de diferente manera y cada joven tiene un ritmo diferente de seguimiento y de exigencia.

Los compromisos que le llegan al joven desde fuera, desde el monitor, desde el grupo, puede que no sean para él en ese momento, y se puede cansar. Cuando al joven le nace el compromiso desde Jesús, desde su interior, lo llevará a cabo sin duda, aunque tenga sus dificultades y sus fallos, que es por otra parte muy normal, ya que somos pecadores y débiles.

Tras unas palabras de despedida o de avisos, se reza el Padre Nuestro con las manos unidas y es muy bonito darse un abrazo de paz.

* Conclusión:

Cada monitor o animador verá con libertad, desde la experiencia o desde la inspiración del Señor qué es lo que tiene que resaltar más en unos momentos y en otros, contando siempre con el momento por el que está pasando el grupo. No es lo mismo al principio del curso, que las vísperas de exámenes, que durante las vacaciones de verano (hay grupos de oración que no quieren “descansar” en verano). También es diferente Adviento, Navidad, Cuaresma o Pascua. Por supuesto, y es necesario tenerlo muy en cuenta, no se puede nunca prescindir de la Palabra, de la alabanza y de los ratos de silencio.

Desde estos presupuestos el grupo irá creciendo en profundidad. Y hablando de crecer. Se puede caer en la tentación de querer que el grupo crezca en número de personas. Es importante que cada día haya más gente joven que haga oración, pero no que el grupo tenga cada vez más personas. Es mejor que vaya de menos a más, que de más a menos, como suele ocurrir, por ejemplo, cuando en algunos colegios se pretende que toda la clase haga oración.

Cuando se inicia el grupo con muchas personas, es muy difícil mantener la atención y muy difícil que todos sigan el mismo ritmo.

Por supuesto que depende de la edad de los jóvenes y del carisma del monitor.

 

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Editado para Internet por  Caminando con Jesús

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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