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EL EVANGELIO DE SAN JUAN
EN LOS ESCRITOS DE TERESA DE LISIEUX P. Silvio José Báez o.c.d. |
El carisma del Carmelo es una larga e ininterrumpida historia
de lectura y vivencia de la Biblia en la que destacan grandes personalidades
carismáticas. Una de ellas es Teresa de Lisieux, quien forma parte de ese
grupo de hombres y mujeres que en la vida religiosa y al contacto con la
Sagrada Escritura, han sido auténticos intérpretes de la voluntad de Dios
[1]. Teresa vivió en una época en
que era difícil el acceso a la Biblia, los medios para conocerla muy
limitados y las traducciones muy imperfectas. Sin embargo llega a amar
profundamente la Palabra de Dios y a vivir en todo en conformidad con ella
[2]. A través de la lectura y la meditación frecuente de la Escritura
descubre la voluntad de Dios en la vida y la Palabra de Dios se va
convirtiendo en la primera fuente de su experiencia espiritual. Teresa no es
una exegeta, en el sentido con el que este término se utiliza hoy en el
ámbito de los estudios bíblicos. Pero sí una oyente privilegiada de la
Palabra, gracias a la actitud espiritual con la que se ha acercado a ella. En
Teresa se cumple la palabra de Jesús: las cosas ocultas a los sabios y
prudentes han sido reveladas a los sencillos (Mt 11,25; Lc 10,21) y el Reino
de Dios pertenece a aquéllos que se asemejan a los niños (Mc 10,4). Entre los libros bíblicos manifiesta una predilección
particular por los evangelios [3]. Los hace encuadernar separadamente, los
lleva siempre consigo, los lee y medita en la oración. Día a día, a través
del trato frecuente y familiar con ellos, va descubriendo la presencia y el
mensaje de Jesús como la única luz necesaria para su vida. Es en el evangelio
donde conoce el auténtico rostro de Dios y percibe personalmente los valores
fundamentales de la vida cristiana. En esta exposición nos proponemos un acercamiento a la
lectura que Teresita ha hecho del cuarto evangelio [4]. Primero haremos
referencia a la forma en que ella se sitúa, como lectora y creyente, frente
al escrito joánico. Después diremos una palabra
sobre la influencia de este evangelio en su espiritualidad, para terminar con
algunas conclusiones prácticas que iluminen nuestra propia lectura del
evangelio. Dividiremos nuestra exposición en cuatro partes [5]: 1. El evangelio como luz Teresa se acerca al evangelio, a partir de las múltiples
situaciones de la vida, con la certeza de encontrar siempre en él la luz
necesaria: "Lo que me sustenta durante la oración, por encima de todo es
el Evangelio. En él encuentro todo lo que necesita mi pobre alma. En él
descubro de continuo nuevas luces y sentidos ocultos y misteriosos" [6].
Experimenta que el evangelio es necesario y le basta. Sin embargo, a medida
que su vida espiritual va madurando y van apareciendo en el horizonte nuevas
situaciones y exigencias, va descubriendo en el único evangelio, "nuevas
luces y sentidos ocultos", al ritmo de la vida. El evangelio de Juan le
revela estos significados escondidos de dos formas. En algunos casos
ayudándole a comprender lo que vive; en otros, ofreciéndole palabras o
expresiones para poder expresar su experiencia o la de otros. 1.1 El evangelio de Juan le ayuda a entender la vida Para Teresita la vida es lo primero. No se acerca al
evangelio partiendo del texto, sino de lo que ella está viviendo
concretamente en ese momento. Una determinada situación le evoca
espontáneamente una escena evangélica o una expresión de Jesús. De esta forma
Teresa capta el sentido de los acontecimientos y los interpreta a la luz de
la Palabra de Dios. Veamos algunos ejemplos. El evangelio le ayuda a comprender algunas alteraciones
biológicas de su cuerpo, más allá de lo puramente fisiológico o psicológico. Su
extraña enfermedad, antes de entrar al Carmelo, por ejemplo, se le revela
misteriosa como la de Lázaro y formando parte del amplio designio del plan de
Dios: "esta enfermedad no era de muerte, sino, como la de Lázaro, para
que Dios fuera glorificado" [7]. Pocos meses antes de su muerte es
sorprendida por un llanto inesperado durante el acto de contrición antes de
comulgar. Las palabras que Jesús dirige a Nicodemo
sobre la libertad del Espíritu, que escapa al control humano, le ayudan a
interpretar el hecho en su verdadera profundidad. No se trata de una simple
reacción psicológica sino de una manifestación misteriosa del Espíritu: "Creo que las lágrimas que derramé esta mañana eran
lágrimas de contrición perfecta. ÁY qué difícil es producir una misma esa
clase de sentimientos! Es el Espíritu Santo quien
los da, él, que sopla donde quiere" [8]. Durante sus momentos de desolación espiritual de nuevo es
el evangelio el que la orienta y sostiene. Poco después de su viaje a Roma
vive un momento de densa oscuridad espiritual. Dos escenas del evangelio de
Juan le revelan la lógica misteriosa de la acción de Dios y el aspecto
transitorio, pero necesario, de las pruebas de la fe: "Fue una prueba muy dura para mi fe. Pero Aquel cuyo
corazón vela mientras él duerme me hizo comprender que... con sus íntimos,
con su Madre, él no hace milagros hasta haber probado su fe. ÀNo dejó morir a Lázaro, a pesar de que Marta y María le
habían hecho saber que estaba enfermo...? Y en las
bodas de Caná, cuando la Virgen le pidió que
ayudara a los anfitriones, Àno le contestó que
todavía no había llegado su hora...? Pero después de
la prueba, Áqué recompensa!
ÁEl agua se convierte en vino..!
ÁLázaro resucita!"
