Caminando con Jesús Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |
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TERESA:
ALEGRÍA DE DIOS EN EL HOGAR (1873-1888) Capítulo I Autor: Julio
Cesar Gonzalez Carretti OCD 1.- VIDA DE FAMILIA. Teresa Martin nace en una
familia profundamente cristiana de la Francia de finales del siglo XIX. Sus
padres, hoy en proceso de beatificación, fueron el mejor modelo donde Teresa
vio reflejada la honestidad de un matrimonio santo y la religión vivida a
profundidad. El ambiente que la rodeó, además del hogar, las religiosas
benedictinas que la educaron, trabajaron no poco, en la formación espiritual
de a.- La hermosa sonrisa de la
Virgen. Hay acontecimientos en la vida
de Teresa que se convirtieron, con el paso del tiempo en verdaderas
experiencias de un Dios, que irrumpe en su vida, y que se hace al paso de esta joven
cristiana. A sus diez años sufrió una
extraña enfermedad con dolores de cabeza, temblores, etc., su padre, hombre
devoto, mando celebrar en Paris un
novenario de Misas por su hijita al santuario de la Virgen de las Victorias. Un domingo, 13 de
mayo de 1883, en que Teresa sufría demasiado su hermana María, imploró la
salud para su hermana a la imagen de
la Virgen que había en la habitación. “De repente, b.- Oración y eucaristía. El primer momento orante de
Teresa lo encontramos mientras se prepara a su primera comunión. Ante la
pregunta de una de sus profesoras de qué hacía cuando estaba sola, ella
respondió: “Yo le contesté que me metía en un espacio vacío que había detrás
de mi cama y que podía cerrar fácilmente con la cortina, y que allí pensaba.
¿Y en qué piensas?, me dijo. Pienso en Dios, en la vida,…en la eternidad,
bueno, pienso…Ahora comprendo que, sin saberlo, hacía oración y que ya Dios
me instruía en lo secreto” . Su primera comunión el 5 de mayo de 1884,
fue un día lleno de gozo: desde los besos que recibió de quienes la quieren
bien hasta lo más íntimo regalo que le preparó el propio Jesús: “¿Qué dulce
fue el primer beso de Jesús a mi alma…! Fue un beso de amor. Me sentía amada,
y decía a mi vez: “Te amo y me entrego a ti para siempre”…Desde hacía mucho
tiempo, Jesús y Ya no eran dos: Teresa había
desaparecido como la gota de agua que se pierde en medio del océano. Sólo
quedaba Jesús, él era el dueño, el rey. ¿No le había pedido Teresa que le
quitara su libertad, pues su libertad le daba miedo? ¡Se sentía tan débil,
tan frágil, que quería unirse para siempre a la Fuerza divina…!” . Con los años comprende que le había
entregado su libertad. Ese mismo día
profesaba en el Carmelo de Lisieux, su hermana Paulina, ahora, Inés de Jesús.
Las dos pertenecían a Jesús, una por la comunión que la estrechaba más a su
Corazón y la otra por los santos votos que la unían al Salvador para siempre.
Ambas en ese día se desposaron con Jesucristo, ya que la entrega de Teresa en
su primera comunión, será para siempre. El deseo de Teresa es reunirse con
Paulina, como monja de clausura. En su segunda comunión se
repite, después de comulgar, las palabras de San Pablo, pero antes confiesa:
“Sólo Jesús podía saciarme. Ansiaba el momento de poder recibirle…Ya no vivo
yo, ¡es Jesús quien vive en mí…!”. c.- Llena del Espíritu Santo.
