Caminando con Jesús Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |
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“FIESTA DE SANTA
TERESA DEL NIÑO JESÚS” UNA GOTITA DE ROCIO QUE SE OCULTA EN EL CÁLIZ DE UNA
FLOR. La iglesia celebra el
próximo viernes 1 de Octubre la fiesta de Santa Teresa del Niño Jesús. Con
ese motivo publicamos este magnífico reportaje del Padre Jesús Martí Ballester.
Recordemos, asimismo, que las reliquias de Cada santo ha dejado en la tierra una estela de luz, que le
ha llevado a la comunión con Dios. No hay dos santos clonados, ni dos caminos
iguales. Cada santo ha vivido Tomó las cartas de San Pablo y leyó los capítulos 12 y 13
de MUCHAS SENDAS Al comenzar su vida espiritual, se encontró con una
multitud de sendas, pero advirtió que ninguna resultaba a propósito para su
espíritu, porque: “Eran caminos demasiado perfectos para mi alma”. Y
volviéndose a Jesús, le dijo que su deseo era llegar a la cumbre de la
montaña del amor. Que la condujese por donde fuera su gusto, pues a ella no
le importaba la aspereza del camino con tal de llegar al término. Esta
actitud entraña el secreto de su caminito de infancia espiritual. No escoge
ningún camino determinado, y, en eso mismo marca el camino del abandono en
los brazos de Dios, en el que predomina el abandono y la confianza, que tiene
una ventaja sobre todos los demás, pues lo reduce al elemento esencial de
toda santidad. Se entregóa Jesús para que la
llevara por donde Él quiera, sin importarle que el camino fuera lleno de
claridades o de túneles tenebrosos. Por eso, cuando anduvo por medio de
oscuridades espirituales, que no la permitían saber donde se encontraba, si
adelantaba o retrocedía, caminaba con la misma seguridad que si se viese
conducida entre claridades divinas. En este estado de confianza plena en Dios
el alma no necesita ver ni sentir nada para tener la más absoluta certeza de
que va bien, sabiendo que va en los brazos de Dios. Se llama caminito porque
prescinde de los caminos extraordinarios, y demuestra el estado de infancia
ante Dios y porque es corto en cuanto renuncia a distancias que se pueden
medir. No es caminito porque es el que recorren las personas imperfectas. Y
su carisma será enseñar su caminito: "Presiento que voy a entrar en el
descanso, pero sobre todo presiento que mi misión va a comenzar: la misión de
hacer amar a Dios como yo le amo, de entregar mi caminito a las almas". Tras la anestesia puedes cortar lo que quieras. El amor de
Dios adormece los apetitos. Ella nos cuenta que cuando ve a su Dios mendigo
de amor no lo puede resistir. El crucifijo del patio le mendiga sacrificios.
Pero su amor es tan delicado que quiere ser "imitación de la humilde
violeta, que derrama su aroma sin que las criaturas sepan de dónde viene el
perfume. Lo ha aprendido en su Maestro y consanguíneo, San Juan de LAS NECESIDADES DE NUESTRO TIEMPO El Papa Pablo VI, en carta dirigida al obispo de Bayeux - Lisieux, con motivo del Centenario del
nacimiento de santa Teresa, quiso que el mensaje de LAS NECESIDADES DE NUESTRO
TIEMPO Lo que está necesitando Esta es la llaga que con dedo certero señaló el Papa Pablo
VI cuando pidió "que el mensaje de santa Teresa fuera propuesto de
acuerdo con las necesidades de nuestro tiempo". Es el amor por lo
pequeño, el cuidado de lo más opaco, la atención a las cosas más
insignificantes, que son las que constituyen en mayor número la vida humana,
lo que hay que hacer y además, hacerlo por amor de Dios. En eso es maestra
Santa Teresa. NATURALEZA TÍMIDA, Y SUS
CIRCUNSTANCIAS Es muy joven, vive en un claustro, bajo una Regla,
limitada para realizar acciones grandes. A ella no parece que le convenía un