[9]. En el momento de asumir un particular encargo al servicio
de la comunidad, de nuevo el evangelio le permite captar un sentido más
profundo. Cuando es nombrada ayudante de la maestra de novicias, por ejemplo,
recordará en más de una ocasión las palabras del Buen Pastor y la misión
encomendada a Pedro en el evangelio de Juan. De esta manera interpreta la
nueva responsabilidad como misión recibida directamente de Jesús y la vive
reproduciendo las mismas actitudes pastorales del Señor: "Como dijo un día Jesús a San Pedro, también usted le
dijo a su hija: 'Apacienta mis corderos' (Jn 21,15). Y yo me quedé atónita, y
le dije que era demasiado pequeña..." [10]. "Sé muy bien que a tus corderitos les parezco
severa... Los corderitos pueden decir lo que quieran. En el fondo, saben que
les amo con verdadero amor y que no nunca imitaré al mercenario, que, al ver
venir al lobo, abandona el rebaño y huye (Jn 10,12). Yo estoy dispuesta a dar
mi vida por ellos (Jn 10,11)" [11]. El evangelio sobre todo le revela el amor y la
misericordia de Dios [12]. Pocos meses antes de su muerte, consciente que en
el convento hay hermanas que la juzgan con severidad, mientras otras la ven
con benevolencia, desea saber lo que realmente Jesús piensa de ella y le
vienen a la mente espontáneamente unas palabras del evangelio de Juan: "Al volver a mi celda, me preguntaba qué pensaría
Jesús de mí, y al instante me acordé de aquellas palabras que un día dirigió
a la mujer adúltera: 'ÀNinguno te ha condenado?' Y yo, con lágrimas en los ojos, le contesté: 'Ninguno,
Señor...'" [13]. Teresa acude al evangelio y comprende lo que vive desde
una nueva dimensión [14]. Un método totalmente espontáneo, fundamentado en el
dinamismo de la fe, de la esperanza y del amor, acercándose siempre el texto
sagrado a partir de cuestiones vitales [15]. 1.2 El Evangelio le ofrece palabras para expresar la vida El evangelio también ofrece a Teresa un lenguaje apropiado
para poder expresar lo que con otras palabras quizás quedaría empobrecido y
limitado. Se sirve de algunas palabras o frases del evangelio, las interpreta
con gran libertad y las utiliza al servicio de su propia experiencia [16].
Las expresiones joánicas más importantes que
utiliza Teresa son: la imagen del grano de trigo que cayendo en tierra da
mucho fruto (Jn 12,24-25), la afirmación de Jesús sobre las muchas moradas que
existen en la casa de su Padre (Jn 14,2) y la alegoría de la vid y los
sarmientos (Jn 15). 1.2.1 El grano de trigo que cae en tierra y muere (Jn
12,24-25) En el evangelio de Juan esta imagen representa la
fecundidad de la muerte de Jesús. En su muerte, como en la del grano de
trigo, está el germen de la vida. Jesús en la cruz será glorificado y atraerá
a todos hacia él (cf. Jn 12,23-33). Teresa utiliza la imagen cuatro veces en
sus escritos. Madre Inés recuerda que, poco antes de la muerte de Teresita,
cuando le decía que después de su partida todas serían muy buenas y que la
comunidad se renovaría, ella le contestó con esta expresión del evangelio
[17]. Teresa estaba convencida que todo fruto auténtico de vida evangélica
brota del sufrimiento, como la gloria de Jesús a partir de la cruz. Esta imagen evangélica también le ayuda a comprender la
fecundidad del dolor cuando se asume como precio de la fidelidad a Dios y a
la propia misión. Teresa sabe con certeza que ningún sufrimiento por el
evangelio es inútil. En efecto, escribe a M. Inés: "Veo que el sufrimiento es capaz de engendrar almas,
y estas sublimes palabras de Jesús se revelan como nunca en toda su
profundidad: 'Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere,
queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto' [...] Has sembrado entre
lágrimas, pero pronto verás el fruto de tus trabajos" [18]. Y en una poesía afirma a propósito de su propia vida:
"ÁOh qué suerte para mí!
Fui contada entre los granos de maduro y puro trigo destinados a perder por
Jesús su ser y vida!" [19]. Teresa encuentra en
esta imagen joánica una expresión de su propia
existencia. Ella es grano de trigo maduro, junto a otros muchos, destinados a
ofrecerse cotidianamente por Jesús. El acento no está puesto en el sufrimiento,
sino en el vivir por la causa de Jesús. Así ve Teresa la cruz de la
abnegación evangélica. Sin fatalismo ni amargura, sino como expresión y
camino de vida verdadera [20]. 1.2.2 En la casa de mi Padre hay muchas moradas (Jn 14,2) Esta expresión de sabor sapiencial y apocalíptico, era
corriente en el ambiente judío popular del siglo I y designaba el cielo como
casa paterna en la que hay habitaciones para todos los pueblos. Juan la
utiliza en sentido metafórico, para hablar de la última morada del creyente,
en unión con Jesús junto al Padre. Teresa la interpreta con una gran
libertad. Las muchas moradas de la casa del Padre le evocan, las diversas
expresiones en que se plasma la existencia cristiana. Utiliza la expresión tres veces en sus escritos siempre
con el mismo sentido. Cuando se refiere, por ejemplo, a esos libros doctos y
complicados que "le quiebran la cabeza y le secan el corazón", y
que "son hechos para grandes almas y espíritus elevados", afirma:
"Me alegro enormemente de que en el reino de Dios haya muchas moradas,
porque si no hubiese más que ésa cuya descripción y cuyo camino me parecen
incomprensibles, yo no podría entrar en él" [21]. Comparando su vida con la de algunos santos escribe en
otra carta: "Sé que ha habido santos que pasaron su vida
practicando asombrosas mortificaciones para expiar sus pecados. Pero, Àqué quiere?, 'en la casa del
Padre celestial hay muchas estancias'. Lo dijo Jesús, y por eso sigo el
camino que él me traza. Procuro no preocuparme ya de mí misma en nada y dejar
en sus manos lo que él quiera obrar en mi alma, pues no he elegido una vida
de austeridad para expiar mis faltas sino la de los demás" [22]. Esta original interpretación le permite en más de una