Su confirmación el 14 de junio
de 1884 fue otro momento de gracia singular: “¡Qué gozo sentía en el alma! Al
igual que los apóstoles, esperaba jubilosa la visita del Espíritu Santo… Me
alegraba el pensar que pronto sería una cristiana perfecta, y, sobre todo, que iba a llevar eternamente
marcada en la frente la cruz misteriosa que traza el obispo al administrar
este sacramento…No sentí ningún viento impetuoso al descender el Espíritu
Santo, sino más bien aquella brisa tenue cuyo susurro escuchó Elías en el
Horeb…Aquel día recibí la fortaleza
para sufrir, ya que pronto iba a comenzar el martirio de mi alma…” . En el colegio se daba tiempo para estar con
Jesús: Subía a la tribuna de la capilla y me estaba allí delante del Santísimo…
¿No era acaso Jesús mi único amigo…? No sabía hablar más que con él. Las
conversaciones piadosas, me cansaban el alma… Sentía que vale más hablar con
Dios que hablar de Dios, ¡pues se suele mezclar tanto amor propio en las
conversaciones espirituales…!”. d.- Adolescencia difícil. Este es un período
personalmente muy difícil para Teresa, desde los nueve hasta los doce años:
su adolescencia. La muerte de la madre, cuando niña, la marcó profundamente
en lo psicológico; la perdida de una familia que disminuye puesto que cada
cierto tiempo un miembro ingresaba a la vida religiosa. El hogar se redujo a tres miembros, pálido reflejo de lo que había sido. La
enfermedad del Sr. Martin agravó e.- Dios fuerte se hace
débil. El 25 de diciembre de 1886,
Teresa recibe la gracia de Navidad. Es la salida definitiva de su niñez y el
paso a una adolescencia sana que la hace recuperar la confianza en sí
misma. Era el tiempo en que ya
suspiraba con el ingreso al Carmelo. Esa noche asistió con su padre y hermanas
a la Misa del Gallo. Se necesitaba un verdadero milagro del Niño Dios para
hacerla salir de su niñez: “Jesús, dulce niñito recién nacido, cambió la
noche de mi alma en torrentes de luz…En esa noche, en la que él se hizo débil
y doliente por mi amor, me hizo a mí fuerte y valerosa; me revistió de sus
armas, y desde aquella noche bendita ya no conocí la derrota en ningún
combate, sino que, al contrario, fui de victoria en victoria y comencé, por
así decirlo, una carrera de gigante” . Fue la noche de su total conversión acción
de un Dios fuerte poderoso. Luego de
la Misa del Gallo, una vez en casa corrió a abrir sus regalos y cuando subía
a su habitación escuchó a su padre decir con cierto fastidio: “Bueno, menos
mal que es el último año” . Estas
palabras traspasaron el corazón de Teresa, su niñez se hizo trizas, sus
lágrimas asomaron a sus ojos, pero reaccionó. Bajó las escaleras y con el
aire de una reina abrió sus regalos, con alegría. “¡Jesús había cambiado su
corazón!.. ¡Teresita había vuelto a encontrar la fortaleza de ánimo que había
perdido a los cuatro años y medio, y la conservaría para ya para siempre…!”
. Curiosamente en esa misma noche se
produce la conversión de Paul Claudel y f.- Teresa apóstol de la
caridad. El primer fruto de esta
conversión fue la caridad apostólica en el corazón de Teresa. Pensemos que a
la fecha contaba con trece años de edad. Todo en ella es fruto maduro en
corto tiempo. San Juan de la Cruz enseña que cuando Dios ama mucho a un alma, la hace madurar en el amor al justo,
para llevarlo a Sí en su plenitud. “Rompe la tela de este dulce encuentro”
. Un gran deseo de trabajar por la
salvación de las almas, de los pecadores la invade; Jesús la hizo un pescador de almas. “Sentí,
en una palabra, que entraba en mi corazón la caridad, sentí la necesidad de
olvidarme de mí misma para dar gusto a los demás, ¡y desde entonces fui
feliz!”. Contemplando un domingo, una
estampa de Jesús Crucificado quedó impresionada por la sangre que caía de sus
manos al suelo y nadie Desde este momento este pecador
Teresa lo consideró su primer hijo espiritual que recibió la sangre del
Crucificado y fue perdonado, purificado de sus culpas. Sentía en su interior
las mismas palabras dirigidas a la Samaritana: “¡Dame de beber!” Era un
verdadero intercambio de amor: yo daba a las almas la sangre de Jesús, y a
Jesús le ofrecía esas mismas almas refrescadas por su rocío divino. Así me
parecía que aplacaba su sed. Y cuanto más le deba de beber, mas crecía la sed
de mi pobre alma, y esta sed ardiente que él me daba era la bebida más
deliciosa de su amor…” . Vemos a
Teresa en un doble movimiento de crecimiento en su vida teologal: firma
adhesión a la obra redentora de Jesucristo en el apostolado y el trabajo
interior de disponerse a la acción del Espíritu que hacía germinar en ella el hombre nuevo.