camino de penitencias corporales extraordinarias, ni siquiera de grandes
obras externas. Cada persona ha de florecer en el lugar y clima en que está
plantada. Hoy vemos a un Juan Pablo II, ya anciano, desbordado de actos
multitudinarios. Y lo hemos visto durante casi 23 años derrochando todavía
mayor dinamismo. Él sintió vocación de carmelita descalzo y lleva el
escapulario desde sus años de juventud. Antes de entrar al seminario, siendo
estudiante universitario en Cracovia, pensó seriamente en entrar en el
Carmelo, tras leer las obras de San Juan de EL CAMINITO DE INFANCIA
ESPIRITUAL Su vida se desliza uniforme casi monótona, por claustros,
celdas y oficinas. Por la mañana trabaja en la ropería; barre la escalera y
el dormitorio. Por la tarde sale a arrancar hierbas en la huerta. Se encarga del
comedor: prepara el pan, sirve el agua, distribuye la cerveza entre las
hermanas. La nombraron sacristana y con gozo manejaba los vasos sagrados. A
veces pinta o escribe poesías. Nada extraordinario. Dada su debilidad de
enferma no puede seguir todos los actos de comunidad ni practicar las
penitencias de Una noche al salir del coro para ir a la celda se
encuentra sor Teresa con que su linterna no está en el anaquel. Alguien se la
llevó equivocadamente. ¿Irá a reclamarla? Si no lo hace tendrá que estar en
la celda a oscuras una hora. Y sin poder trabajar, hoy precisamente que tenía
mucho trabajo. Teresa calla. Se va a oscuras a la celda, y a oscuras se pasa
una hora, ofreciendo gustosa aquella privación que ocasiona la pobreza. ¿Veis
por qué he dicho antes que el Papa señaló con dedo certero las necesidades de
nuestro tiempo? Cualquier joven de hoy creerá que así no se realiza, que es
hora de protestar y de contestar. La contestación tan en moda, no entra en el
camino sencillo, pero arduo, de la infancia espiritual. Durante la oración de comunidad en el coro, al lado de
Teresa una hermana hace ruido molesto y persistente moviendo su rosario
grande. Teresa, que tiene un oído finísimo, afinado aún más por su misma
enfermedad, se siente muy molesta. Ha sentido muchas veces el impulso de
volver la cabeza para llamar la atención a la hermana del ruido, pero se ha
dominado pensando que sufrir aquello por amor de Dios y del prójimo, es mejor
que gozar de un místico recogimiento y se vence, aunque la violencia que
tiene que hacerse le hace sudar copiosamente. Y en vez de taparse los oídos,
los aplica al ruido desagradable con el mismo interés que si escucharía un
concierto delicioso. Otro día está en el lavadero. Frente a sor Teresa, que
lava ropa, una hermana le salpica la cara con agua sucia de pañuelos. Siente
un primer impulso de alejarse limpiándose la cara, como una manera de
advertir a la hermanita su faena. Pero, no; aquellas gotas que son de agua
sucia para el cuerpo, pueden convertirse en perlas para el alma, Teresa
aguanta la aspersión con rostro sereno, y hasta con espíritu gozoso, mientras
el natural siente la repulsa de aquella rociada desagradable. PASIVIDAD Y EGOISMO Algunos se resignan con pasividad; otros se encierran en
su egoísmo o en el goce inmediato; otros se endurecen o se rebelan; otros, se
desesperan. A unos y a otros Teresa del Niño Jesús y de ¿SU VIDA VA A GOZAR DE MENOR EFICACIA? Nosotros medimos las cosas por su realidad física o por su
trascendencia moral o social. Creemos que el esfuerzo realizado debe ser el principio
que dé eficacia a la obra. Esto es lo que ocurre en el orden puramente
natural. Porque en este orden es nuestro esfuerzo la causa total de la obra,
y como el efecto no puede tener mas virtualidad que
la que recibe de su causa, la obra realizada no puede tener más eficacia que