ocasión, afirmar la singularidad de su propia experiencia cristiana,
fundamentada en la sencillez y el abandono en Dios. Todavía pocos meses antes
de su muerte hizo este comentario a propósito de un sacerdote muy mortificado
que sufría unas picazones insoportables y se privaba incluso de aliviarlas: "ÁQué bien ha hecho el
Señor en decirnos: 'En la casa de mi Padre hay muchas estancias'! Yo prefiero mortificarme de otra manera, y no en cosas
tan molestas; no hubiera sido capaz de aguantarme de ese modo" [23]. 1.2.3 La vid y los sarmientos (Jn 15) Esta alegoría joánica, de rico
trasfondo veterotestamentario [24], representa a
Jesús "vid verdadera" y a los suyos,"los sarmientos",
como el nuevo y verdadero pueblo de Dios que nace y vive de la Palabra y del
Espíritu recibidos de Jesús. Esta nueva comunidad, "vid-sarmientos",
tiene una misión, debe dar un fruto, que es consecuencia y expresión de la
comunión con Jesús. Teresa en dos poesías utiliza esta alegoría para hablar de
ella misma. Ella es el sarmiento que unido a Jesús podrá ofrecerle muchas
almas. Su interpretación enriquece la imagen joánica,
desde la perspectiva de su propia experiencia de la pequeñez espiritual. El
sarmiento es débil, pero unido a Jesús, es capaz de producir un fruto jugoso
y abundante: "Uneme a ti, Dios mío, Viña
santa y sagrada, y mi débil sarmiento dará su fruto bueno, y yo podré
ofrecerte un racimo dorado... Es de amor el racimo, sus granos son las
almas... ÁOh, dame, Jesús mío, el fuego de un
apóstol nada más que por hoy!" [25]. En otra poesía, con una interpretación más libre de la
imagen joánica, ella misma con su sufrimiento es el
racimo que se ofrece a Jesús: "ÁOh Jesús, viña
sagrada!, lo sabes, mi Rey divino: soy un racimo
dorado que han de arrancar para ti. Exprimida en el lagar del oscuro
sufrimiento yo te probaré mi amor" [26]. 2. El evangelio como evento Para Teresa el evangelio no es sólo historia pasada. Es
también evento que se actualiza en su vida y en la de los demás. Contemplando
a Jesús en el evangelio descubre que las situaciones que él vivió, sus
palabras y sus sentimientos, se repiten misteriosamente en su propia
historia. Detrás de esta intuición está su firme convicción que Jesús está
presente en su vida y que todo lo suyo, lo que dijo y lo que hizo, no es
solamente un recuerdo sino una realidad permanente que adquiere vida en la
existencia de cada creyente [27]. Su lectura del evangelio alcanza un punto
culminante cuando, a través de su respuesta de fe, la historia de Jesús se
hace presente en la suya, y las dos terminan por fundirse e identificarse
[28]. 2.1 Situaciones evangélicas La escena de las Bodas de Caná
[29], se repite misteriosamente en la convivencia de los esposos de hoy,
cuando experimentan la presencia generosa y consoladora de Jesús. En una
carta a la señora de Pottier comenta: "Me encomiendas que rece por tu querido esposo...
Pido a Nuestro Señor que se muestre tan generoso con vosotros como se mostró
en otro tiempo con los esposos de las bodas de Caná.
Que él convierta siempre el agua en vino..., es decir, que continúe haciéndote
feliz y que suavice, en la medida de lo posible, las adversidades que
encontraréis en la vida" [30]. También la experiencia de amistad vivida por Jesús con la
familia de Lázaro en Betania se repite en cada
familia cristiana que vive unida a Jesús. Escribiendo a su tía Celina de Guérin, le confiesa: "me siento feliz de ver qué
bien sirven a Dios los que amo, y me pregunto por qué razón me concedió la
gracia de pertenecer a una familia tan maravillosa" y comenta: "me
parece que Jesús se va a gusto a descansar en vuestra casa, como lo hacía en
otro tiempo en Betania" [31]. Para Teresa también la escena evangélica de la unción de Betania es una realidad de hoy. Se actualiza en el
misterio de la vocación contemplativa en la vida de la Iglesia. La misma
sobreabundancia de amor mostrado por María de Betania
hacia su amigo Jesús, es el que hoy mueve a algunos creyentes a consagrarse a
él con un amor totalizante. Igual que María, que
fue incomprendida, lo es hoy también la vida contemplativa. Aquel perfume derramado
en Betania sigue siendo hoy necesario para la
Iglesia y el mundo [32]. Escuchemos el comentario de Teresita: "Jesús nos defendió en la persona de la Magdalena. El
estaba a la mesa, Marta servía, Lázaro comía con él y con los discípulos. ÀY
María? María no pensaba en tomar alimento, sino en agradar al que amaba; por
eso, tomó un vaso lleno de un perfume muy costoso y, rompiendo el vaso, lo
derramó sobre la cabeza de Jesús, y toda la casa se llenó del perfume del
ungüento, pero los Apóstoles murmuraban contra la Magdalena... Lo mismo
ocurre con nosotras: los cristianos más fervorosos, los sacerdotes piensan
que exageramos, que deberíamos servir con Marta en vez de consagrar a Jesús
los vasos de nuestras vidas con los perfumes que en ellos se encierran... Y
sin embargo, Àqué importa que se rompan nuestros
vasos, si Jesús recibe consuelo y el mundo, aun a pesar suyo, se ve obligado
a sentir el perfume que de ellos se desprende y que sirve para purificar el
aire envenenado que respira sin cesar?" [33]. Otro icono joánico que Teresa ve
realizado en su vida es aquel del discípulo amado que se recuesta al pecho de
Jesús en la última cena. Teresita nos confiesa sus propios sentimientos
delante de esta escena que la cautiva profundamente. Descubre la cercanía y
el amor entre Jesús y el discípulo. Pero está convencida que esa comunión de
amor se repite en su vida. Es más, como esposa de Jesús, vive una experiencia
no solo similar sino más profunda: "Acuérdate de que, en un trance santo de divina
embriaguez, tu apóstol virgen descansó su cabeza sobre tu corazón. ÁSeñor, en tu descanso conoció tu ternura, comprendió tus
secretos! No me siento celosa del discípulo amado,
también yo tus secretos conozco, soy tu esposa. Duermo sobre tu pecho, divino
Salvador, Áél es mío!"