Aprende que amar “es obrar en despojarse y desnudarse por Dios de todo lo que
no es Dios” , en nuestra vida, como
enseña San Juan de la Cruz. g.- Jesucristo: el amor hecho
hombre. En su adolescencia Teresa se
descubre enamorada de Jesucristo, nuestro Señor, después de sentir que EL la
cuidó, la adornó y la hizo suya. Pensemos que cuando escribe el Manuscrito A
cuenta ya con 22 años, es decir, está haciendo recuerdos de su adolescencia,
de su vida de familia. De la lectura de San Juan de la Cruz se aplicó el
texto de Ezequiel 16,8-13. “Estaba en la edad más peligrosa para las chicas.
Pero Dios hizo conmigo lo que cuanta Ezequiel en sus profecías “Al pasar
junto a mí, Jesús vio que yo estaba ya en la edad del amor. Hizo alianza conmigo,
y fui suya… Extendió su manto sobre mí, me lavó con perfumes preciosos, me
vistió de bordados y me adornó con collares y con joyas sin precio… Me alimentó con flor a de
harina, miel y aceite en abundancia… Me hice cada vez más hermosa a sus ojos
y llegué a ser como una reina…”. Pero
no sólo la cuidó para sí sino que como buen Maestro la alimentó con flor de
harina que leyó en la Imitación de Cristo de Kempis, las charlas del Abate
Arminjon y sobre todo el Evangelio. h.- Mujer sabia. La formación intelectual de
Teresa comenzó a los ocho años (3 de octubre de 1880), cuando ingresó a la
Abadía y terminó a los trece (febrero-marzo de 1886) que por motivos de salud
su padre la sacó del internado. Comenzó a tener clases particulares para
completar su educación con la Sra. de
Papinau. Por esta razón se
vuelca al conocimiento del mundo y sus saberes. A ella le interesaba todo lo
que la llevara a Dios por el camino de la religión: las grandes verdades de
la fe colmaban su espíritu. Vislumbraba con los ojos de la fe los tesoros de
gloria que esperaban a todos los que amaban a Dios. Descubre que todos los
sacrificios de esta vida no son nada en comparación de los bienes
definitivos, “quería amar, amar apasionadamente a Jesús y darle mil muestras
de amor mientras pudiese…”. i.- Creer en Dios. En sus catorce años ya
florecía la vida teologal de Teresa en un continuo caminar hacia El. Un
avanzar, no sola, sino acompañada de Celina. Jesús las hizo hermanas del
alma. Se aplica la estrofa 25 del Cántico espiritual de San Juan de 2.- CAMINO DEL CARMELO (1886-1897). a.- Carrera hacia la
meta. Era el Carmelo donde
Jesucristo la esperaba, la llamaba y acompañaba a encaminar sus pasos. Muchos
fueron los obstáculos que debió sortear, antes de ver realizado su ideal. Fue
un año de luchas, lágrimas, consuelos y
arideces, noches y luces que la
hicieron más fuerte en su deseo de consagrar su vida a Dios en el Carmelo de
Lisieux. Respecto a la vocación de Teresa los primeros atisbos los
encontramos a sus dos tiernos años: “Oía con frecuencia que Paulina sería religiosa,
y yo entonces, sin saber lo que era eso, pensaba: Yo también seré religiosa.