el esfuerzo con que la hemos realizado. En el orden sobrenatural cambia el
aspecto de la cuestión. Y no es que en este orden deje de ser verdadero el
principio filosófico de que el efecto no puede exceder la virtualidad de su
causa sino porque aquí interviene Dios, que suma su acción a la nuestra. Y
entonces el mérito y la importancia de la obra no hay que medirla por nuestro
esfuerzo, ni mucho menos por su realidad física, sino por la virtualidad que
Dios quiera comunicarla. Los cincuenta céntimos de la viuda pobre del
evangelio fueron considerados como más meritorios que las enormes cantidades
de los que tenía mayor poder adquisitivo que el de la pobrecita viuda, llena
de amor generoso. ¿Obras grandes u obras pequeñas? ¿Qué más le da a Dios? El
no necesita nada: “No aceptaré un becerro de tu casa ni un cabrito de tus
rebaños, pues las fieras de la selva son mías y hay miles de bestias en mis
montes; conozco todos los pájaros del cielo... Si tuviera hambre, no te lo
diría, pues el orbe y cuanto lo llena es mío. ¿Comeré yo carne de toros,
beberé sangre de cabritos?... (Sal 49). Cada obra producirá el efecto que él
quiera. Sin que lo estorbe ni la insignificancia del instrumento, ni la
adversidad de las circunstancias, ni la mala voluntad de los hombres. El euro
del pobre depositado en el tesoro público queda potenciado por esa riqueza.
Sumado el amor de la persona humana que levanta un sobre del suelo por amor;
mejor dicho, absorbido este pequeño esfuerzo del niño o del adulto, hecho
niño evangélico, en el océano siempre activo de la omnipotencia divina,
adquiere valor infinito. “SOMOS UNA GOTITA DE ROCÍO” Así se lo escribía Santa Teresita a su hermana Celina:
“Somos como una gotita de rocío que se oculta en el cáliz de la flor de los
campos. Desconocidas de todos, no debemosenvidiar
ni siquiera al claro arroyuelo que serpentea por la pradera. Es verdad que su
murmullo es muy dulce; pero, además de que por eso mismo no puede permanecer
oculto, el arroyuelo no cabe en el cáliz de SUBLIME CONCEPCIÓN DEL VALOR
REAL DE LAS OBRAS Sublime y consoladora. Porque, ¿qué seria de tantas pobres
criaturas imposibilitadas para realizar obras brillantes, que tienen que
pasarse la vida tendidas en su cama, o envueltas en la oscuridad de un oficio
ingrato y repugnante? Si el mérito de las obras se basara en las apariencias
brillantes, Dios habría sido injusto. Infinidad de criaturas estarían
condenadas a la desesperación. Pero Santa Teresita pone una condición para
que las obras más insignificantes tengan ese mérito: el que estén hechas en
Cristo, con Cristo y por Cristo. “Sin Mí no podéis hacer nada”. Sin Dios, las
acciones humanas valdrán sólo lo que tengan de apariencia; porque como la
razón de ese otro mérito es Dios, si se prescinde de Él, la obra se quedará
en su raquítico valor natural. Y eso ¿para qué lo quiere Dios? En cambio, la
obra realizada por Dios y para Dios, por muy insignificante que sea en el
orden natural, unido a la virtualidad de Dios, tiene toda la dignidad y toda
la trascendencia de una obra de Dios. Esa trascendencia no llegará a aparecer
nunca a los ojos de los hombres en esta vida; pero algún día se manifestará,
y entonces veremos cómo los grandes acontecimientos sociales, los grandes
descubrimientos e inventos, han sido causados por una multitud de obras de
almas pequeñas, más que por las grandes hazañas de los héroes y de los
científicos, de los grandes estrategas y de los descubridores. Incluso en el
orden físico, un ascua ardiente es capaz de producir un incendio voraz. ¿No
estará el secreto de la esterilidad de tantos actos multiplicados en la
escasez de ascuas de amor? |