[34]. Otra escena evangélica, a la que dedicará un comentario
poético [35], es la visita de María Magdalena al sepulcro de Jesús la mañana
de Pascua. María es, para Teresita, un claro ejemplo de quien busca
insistentemente y con perseverancia. Por eso se identifica con ella en los
momentos en que intenta conseguir algo apasionadamente [36]. La búsqueda
amorosa de María se repite en la vida de Teresa cuando ésta busca con ansias
una respuesta de Dios a través de la Escritura: "Abrí las cartas de san Pablo con el fin de buscar
una respuesta [...] Al igual que Magdalena, inclinándose sin cesar sobre la
tumba vacía, acabó por encontrar lo que buscaba, así también yo, abajándome
hasta las profundidades de mi nada, subí tan alto que logré alcanzar mi intento.
Seguí leyendo, sin desanimarme" [37]. 2.2 Palabras del evangelio Santa Teresita nos refiere que su oración muchas veces era
solamente repetir las palabras de Pedro en el evangelio de Juan: "Cuando
estoy junto al sagrario, yo no sé decirle a Nuestro Señor más que una cosa:
'Dios mío, tú sabes que te quiero' (Jn 21,15). Y siento que mi oración no le
cansa a Jesús. Como conoce la impotencia de su pobre esposa, se conforma con
su buena voluntad" [38]. Pero Teresa va más allá todavía. Se apropia de las palabras
mismas de Jesús, citándolas en primera persona, como cosa suya. Cita
largamente el capítulo 17 del evangelio de Juan, como pronunciado por ella
misma, con una libertad y una audacia sorprendentes [39], adaptándolo a su
propia situación: salta versículos, los reordena, cambia palabras, etc [40]. Después que lo ha escrito comenta: "Estoy
asombrada de lo que acabo de escribir, pues no tenía intención de hacerlo. Ya
que está escrito, habrá que dejarlo" [41]. Ha escrito impulsada
espontáneamente por el amor que le une a Jesús [42]. Su audacia es la del
niño que siente como suyo lo que pertenece a su padre, y por eso repite como
propias sus palabras [43]. La explicación nos la ofrece la misma santa: "ÀEs tal vez una temeridad? No, no. Hace ya mucho tiempo que tú me has permitido ser
audaz contigo. Como el padre del hijo pródigo cuando hablaba con su hijo
mayor, tú me dijiste: 'Todo lo mío es tuyo'. Por tanto, tus palabras son
mías, y yo puedo servirme de ellas para atraer sobre las almas que están
unidas a mí las gracias del Padre celestial" [44]. En otra ocasión, escribiendo al abate Bellière,
pocos meses antes de su muerte, de nuevo se apropia de las palabras de Jesús,
citando en primera persona Jn 16,5-7, y comenta: "Lo único que puedo es
hacer mías las palabras de Jesús en la última cena. No creo que se ofenda,
pues soy su esposa y, por consiguiente, sus bienes son míos" [45]. El
amor que le une a Jesús le permite compartir lo suyo, incluída
su misma palabra. 2.3 Los sentimientos
de Jesús Teresa también arde con los mismos sentimientos de amor
con los cuales ardió Jesús [46]. Esto es manifiesto en sus comentarios a
propósito de la sed de Jesús en la cruz (Jn 19,28) y del ruego de Jesús a la
samaritana en Jn 4,7: "dame de beber". En relación al primer caso,
Teresa escribe: "Resonaba continuamente en mi corazón el grito de
Jesús en la cruz: 'Tengo sed'. Estas palabras encendían en mí un ardor
desconocido y muy vivo... Querría dar de beber a mi Amado, y yo misma me
sentía devorada por la sed de almas" [47]. En relación al segundo texto de Juan comenta: "Mi deseo de salvar almas fue creciendo de día en
día. Me parecía oír a Jesús decirme como a la Samaritana: 'ÁDame de beber!'. Era un
verdadero intercambio de amor: yo daba a las almas la sangre de Jesús, y a
Jesús le ofrecía esas mismas almas refrescadas por su rocío divino. Así me
parecía que aplacaba su sed" [48]. La persona de Jesús, revelador del Padre, constituye el
núcleo central del evangelio de Juan. Su objetivo es uno solo: colocar al
hombre delante del misterio de Jesús, invitándolo a creer en él, ya que la
experiencia cristiana nace de este encuentro y se sostiene siempre en la
comunión vital y personal con él. Jesús es el revelador, la palabra última y
decisiva de Dios para la humanidad. Una palabra que es Jesús mismo, en quien
se ha manifestado un Dios lleno de amor por la humanidad (cf. Jn 3,16), que
no juzga al mundo sino que le dona su misma vida. Nos proponemos mostrar ahora la forma en que Teresita ha
captado los grandes temas doctrinales del evangelio de Juan y cómo éstos han
influido en su espiritualidad. 3.1 El Verbo-Palabra
El cuarto evangelio es la historia de lo que Dios ha
realizado en Jesús y a través de Jesús. Esta historia es precedida de un prólogo
poético (Jn 1,18) que nos ayuda a captar su sentido: Jesús de Nazaret es el
Verbo-Palabra eterna hecha carne, en quien se revela la gloria de Dios, es
decir, su amor por los hombres. Santa Teresita manifiesta una particular
predilección por este misterio. Jesús es, para ella, el "Verbo
eterno" [49], "el Verbo de Dios" [50]; "el Verbo de
Vida" [51]; "el Verbo increado" [52]; "el Verbo
Esposo" [53]. Para ella este misterio del Verbo eterno se manifiesta
siempre en la historia concreta de Jesús y en su propia experiencia de
creyente. No duda en afirmar, por ejemplo, que el Verbo, es "Hijo del
Padre e Hijo de María" y que "con amor inmenso se inmola en el
altar" [54]. El Verbo es el niño que nace en Belén: "Veo al Eterno
envuelto en pañales, y oigo el tierno vagido ("faible
cri") del Verbo entre las pajas" [55]. El
Verbo es Jesús que muere en la cruz: "ÁAcuérdate,
Jesús, Verbo de vida, de que tanto me amaste, que moriste por mí!" [56]. El Verbo es sobre todo el objeto exclusivo
de su amor: "ÁOh, Jesús, mi único amor, Verbo
eterno!" [57]; "ÁYo
te amaré, con el mismo amor con el que tu me amas, Jesús, Verbo Eterno!" [58]. Para la santa el amor al Verbo Eterno se realiza en la
comunión de amor con Jesús: "ÁVivir de amor
quiere decir guardarte a ti, Verbo increado, Palabra de mi Dios! Lo sabes, Jesús mío, yo te amo" [59]. Una idea
exquisitamente joánica. Vale la pena recordar el