Es este uno de mis primeros recuerdos,
y desde entonces ya nunca cambié de meros recuerdos, y desde entonces ya
nunca cambié de intención…Fuiste tú Madre querida, la persona que Jesús
escogió para desposarme con él…Tú eras mi ideal, yo quería parecerme a ti, y
tu ejemplo fue lo que me arrastró, desde los dos años de edad, hacia el
Esposo de las vírgenes” . Antes de
sentarse a la sombra de Aquel que deseaba
, tenía que pasar muchas pruebas. “Pero la llamada era tan apremiante,
que si hubiera tenido que pasar por entre llamas, lo habría hecho por ser
fiel a Jesús…” . Su hermana María le
decía que era muy joven, Inés moderaba sus deseos. Si no hubiera tenido
vocación se volvía atrás en su lucha, pero como había comenzado a responder a
Jesús y a sus enseñanzas, conoció la prueba de la fidelidad. El 29 de mayo de 1887,
Pentecostés, solicita el permiso de su
padre para ingresar al Carmelo de Lisieux. . Cuatro meses después de haber
obtenido el permiso de su padre, pide el permiso a su tío materno el Sr.
Guerin el 8 de octubre de 1887. Rechazó Luego de una carta de sor Inés
a su tío desde el Carmelo cambió su actitud y concedió el permiso. Esto
sucedió el 22 de octubre de 1887. El superior eclesiástico del
Carmelo, delegado del Obispo, Sr. Delatroëte no da su consentimiento hasta
que cumpla los 21 años. Al parecer había tenido una experiencia negativa al
respecto anteriormente. Visita al obispo de Bayeux,
Mons. Hugonin quien dilata su
respuesta. Se alegraba que participara en la
peregrinación a Roma para
afianzar su vocación . La noche había caído sobre
el espíritu de Teresa. Se encontraba
sola, en un desierto sin consuelos ni del cielo ni de b.- Súplica a León XIII. Su viaje a Roma, con motivo
del jubileo de las bodas de oro sacerdotales del Papa León XIII, nos revela
el alma de Teresa frente a las maravillas de la naturaleza, las miserias y
glorias humanas y su ardiente deseo de consagración a Dios en el claustro del
Carmelo. El viaje duró del 4 de
noviembre de 1887 hasta el viernes 2 de diciembre del mismo año. En esta
peregrinación, de ciento noventa y cinco personas, además de Otra experiencia fuerte fue la
que tuvo con los sacerdotes. Ella tenía la imagen que los sacerdotes eran
santos pero “no dejan de ser hombres débiles y frágiles… Si los sacerdotes
santos, a los que Jesús llama en el Evangelio “sal de la tierra”, muestran en
su conducta que tienen una enorme necesidad de que se rece por ellos, ¿qué
habrá que decir de los que son tibios? ¿No ha dicho también Jesús: “Si la sal
se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? ¡Qué hermosa es Madre querida, la
vocación que tiene como objeto conservar la sal destinada a las almas! Y esta
es la vocación del Carmelo, pues el único fin de nuestras oraciones y de
nuestros sacrificios es ser apóstoles de apóstoles, rezando por ellos mientras
evangelizan a las almas con su palabra, y sobre todo con su ejemplo…” . Será este estamento de la sociedad eclesial
al que primero va a dedicar su oración como carmelita. Responde así al deseo
de Santa Teresa de Jesús que lo coloca dentro de los fines espirituales de la
reforma carmelitana . La entrevista con León XIII
fue le causó una gran impresión pero eso no quitó que Teresa saliera un tanto
desconsolada aunque una paz la invadía desde lo interior. La solicitud de
Teresa fue esta: “Santísimo Padre, en honor de vuestras bodas de oro,
permitidme entrar en el Carmelo a los 15 años…Vamos, vamos… Entrarás si Dios
quiere…En el fondo del corazón yo sentía una gran paz, puesto que había hecho
absolutamente todo lo que estaba en mis manos para responder a lo que Dios
pedía de mí. Pero esa paz estaba en el fondo, mientras la amargura inundaba
mi alma, pues Jesús callaba. Parecía estar ausente, nada me revelaba su
presencia…” . La joven había hecho todo lo
humanamente posible para entrar en el Carmelo a los quince años. Los hombres
no lo habían permitido; ahora todo dependía de Dios, tal como lo había dicho
el Papa: entrarás si Dios quiere. “Sin embargo, las últimas palabras del
Santo Padre deberían haberme consolado: ¿no eran, en realidad, una verdadera
profecía? A pesar de todos los obstáculos, se realizó lo que Dios quiso. No
permitió a las criaturas hacer lo que ellas querían, sino lo que quería
él…”. c.- Teresa atraviesa el
desierto. Nace aquí una nueva forma de
relacionarse Jesús con Teresa: la aridez, el silencio, En diciembre, (entre el 3 y
8), Teresa escribe dos cartas: una a Mons. Hugonin, el obispo y otra al Vicario general Mons. Révérony,
el día 16, pidiendo la entrada al
Carmelo para Navidad. El 28 de diciembre de 1887, Teresa es admitida en la
comunidad de Carmelitas Descalzas de Lisieux, luego del permiso que brindó el
obispo por carta a d.- El Niño Jesús prepara su
ingreso al Carmelo. Una imagen del Niño Jesús la recibió con su nombre escrito
en la pelotita del mundo: Un delicadeza de su hermana Inés de Jesús. Ella les
contó como Celina una vez de regresar de la Misa de medianoche en su
habitación encontró otra imagen del Niño Jesús dormido con una pelotita a su
lado, en una barca, en cuya vela había
escrita una sola palabra: Abandono. El
primero de enero de 1888, Teresa recibe una carta de Sor Inés donde le comunica su admisión para
finales de diciembre pero que la comunidad había decidido recibirla hasta
después de i. Ms. A 29v-30v. ii. Cfr. Ms. A 56v. iii. Ms.A 33v. iv. Ms.A 35r; cfr.CB 22,8. v. Cfr Ms.C 10v; Cta.36; 103. vi. Cfr.Ms.A 35v. vii. Ms.A 36r. viii. Ms.A 36v. ix. Ms.A 40v. x. Ms.A 13r; 25v. xi. Cfr.Ms.A 42v. xii. Ms.A 44v. xiii. Ms.A 45r. xiv. Ms.A 45r-45v; cfr.UC 8.3.3. xv. Cfr.LB 1,34. xvi. Ms.A 45v. xvii. Ms.A 45v. xviii. Ms.A 45v-46r. xix. Ms.A 46v. xx. 2S 5,7. xxi. Ms.A 47r. xxii. Ms.A 47v. xxiii. Ms.A 48r. xxiv. Cfr.Ms.A 48v; cfr.1Cor.3,16. xxv. Ms.A 49,r. xxvi. Ms.A 4v. xxvii. Cfr.Ct.2,3. xxviii. Ms.A 49r. xxix. Cfr. Ms.A 50r. xxx. Cfr.Ms.A51r;Cta.27. xxxi. Cfr.Ms.A 51v. xxxii. Ms.A 52r. xxxiii. Cfr. Ms.A 53v-55v. xxxiv. Cfr. Ms.A51r. xxxv. Ms.A 56r. xxxvi. Ms.A 56r. xxxvii. Cfr.CV 1,2.5. xxxviii. Ms.A 63r-64r. xxxix. Ms.A 64r. xl. Ms.A 64v; Cfr.Rm.4,18. xli. Ms.A 66v. xlii. Cfr. Cta.48b. xliii. Cfr.Cta.39. xliv. Ms.A 67v. xlv. Cfr.Ms.A68r. xlvi. Ms.A 68v. Julio Cesar Gonzalez Carretti OCD |