conocido comentario de Teresa al misterio de la Palabra, en uno de sus textos
de mayor sabor joánico: "Me parece que la palabra de Jesús es él mismo...,
él, Jesús, el Verbo, Ála Palabra de Dios...! Nos lo dice más adelante en el mismo evangelio de san
Juan cuando ora al Padre por sus discípulos. Se expresa así: 'Santifícalos
con tu palabra, tu palabra es la verdad'. Y en otra parte Jesús nos enseña
que él es el camino, la verdad y la vida. Sabemos, pues, cuál es la Palabra
que tenemos que guardar [...] Nosotras poseemos la Verdad, guardamos a Jesús
en nuestros corazones [60]". Teresita ha descubierto lo decisivo de este misterio en la
vida cristiana y comenta en esa misma carta: "Guardar la Palabra de
Jesús. Esa es la única condición para nuestra felicidad, la prueba de nuestro
amor a él". 3.2 La fe En Juan, al misterio del Verbo hecho carne sigue la
respuesta de fe de la comunidad que ha visto y tocado "la gloria",
es decir, la manifestación del amor salvífico de Dios. Una fe que no se funda
en la experiencia visible sino que echa raíces en una confianza inconmovible
en Dios. A Teresita le han impresionado las palabras que Jesús dirige a
Tomás, al final del evangelio: "Porque me has visto has creído. Dichosos
los que no han visto y han creído" (Jn 20,29). En ellas encuentra la
descripción de su misma vida de fe y de amor a Jesús: "Acuérdate de aquello que dijiste el día de tu
triunfo: 'ÁDichoso el que sin ver en plenitud de
gloria al Hijo del Altísimo, sin embargo le creyó!'
Desde la oscura noche de mi fe yo te amo ya y te adoro" (PN 24,27). Esta actitud se identifica con una de las características
fundamentales de su espiritualidad: la fe como confianza y abandono aun en
medio de las más densas tinieblas. Así lo atestiguan sus palabras pocos meses
antes de morir: "En mi caminito no hay que desear ver nada" [61];
"Nunca he deseado tener visiones. En la tierra no se puede ver el cielo.
Yo prefiero esperar a después de la muerte" [62]; "He deseado no
ver a Dios ni a los santos y vivir en la noche de la fe, con mucha mayor
intensidad con la que otros desean ver y comprender" [63]; "No, no
deseo ver a Dios en la tierra. Y sin embargo, Ále amo! También amo mucho a la Santísima Virgen y a los santos,
y tampoco deseo verlos" [64]. 3.3 El mandamiento
nuevo Cuando Teresa habla del mandamiento nuevo refleja algunos
aspectos esenciales del evangelio de Juan [65]. Para Juan, el amor antes de
ser un mandamiento es una revelación del amor que une al Padre con el Hijo, y
al Hijo con nosotros y una invitación a la libertad del hombre a entrar en
esa comunión. También para Teresa el amor es una gracia. Una gracia el
comprenderlo y una gracia el vivirlo. 3.3.1 La gracia de
comprender el amor "Este año, -escribe Teresa-, Dios me ha concedido la
gracia de comprender lo que es la caridad [...] amándole comprendí que mi
amor no podía expresarse tan sólo en palabras" [66]. Una gracia que
Teresa ha recibido de Dios como respuesta a su amor: el descubrimiento del
amor es una respuesta al amor. Profundizar su misterio no es otra cosa sino
comprender las palabras de Jesús en el evangelio: "Os doy un mandamiento
nuevo: que os améis los unos a los otros. Que como yo os he amado así os
améis también vosotros los unos a los otros" (Jn 13,34). Teresa centra su atención en Cristo y se pregunta:
"ÀY cómo amó Jesús a sus discípulos y por qué los amó?"
[67]. Y se le descubre allí mismo la dimensión de gratuidad del amor de Jesús
por los suyos. Son sus amigos simplemente porque son el objeto especial de su
amor, un amor que se extiende hasta el sacrificio mismo de la vida por ellos:
"No, -comenta acertadamente Teresa-, no eran sus cualidades naturales
las que podían atraerle". Pero el descubrimiento del mandamiento del
amor en Santa Teresita alcanza toda su profundidad sólo cuando la compromete
vitalmente: "meditando estas palabras de Jesús comprendí lo
imperfecto que era mi amor a mis hermanas y vi que
no las amaba como las ama Dios... pero, sobre todo, comprendí que la caridad
no debe quedarse encerrada en el fondo del corazón" [68]. 3.3.2 La gracia de
vivir el amor Aquí Teresa se acerca al corazón mismo de la doctrina de
Juan sobre el amor. ÀEs posible amar como Jesús? En la teología joánica, el
amor evangélico es un don divino. Amar como Cristo es hacerlo unido a él,
como el sarmiento a la vid. Teresa ha descubierto esta dimensión teologal del
mandamiento nuevo: "Yo sé, Señor que tú no me mandas nada imposible. Tú
conoces mejor que yo mi debilidad, mi imperfección. Tú sabes bien que yo
nunca podré amar a mis hermanas como tú las amas, si tú mismo, Jesús mío, no
las amaras también en mí. Y porque querías concederme esta gracia, por eso me
diste un mandamiento nuevo... ÁY cómo amo este mandamiento, pues me da la
certeza de que tu voluntad es amar tú en mí a todos los que me mandas amar!..." [69]. Teresa ha tocado el mismo centro de la revelación joánica sobre el amor. La existencia cristiana, para el
cuarto evangelio, no es más que la prolongación de la comunión que une al
Padre y al Hijo y que históricamente se ha manifestado en el amor de Jesús a
sus discípulos. Como la misma vida de Jesús, también la vida del discípulo no
es sólo don, gratuidad, intimidad de amistad, sino también dinamismo que se
expande y difunde hacia todos los hombres. Es amor de expansión. Es lo que
precisamente afirma Teresita hablando del amor: "Sí, lo se: cuando soy
caritativa, es únicamente Jesús que actúa en mí. Cuanto más unida estoy a él,
más amo a todas mis hermanas" (Ms C 12v). 3.4 La dimensión
misionera Hoy es unánimemente aceptado entre los estudiosos el hecho
que el evangelio de Juan refleja ciertamente una comunidad de discípulos en
misión. Una misión que se expresa concretamente con los verbos
"mandar" y "enviar", ya sea a propósito del Padre que
manda a Jesús (cf. Jn 3,17; 4,34; 5,30.36.38; Jn 6,29.38), o de Jesús que
envía a los discípulos (cf. Jn 13,20; 17,18; 20,21). Santa Teresita ha interpretado la sed de Jesús en la cruz
y su ruego a la samaritana como "sed de amor, sed de almas", sed
que ella misma experimenta de forma personal y que desea saciar con su ardor
misionero [70]. En su comentario a la alegoría de la vid y los sarmientos,
como débil sarmiento unida a la Viña santa y sagrada, desea poder ofrecer
fruto bueno, un verdadero racimo de amor cuyos granos son las almas [71]. Pero en el corazón misionero de la santa incluso otros
textos de Juan, no directamente relacionados con la misión, se volvieron luz
para iluminar el trabajo y el sacrificio concreto de los misioneros. Al abate
Bellière que sufre el sacrificio de tener que
abandonar a los suyos, le recuerda en una carta la escena joánica
del calvario: "El también sufrió este martirio: por salvar nuestras
almas, abandonó a su Madre, vio a la Virgen Inmaculada de pie junto a la
cruz" [72]. Y al P. Roulland un año más tarde
en otra carta le comenta a propósito del amor del misionero: "ÁJesús tenía mucha razón cuando decía que no hay amor más
grande que ése!" [73]. Es muy significativo su comentario a las palabras que
Jesús dirige a sus discípulos: "Alzad vuestros ojos y ved los campos que
blanquean ya para la siega" (Jn 4,35). El contexto de la frase (Jn
4,35-38) alude directamente a la actividad misionera. Los campos blanqueando
para la siega son los samaritanos que están acercándose a Jesús y que llegan
a creer en él (Jn 4,41). Ellos son las primicias de la siega mesiánica, con
quienes comienza a realizarse la reunión de todas las naciones. Teresita comenta en dos oportunidades este texto
subrayando precisamente la dimensión misionera de la vida cristiana. En una
carta dirigida a Celina comenta el texto joánico
junto a Mt 9,37-38: "Rogad al dueño de la mies que mande
trabajadores" y dice: "Jesús siente por nosotras un amor tan incomprensible
que quiere que tengamos parte con él en la salvación de las almas. El no
quiere hacer nada sin nosotros. El creador del universo espera la oración de
una pobre alma para salvar a las demás almas, rescatadas como ella al precio
de toda su sangre" [74]. Nos ofrece una interpretación espiritual muy original de
la expresión "alzad los ojos y mirad" [75], en relación con la
dimensión apostólica de la oración del contemplativo: "Nuestra vocación no consiste en ir a segar en los
campos de mieses maduras. Jesús no nos dice: 'Bajad
los ojos, mirad los campos e id a segar'. Nuestra
misión es más sublime todavía. He aquí las palabras de nuestro Jesús:
'Levantad los ojos y mirad'. Mirad cómo en mi cielo hay varios sitios vacíos,
a vosotras os toca llenarlos, vosotras sois mis Moisés orando en la montaña,
pedidme trabajadores y yo los enviaré, Áno espero
más que una oración, un suspiro de vuestro corazón..!
... ÁMe parece tan hermoso nuestro destino!, Àqué tenemos que envidiar a
los sacerdotes...?" [76]. Al final de nuestro recorrido por el evangelio de Juan,
llevados por la mano de Santa Teresita, queremos ofrecer algunas
conclusiones. Es difícil concluir algo. Cada existencia cristiana se
desarrolla por senderos diversos, según la rica y variada acción del
Espíritu. Creemos, sin embargo, que la lectura que Santa Teresita hace del
cuarto evangelio puede servirnos de estímulo para renovar nuestra lectura y
vivencia de la Palabra de Dios. 4.1 Una lectura de
discípulo Teresita nos enseña a leer el evangelio como discípulos.
Más que leer, ella escucha y contempla. El discípulo no desea conocer
"algo" sino a "alguien". En el evangelio encuentra a
Jesús personalmente con toda la frescura de su mensaje. Pero en la historia
de Jesús descubre también su propia historia. El evangelio canónico se vuelve
en ella evangelio viviente. El camino de Jesús se repite y se encarna en su
vida de todos los días. Teresita nos enseña que sólo la escucha de Jesús en
el evangelio posibilita el seguimiento: "Sólo tengo que poner los ojos
en el santo Evangelio para respirar los perfumes de la vida de Jesús y saber
hacia dónde correr" [77]. La lectura del evangelio posibilita entrar en
la escuela del Maestro para aprender personalmente un estilo de vida que de sentido
a la existencia. 4.2 Una lectura del
evangelio al contacto con la vida La vida misma fue creando en ella la preferencia por
determinados pasajes bíblicos. Lee el evangelio de una forma selectiva y
personal, centrando su atención en determinados textos que le han fascinado
mayormente y que le han sido más útiles para la comprensión de su experiencia
espiritual. Lee el evangelio al ritmo de la vida. Las distintas
circunstancias que va viviendo le van orientando en
su lectura del evangelio como luz y como evento. Nos enseña de esta forma a
vivir abiertos a los caminos del Espíritu en la vida, buscando en la Palabra
de Dios la luz y la fuerza para perseverar con fidelidad en nuestra misión en
la Iglesia. 4.3 Una lectura
sapiencial Santa Teresita ordinariamente interpreta los textos
bastante bien. Una palabra le evoca mucho más de lo que contiene porque lee
la Biblia, con actitud sapiencial, con "la ciencia del amor" [78],
con "la sabiduría de los pequeños" [79]. Su lectura del evangelio
nos revela que la Escritura es más que la letra. Es dinamismo de comunión, de
amor y de vida, que se vuelve Palabra de Dios sólo cuando se acoge desde la
vida y desde el amor. En este sentido, su lectura bíblica es muy rica y
ejemplar. Sin embargo, este tipo de exégesis amorosa y sapiencial, no debe
sustituir la búsqueda del sentido literal de los textos, el cual debe siempre
fundamentar la correcta lectura de la Biblia. Lo ideal es que ambas lecturas
puedan complementarse mutuamente. 4.4 Una lectura
desde la doble vertiente de la "interioridad" y de la
"comunidad". El evangelio de Juan pone a Santa Teresita en contacto con
el misterio de Jesús Palabra Eterna. Sin embargo ella no queda nunca
encerrada en un intimismo estéril. Su conocimiento amoroso de Jesús, le hace
descubrir el valor de la comunidad y de la misión con horizontes universales.
Vive en una armónica síntesis las dos grandes coordenadas del evangelio joánico, la adhesión a Jesús y el mandamiento del amor.
Una bella síntesis de su lectura del cuarto evangelio la encontramos en su
conocida frase: "Cuanto más unida estoy a él, más amo a todas mis
hermanas [80]". P. Silvio José Báez o.c.d. Roma, septiembre 1997. Notas [1] Cf. Exhortación Apostólica Vita
Consecrata, 94. [2] Sobre la dimensión bíblica de la doctrina teresiana
merecen destacarse los siguientes estudios: J. Ly,
"La doctrine de Sta. Thérèse.
La doctrine biblique", Vie
Thérésienne 7 (1967) 71-77; R. Moretti,
Teresa di Lisieux e la Bibbia, Roma 1973;
"Teresa di Lisieux, una spiritualità tutta biblica", en AA.
VV., Parola e Spirito. Studio in onore di Settimio Cipriani, Brescia 1982,
1355-1381; P. Barbagli, "Fondamenti
biblici della dottrina dell'infanzia spirituale", Ephemerides Carmeliticae 24 (1973) 3-43; G. Gaucher,
"Introduction", en La Bible
avec Thérèse de Lisieux,
9-41; G. Helewa, "La Bibbia
sorgente della spiritualità teresiana", en AA. VV., Teresa di
Lisieux. Esperienza e messaggio,
Roma 1973, 213-234; M. Veys, "Thérèse et la Bible",
Carmel (1980) 129-138; P.M., Jerumanis, "Un
maître pour pénétrer dans la parole de Dieu", en AA. VV., Thérèse
de l'Enfant -Jésus, Docteur de l'amour, Venasque 1990; R. Llamas, "La Biblia fuente
espiritual de la vida y el mensaje de S. Teresa de Lisieux", Ephemerides Carmeliticae 32
(1981)125-153; "Santa Teresita y su experiencia de la Palabra de
Dios", Revista de Espiritualidad 219-220 (1996) 267-324; V. Pasquetto, "Teresa di Lisieux interprete del Vangelo", en AA.VV.,
Teresa di Lisieux. Genio e Santità, Fiamma Viva 37, Roma 1996, 103-122. [3] Las citas de los evangelios son muchísimas en sus
escritos: cf. J. Courtez, "Le citations bibliques dans la correspondance de Thérèse de Lisieux", Revue
d'ascétique et de mystique
44 (1968) 63-85 o en Vie Thérésiene
7 (1967) 38-47 y 95-103. Puede verse también La Bible
avec Thérèse de Lisieux. Textes de Sainte Thérèse de l'Enfant Jésus et de la Sainte-Face, 1979. [4] El evangelio de Juan no es el más citado en sus
escritos, pero es el único del que aparecen referencias de todos sus
capítulos. Sobre la presencia del cuarto evangelio en la autobiografía de
Teresa cf. N. Hausman, "Nietzsche et Thérèse de Lisieux interprètes
de saint Jean", Nouvelle
Revue Théologique 105
(1983) 228-242. [5] Citamos los textos de la santa según la traducción
castellana de Teresa de Lisieux, Obras completas. Escritos y últimas
conversaciones, ed. Monte Carmelo, Burgos 1996.
Utilizaremos las siguientes siglas: Ms A, Ms
B, y Ms C=Manúscritos
autobiográficos A, B y C respectivamente. La sigla va seguida del número de
la hoja y la indicación de la plana CA=Cuaderno Amarillo de la madre Inés de Jesús Cta=Cartas de Teresa Est=Nueve "Estampas
bíblicas" realizadas por Teresa Or=Las 21 Oraciones de Teresa PN=Poesías de Teresa. [6] Ms A
83v [7] Ms A
28r [8] CA
12.8.3 [9] Ms A
67v [10] Ms C
3v [11] Ms C
23r/v [12] En su Ofrenda al amor misericordioso ve realizado en
ella el amor de Dios del que habla el evangelio de Juan: "me has amado
hasta darme a tu Hijo único para que fuese mi Salvador y mi Esposo (Jn
3,16)" (Or 6). [13] Cta. 230 [14] Cf. G. Gaucher, "Par dessus tout l'Évangile",
Vie Thérésiene 29 (1989)
204-207. [15] Cf. G. Gaucher, "Introduction", 24. [16] Cuando desea expresar la terrible prueba de fe por la
que pasa, no encuentra palabras apropiadas, y es precisamente el prólogo de Juan,
por medio de su conocida antítesis de luz y tinieblas, el que le permite
entender lo que vive. Lee con una gran libertad el texto evangélico. Las
tinieblas del mundo que rechazan la luz de Jesús, en la lectura de Teresa
pasan a ser las tinieblas de la fe. Ella, aun en medio de la oscuridad, a
diferencia del mundo hostil a la Palabra, acoge con docilidad la voluntad de
Dios: "Las tinieblas, Áay!, no supieron
comprender que este Rey divino era la luz del mundo... Pero, tu hija, Señor
ha comprendido tu divina luz." (Ms C 5v/6r). [17] CA 11.8.2 [18] Ms A 81r [19] PN 25,8 [20] Teresa también escribirá esta expresión evangélica en
una estampa que recordaba los sufrimientos de Juana de Arco (Est 2), probablemente queriendo evocar también sus propia prueba de la fe. [21] Cta. 226 [22] Cta. 247 [23] CA 1.8.6 [24] Cf. Is 5,1-7; Jer 2,21; Ez 19,10-12; Sal 80,9; Eclo
24, 17-20 [25] PN
5,9-10 [26] PN
25,7; cf. Ms A 85 v [27] Sobre esta convicción teresiana podemos recordar
otras dos frases suyas: "Veo que en mí se hacen realidad las palabras
del salmo XXII" (Ms A 3r); y en otro lugar (Ms C 21v): "se hacía realidad en nosotras [sor Marta
y ella misma] aquel pasaje de la Escritura: 'Hermano ayudado por su hermano
es como una plaza fuerte' (Prov 18,19)"; cf. también
Cta. 193. (Cf. G. Gaucher, "Introduction", 25). Puede verse también N. Hausman, "Nietzsche et Thérèse
de Lisieux", 238). [28] V. Pasquetto, "Teresa
di Lisieux, interprete del vangelo", 119. [29] El texto de las bodas de Caná
lo utiliza en otras dos ocasiones haciendo referencia a la Madre del Señor.
Se fija en la intercesión de María (PN 24,13) y en el amor y la confianza de
la Virgen hacia su hijo Jesús (PN 54,19). [30] Cta. 166 [31] Cta. 172 [32] La Exhortación Apostólica Vita
Consecrata hace un comentario semejante a este
texto, para enfrentar la objeción de la aparente inutilidad de la vida
consagrada: la vida religiosa tiene un valor, es la respuesta en
"sobreabundancia de gratuidad" a un Dios que llama y que ha amado
primero sin límites (Cf. Vita Consecrata
104) [33] Cta. 169 [34] PN 24,20 [35] Cf. PN 23,1-2 [36] Comentando su visita al Coliseo en Roma escribe:
"Se dice en el Evangelio que la Magdalena, perseverando junto al
sepulcro y agachándose insistentemente para mirar dentro, acabó por ver dos
ángeles. Yo, igual que ella, aun reconociendo la imposibilidad de ver
cumplidos mis deseos, seguía agachándome hacia las ruinas, adonde quería
bajar" (Ms A 60v/61r). [37] Ms B 3r/v [38] Cta 152 1r/v [39] Cf. Ms C 34r/v. Sobre esta
apropiación personal de las palabras de Jesús de parte de Teresa cf. G. Gaucher, "Introduction",
25-26; "Par dessus tout
l'evangile", 207-208; R. Moretti,
Teresa di Lisieux e la Bibbia, 143-153; N. Hausman, "Nietzsche et Thérèrese
de Lisieux", 239-242. [40] Cita Jn 17 en este orden: vv.
4.6.7.8.9.11.13.16.20.24.23. [41] Ms C 35r [42] Comenta al respecto R. Moretti,
Teresa e Lisieux e la Bibbia, 149: "I due si fondono nella stessa preghiera, come si sono fusi nello stesso
amore". [43] Cf.
G. Gaucher, "Par dessus
tout l'Évangile", 207. [44] Ms C 34v [45] Cta. 258. En otro lugar escribe: "Si no temiera
profanarlas sirviéndome de ellas, podría repetir las palabras que Jesús
dirigió a los apóstoles la noche de su Pasión: Tú has permanecido siempre
conmigo en mis pruebas (cf. Lc 22,28)..." (Ms
A 55v). [46] Cf. V. Pasquetto,
"Teresa di Lisieux interprete del Vangelo",
121. [47] Ms A 45v. "Acuérdate
de la amorosa queja que, clavado en la cruz, se te escapó del pecho. ÁEn el mío quedó, Señor grabada, y por eso comparte el
ardor de tu sed! Y cuanto más herido se siente por
tu fuego, más sed tiene, Jesús de darte almas" (PN 24,25; Est 1). (Cf. también PN 31,5-6; Or 12). [48] Ms A 46v; cf PN 24,10; Est 1 [49] Ms A
20v; PN 36,2; 54,10.24 [50] PN
24,5 [51] PN
24,26 [52] PN 17,2 [53] Ms A 77v; Cta. 183 [54] PN 3 [55] PN 54,10 [56] PN 24,26 [57] PN 36,2 [58] PN 41,2. Esta poesía no aparece en la traducción
castellana de ed. Monte Carmelo, 1996. Ofrecemos
nuestra propia traducción del texto francés tomado de Thérèse
de Lisieux, Oeuvres complètes,
Ed. du Cerf/Desclée de Brouwer, 1992, 726. [59] PN 17,2 [60] Cta. 165 [61] CA 4.6.1 [62] CA 5.8.4 [63] CA 11.8.5 [64] CA
11.9.6 [65] Cf.
J. McCaffrey, "St. Thérèse and the New
Commandment", Mount [66] Ms C
11v [67] Ms C
12r [68] Ms C
12r [69] Ms C
12v [70] Cf.
Ms A 45v/46v; PN 24,10.25; 31,5-6; Or 12; Est 1 [71] Cf. PN 5,9-10 [72] Cta. 213 [73] Cta. 226 [74] Cta. 135 [75] Muy probablemente san Juan utiliza la frase
"alzad los ojos y mirad" con el sentido que tenía en el Antiguo
Testamento. Era una invitación a contemplar la grandeza de Dios (Is 40,26);
con ella el Señor invita a Abraham a mirar lo que le da como don (Gen 13,14),
pero sobre todo, fue utilizada por los profetas como invitación para
contemplar la reunión de todas las naciones (Is 49,18; 60,4; Bar 5,5-6). [76] Cta. 135. En una poesía comenta este texto y nos
ofrece una interpretación similar: "Acuérdate de que al mirar los campos,
tu corazón divino presagiaba la siega, con los ojos alzados a la santa
Montaña, murmurabas los nombres de tus predestinados... Para que tu cosecha
recoger pronto puedas, mi Dios, todos los días me inmolo y te
suplico..." (PN 24,15). [77] Ms C 36v [78] Ms B 1r [79] Ms C 4r [80] Ms C
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Caminando
con Jesus Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant |