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Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a
Dios, y la Palabra
era Dios
Jn 1, 1-18
Comentario-estudio de la lectura del santo Evangelio según Juan (1)
1.
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso
Brant ocds
1. AL PRINCIPIO ERA EL VERBO, Y EL VERBO
ESTABA EN DIOS, Y EL VERBO ERA DIOS
San Juan comienza a describir al
Verbo con relación “al principio”. Porque no pensar que el evangelista
recuerda el pasaje de la creación en el Génesis. Toda la obra creadora que se
describe en el Génesis, fue hecha por palabra creadora de Dios; es
precisamente lo que aquí se va a decir del Verbo. Este “principio” es, pues,
punto de referencia con relación al existir del Verbo. Es una valoración
absoluta. En el lenguaje bíblico, antes de la creación de las cosas no hay
más que la eternidad de Dios. Por tanto, si en el “principio,” en la creación
de las cosas, pues todas van a ser creadas por el Verbo, éste existía ya, es
que no sólo es anterior a ellas, sino que es eterno. A esta misma conclusión
se llega, lógicamente, por la conexión con el final de este mismo versículo,
donde se dice explícitamente que este Verbo era Dios. Luego eterno,
“principio” absoluto (cf. Jn 17:5-24).
Por eso el evangelista utiliza la
forma imperfecta de “existía”. No limita su duración ni a un tiempo pasado,
como decir fue, o como un tiempo presente y decir existe, sino que lo acusa
en su duración indefinida.
Juan en esta primera parte del
versículo expresa la eternidad de este Verbo.
En la segunda mitad del verso, va
a expresar la distinción entre este Verbo y el Padre. Pues el Verbo “estaba
en Dios”. Es una proximidad interna, íntima, de persona a persona (Jn 10:30;
14:20; 17:20.23). Esta expresión que se utiliza parecería a primera vista muy
sugerente, ¿Acaso está puesto con una intención muy marcada por el
evangelista, para indicar que ese estar el Verbo con el Padre no era
estático, sino dinámico: en íntima vitalidad con él
2. EL ESTABA AL PRINCIPIO EN DIOS.
La conclusión es que el Verbo
estaba “en Dios.” La forma, con artículo, significa al Padre, en
contraposición a la misma palabra sin artículo, que sólo expresa la
divinidad. Esta distinción, revelación de personas en el seno de la Trinidad es tema del
evangelio de Juan (Jn 10:30; cf. 2 Cor 13:13).
En esta misma segunda mitad del
verso, a la eternidad del Verbo, enseñada antes, añade ahora Juan una
distinción en el seno de la divinidad. Lo que se ve incluso por lingüística:
que el Verbo estaba con “el Padre.” Dios tiene, pues, un Hijo eterno.
En la tercera mitad del verso, se
proclama explícitamente la divinidad del Verbo: “y el Verbo era Dios.”
Sintéticamente resume el
evangelista todo su pensamiento en una expresión final: este Verbo así
descrito estaba eternamente con el Padre.
3. TODAS LAS COSAS FUERON HECHAS POR EL, Y
SIN EL NO SE HIZO NADA DE CUANTO HA SIDO HECHO.
Juan expone esta enseñanza con un
paralelismo encontrado. Todas las cosas, que, sin artículo, no indican las
cosas globalmente, sino que señalan a cada una en particular, fueron hechas
por El y sin El no fue hecho nada; y acusándose enfáticamente (Is 39:4; Jer 42:4) que “ni una
sola cosa” existe que no haya sido hecha por El.
Si el Verbo es Dios, ¿qué
causalidad o qué mediación tiene el Verbo en la obra de la creación? El
pensamiento de Juan sobre esta causalidad ha de valorárselo en su ambiente
bíblico. En efecto, en la
Escritura aparece un doble grupo de textos relativos a la
obra creadora o eficiente de Dios. En unos se acusa la acción eficiente o
causadora de Dios. Tales son los que hablan del “soplo de Dios,” del
“Espíritu de Dios,” de la “palabra” de Dios, mediante lo cual los seres son
creados. Otro grupo es el que presenta a Dios mirando, teniendo en cuenta,
para su obrar, a la “Sabiduría” (Prov. 8:27-30; Job 28:24-28). Dios obra por
“su palabra.” Pero no se excluye, conceptualmente, su entronque bíblico, pues
para Juan, siendo el Verbo Dios, la causalidad que tiene es tan profunda como
ha de ser la que le corresponde a Dios en la obra creadora.
4. EN EL ESTABA LA VIDA, Y LA VIDA ERA LA LUZ DE LOS HOMBRES.
Lo que fue hecho en El, era la
vida. El pensamiento es manifiestamente que las cosas que fueron hechas por
el Verbo tienen vida en El. ¿En qué sentido? No se trata de la vida de Dios —
del Verbo — en sí mismo, pues no dice que “el Verbo era la vida,” sino de la
vida divina en cuanto va a ser ampliamente participada. Pues esa “vida” va a
ser “luz” de los seres humanos.
En los pasajes bíblicos
sapienciales, los conceptos de la
Ley, la
Sabiduría y la
Palabra tienen un paralelismo o identificación con el
concepto de “luz.” Así como la luz ilumina al hombre en su caminar diario, y
bajo ella no tropieza o cae, como en la noche (Jn 9:9-10), así el ser humano,
caminando moralmente a la “luz” de la
Ley, de la Sabiduría o de la Palabra divina, no
tropieza ni cae en su marcha moral hacia Dios: Lámpara es a mis pies tu
palabra, y lumbrera a mi camino. (Sal 119:105)
Estos dos conceptos de “vida” y
de “luz” andan parejos en el A.T. Si no son
sinónimos, están íntimamente entrelazados. La “luz” conduce a la “vida.” Con
esta “luz” se “vive” la vida verdadera. Es la misma forma de expresarse Juan
en su primera epístola (1 Jn 1:5-11; 2:8-11). Así, el pensamiento del
evangelista en el “prólogo” es el siguiente: Esta misma “vida” es “luz” para
los seres humanos. ¿Cómo? Toda la obra de la creación era, de suyo, “luz”
para que los seres humanos pudiesen venir en conocimiento de Dios y de la
vida moral (Rom 1:19-22). Pero no sólo era “luz”
para conocerle teóricamente, sino para conocerle y encuadrarse en esta “luz,”
lo que era “vivirla”: vivir la vida religiosa-moral. Por eso, esa “luz” que
les viene y conduce al Verbo, era ya en el mismo, en el sentido bíblico
expuesto, “vida” para los seres humanos
“La noción de “vida,” lo mismo
que la de “luz,” en el evangelio de Juan entra en la esfera de lo divino.”
5. LA
LUZ LUCE EN LAS
TINIEBLAS, PERO LAS TINIEBLAS NO LA ABRAZARON
La expresión “La luz luce en las
tinieblas” se explica bien teniendo en cuenta la acción permanente de la
irradiación de la luz del Verbo: es un sol permanente. Pero, frente a él,
“las tinieblas” tomaron una posición hostil a esta luz. ¿Quienes son estas
“tinieblas”? Instintivamente se piensa en que estas “tinieblas” sean los
hombres malos, hostiles a la luz, pero las “tinieblas” no pueden ser los
hombres. En otros pasajes del mismo evangelio se dice que los “hombres”
caminan en las “tinieblas” (Jn 8:12; 12:35; 1 Jn 2:11), o que ellos
permanecen en las “tinieblas” (Jn 12:46; 1 Jn 2:9-11), o que las “tinieblas”
amenazan sorprender a los hombres (Jn 12:35); pero jamás se dice que los
hombres sean las “tinieblas.” En los manuscritos de Qumrán
hay un largo fragmento que se titula “Guerra de los hijos de la luz y de los
hijos de las tinieblas,” y en él se lee: “En manos del Príncipe de la luz
está el gobierno de los hijos de la justicia, que caminarán por los senderos
de la luz; en manos del ángel de las tinieblas está el gobierno de los hijos
de la iniquidad, que caminarán por los senderos de las tinieblas.” Por el
término de tinieblas no hay que pensar en los hombres incrédulos, sino en el
mundo satánico, opuesto a Dios.
A esta misma conclusión llevan
otras razones. Juan está imbuido en los “sapienciales.” Y en ellos se dice
que a la “Sabiduría no la vence la maldad” (Sab
7:30). El mismo pensamiento se lee en las Odas de Salomón, en donde se dice
que “la luz no sea vencida por las tinieblas” (18:6).
El pensamiento del evangelista es
que esa “luz” del Verbo que luce en el mundo no pudo ser “vencida” ni
aplastada por los poderes del mal — demoníacos y gobernadores del mal en los
hombres — que influyen en el mundo en su lucha contra la verdad y el misterio
del Mesías. San Pablo dirá que nuestra lucha es “contra dominadores de este
mundo tenebroso” (Ef. 6:12).
6. HUBO UN HOMBRE ENVIADO DE DIOS, DE NOMBRE
JUAN. VINO ÉSTE A DAR TESTIMONIO DE LA
LUZ, PARA TESTIFICAR DE ELLA Y QUE TODOS CREYERAN POR ÉL.
El Verbo hasta ahora no había
ofrecido a los hombres más que una cierta participación de su luz; ahora va a
darla con el gran esplendor de su encarnación. Para esto aparece introducida
la figura del Bautista, y aparece situado en un momento histórico ya pasado,
en contraposición al Verbo, que siempre existe. Juan no viene por su propio
impulso; “es enviado por Dios.” Trae una misión oficial. Viene a
“testificar”, que en su sentido original indica preferentemente un testigo
presencial Viene a testificar a la
Luz, que se va a encarnar, para que todos puedan creer por
medio de él. El prestigio del Bautista era excepcional en Israel (Jn
1:19-28), hasta ser recogido este ambiente de expectación y prestigio por el
mismo Flavio Josefo. El tema del “testimonio” es uno de los ejes en el
evangelio de Juan, que se repartirá multitud de veces y por variados
testigos.
7. NO ERA ÉL LA LUZ, SINO QUE VINO A DAR
TESTIMONIO DE LA LUZ.
Se insiste en algo evidente: que
Juan no era la Luz,
sino que venía a testificar a la
Luz, puesto que el bautista sólo testifica al verbo
“encarnado,” en los pasajes.
El Verbo es la luz verdadera. Así
como de Dios se dice que es “verdadero” en oposición a los ídolos (Jn 17:3; 1
Jn 5:20), o lo mismo que Cristo es el pan “verdadero” en oposición al maná
(Jn 6:32), así el Verbo es llamado luz “verdadera” porque en él se incluyen
todas y plenamente las cualidades, metafóricamente, de la luz, pero elevadas
al orden religioso-moral (Jn 7:28:17:3; cf. Rom 3:4). Es el ordenamiento divino, en contraposición a
los planes del hombre falaz, pecador.
8. ERA LA LUZ VERDADERA,
(LUZ) QUE VINIENDO A ESTE MUNDO ILUMINA A TODO HOMBRE.
Esta luz del Verbo ilumina a todo
ser humano. “Luz verdadera que ilumina a todo hombre (luz) que está viniendo
a este mundo.” Así dirá Juan en otros pasajes que “vino la luz al mundo” (Jn
3:19; 9:39; 12:46). Por eso, esa “luz” así descrita “estaba en el mundo,” y
lo estaba precisamente porque el “mundo fue hecho por el Verbo.” Pero el
“mundo” no “conoció” a esta Luz: a Dios Verbo. Los seres humanos debieron
conocerlo. Las obras les llevaban a su conocimiento y servicio (Sab 13:1-9; Rom 1:19-23). Pero
este “conocimiento” no es un simple conocimiento intelectual; hay que
valorarlo en el sentido semita: un conocimiento que entraña una vida y una
actitud moral y servicio a Dios. Así se lee en Jeremías: “Hacía justicia al
pobre y al desvalido. Esto es conocerme, dice Yahvé” (Jer
22:16; cf. Os 4:1-6). Los hombres, teniendo motivos
para conocer y servir a Dios, no lo hicieron: “el mundo no le conoció.”
Pero no sólo el “mundo,” sino
“que vino a los suyos. “Y no le recibieron.” ¿Quiénes?, siempre se interpreta
esta expresión a Israel, pueblo especialmente elegido de Dios.
Vino la Luz a Israel con su Ley, con
sus profetas, con sus enseñanzas; le anunciaron un Mesías., y fueron rebeldes
— ¡tantas veces! — a esta Luz de Dios, del Verbo. Y vino el Verbo encarnado a
ellos, a su pueblo, al pueblo que le esperaba, y cuando llegó a ellos.,
Israel no le conoció, no lo recibió., y ¡crucificó! al Mesías.
9. MAS A CUANTOS LE RECIBIERON DIOLES PODER
DE VENIR A SER HIJOS DE DIOS, A AQUELLOS QUE CREEN EN SU NOMBRE
Frente a este panorama del paganismo
y de Israel, que no recibe la
Luz del Verbo, tono trágico con que el evangelista expone
esta actitud del mundo frente a la
Luz, va a describir, por contraste, la ventaja incomparable
que se sigue a los seres humanos de dejarse iluminar por esta Luz de Dios.
San Juan ha afirmado que no
recibieron, no “aceptaron” esta Luz ni los paganos ni los judíos. El modo
semita de hablar gusta de hacer afirmaciones rotundas, de fórmulas absolutas,
sin matizar ni acusar las excepciones (Jn 3:31-32). Por eso podría ser que el
evangelista pensase sólo en grupos — incluso mayoritarios — judíos y paganos
que no recibieron esta Luz. Y hasta no sería improbable que influyese sobre
él, para esto, o los hechos — grupo de creyentes —, o la promesa de
existencia de un “resto” santo en el Israel fiel. Por eso hubo un sector que
“le recibieron.” ¿Cómo? “Creyendo en su nombre” (12; cf.
Jn 3:11-12; 12:46-50; 5:43-44). Esta expresión es característica de Juan.
Treinta y cuatro veces la usa en su evangelio y tres en su primera epístola,
mientras que en el resto de todo el Nuevo Testamento sólo sale nueve veces.
Nombre, según el modo semita, está por persona. “El que cree a alguien,
recibe su testimonio; pero el que cree en alguien se entrega totalmente a
él.” En el vocabulario de Juan, “creer en El” es entregársele plenamente.
A estos que así “creen,” que así
se entregan al Verbo, en esta perspectiva de Juan, les confiere el mismo
Verbo, sujeto de todo el desarrollo oracional, un gran don: el poder ser
hijos de Dios. La gracia de este don del Verbo es ser “hijos de Dios.”
10.
Y
EL VERBO SE HIZO CARNE Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS.
En esta sección se proclama la
encarnación del Verbo (v.14ª), y se lo garantiza luego con un doble grupo de
testimonios: uno sus discípulos (v.14b), El evangelista, que no explícito
desde el v.3 al Verbo, lo vuelve a tomar por sujeto explícito, como si
quisiese precisar bien que el Verbo del que habló, estando en el seno de la
divinidad, es el mismo sujeto que se va a encarnar. El Verbo, que se lo
describía en su existencia eterna: “era,” “existía,” actuó en un momento
histórico: “fue,” “se hizo.” A la duración eterna sucede una actuación
temporal. Se hizo “carne”. No dice, como en otras ocasiones, que se mudó (Jn
2:9), sino que se hizo, que tomó “carne,” sin dejar de ser Verbo. No sólo
todo el evangelio de Juan estaría contra esto, sino que explícitamente lo
dice el v.18b-e.
¿Por qué Juan dice que se hizo
“carne” y no que tomó cuerpo ο que se hizo hombre? No dice “cuerpo,”
probablemente porque no implica vida; ni “hombre,” para indicar mejor el
contraste que se propuso expresar entre la grandeza del Verbo y el nuevo
estado que va a tomar. “Carne,” en el lenguaje bíblico, no es carne sin vida,
sino que es el ser humano todo entero, pero acusando el aspecto de su debilidad,
de su humildad inherente a su condición de criatura (Sal 56:5; Is 40:6; Mt 24:22; Jn 3:6; 17:2).
Juan afirma el hecho de la
encarnación del Verbo, pero no indica el momento histórico en que esto se realizó.
Lc es el que lo precisa en el relato de la “anunciación.” Y, aunque Juan
tampoco dice como haya de representarse la encarnación del Verbo,
evidentemente no se trata de una transformación de la divinidad en la
humanidad que asume; estaría contra ello todo el evangelio del hombre-Dios.
Es una unión estable e indesunible.
Una vez proclamada explícitamente
la encarnación del Verbo, el evangelista hace ver que fue un hecho real, pero
no desconocido, sino que presenta un doble testimonio de este hecho histórico.
El primero es el de un grupo — “nosotros” —, que son ciertamente los
apóstoles, y probablemente un grupo mayor: discípulos y aquellos que en
Palestina fueron testigos. El autor del evangelio se incluye, por tanto, en
el grupo de estos testigos. Este mismo testimonio lo traerá en la primera
epístola (1:1-3ª). Alega este testimonio porque el Verbo encarnado “habitó
entre nosotros.” Por eso ellos son un testimonio irrebatible.
11.
Y
HEMOS VISTO SU GLORIA, GLORIA COMO DE UNIGÉNITO DEL PADRE, LLENO DE GRACIA Y
DE VERDAD.
Por eso, al morar “entre
nosotros,” dice el evangelista enfáticamente, “nosotros vimos su gloria.”
Este “ver” que dice el evangelista es una visión sensible. Este verbo nunca
significa en el Ν. Τ. una visión intelectual, sino sensible. Estos
testigos han “visto con sus ojos” lo que garantizan; pero no se excluye con
esta expresión un sentido más amplio de percepción, aunque sensible (1 Jn
1:1-3), v. gr., oír, tocar, etc.
Lo que el evangelista “vio,” lo
que este grupo testifica, es que “vieron (con sus ojos) su gloria.”
Aludiéndose a la presencia de la divinidad en el tabernáculo con el verbo
citado, esta “gloria” de Cristo responde también a la gloria de Yahvé, que
llenaba el tabernáculo
Esta “gloria” no era otra cosa,
como dice el evangelista, que la que le correspondía al que era “Unigénito
del Padre.” La conjunción “como” no indica una comparación de semejanza, como
si el Verbo encarnado disminuyese en su esencia, sino que tiene valor, como
en tantos otros casos, de una afirmación e identidad. Así, se lee en Mc: Cristo “les enseñaba como quien tiene autoridad” (Mc 1:22), es decir, teniendo verdaderamente esta
autoridad (Mt 7:29; Lc 6:22; Rom 6:13; 2 Cor 2:17, etc.). Lo contrario iría contra toda la
doctrina del “prólogo” y del evangelio mismo de Juan.
Esta “gloria” que tenía, le
mostraba también “estar lleno de gracia y de verdad.” Considerada la forma
“lleno” como forma indeclinable, da una lectura excelente junto con la más
lógica posibilidad gramatical, por proximidad, al concordarlo con “Unigénito.”
Es el Verbo encarnado, el Unigénito del Padre, al que testifican estos
discípulos, al que vieron lleno de “gracia y de verdad.” Los que traducen el
pensamiento de Juan interpretando las palabras “gracia” y “verdad” en su
exclusivo sentido etimológico, lo interpretan así: “Gracia dice abundancia de
dones espirituales, tanto para sí mismo (Col 2:9) como para otros (cf. v.16); y verdad, en el estilo Joanneo,
significa el verdadero conocimiento de Dios, “que procede de Dios y lleva a
Dios (cf. 8:46ss; 18:37), la verdadera estimación
de las cosas espirituales, la genuina noticia de las cosas celestes y, en
consecuencia, el concepto idóneo de las terrestres.” Es a esta interpretación
donde llevaría el v.16.
12.
JUAN
DA TESTIMONIO DE EL, CLAMANDO: ESTE ES DE QUIEN OS DIJE: EL QUE VIENE DETRÁS
DE MÍ HA PASADO DELANTE DE MÍ, PORQUE ERA PRIMERO QUE YO.
Manifiestamente el v.15 rompe la
consecuencia del cursus, siendo un paréntesis. Pues
el v.14 se une, lógicamente, con el v.16. Debe de ser una interpolación, inspirada,
y que guarda el puesto correspondiente de su “inclusión semítica” con los
v.6-8 33.
El evangelista, discípulo del
Bautista, evoca aquí el testimonio del Precursor, en correspondencia
estructural con el v.6-8. El Bautista tenía la misión de testimoniar al Verbo
encarnado. Acabando de afirmar la encarnación, al punto le brota la escena en
que el Bautista testifica que Cristo es el Verbo encarnado. La escena es
vivamente descrita. Está redactado al modo de los antiguos profetas. Usa el
enigma, tan del uso oriental, para excitar más la atención de los oyentes. La
expresión antes que yo, nunca se dice en el Ν. Τ. de prioridad
temporal Es la confesión de la preexistencia de Cristo (Jn 3:30).
13.
PUES
DE SU PLENITUD RECIBIMOS TODA GRACIA SOBRE GRACIA. PORQUE LA LEY FUE DADA POR MOISÉS;
LA GRACIA Y
LA VERDAD VINO
POR JESUCRISTO.
Terminado este evocador
paréntesis, estos versículos se unen conceptualmente al 14e, al que
desarrollan. Allí se proclama al Verbo encarnado “lleno de gracia y de
verdad.,” “por lo que de su plenitud recibimos todos gracia sobre gracia.” En
la nueva obra recibimos todos una gracia torrencial, como participada y
dispensada y proporcionada al Verbo encarnado, que la tiene en plenitud.
Esta obra maravillosa dispensada
por el Verbo hecho carne evoca en el Evangelista la antigua economía,
promulgada en el Sinaí (Ex c.33 y 34), contraponiendo ambas. Allí fue “dada”
por Moisés. Moisés era ministro y servidor. Aparece su Ley como algo
normativo y oneroso. Pero en contraposición de esto está la obra de
Jesucristo. La oposición entre la
Ley y la
Gracia es un tema dominante “de la teología paulina:
mostrar el contraste entre las obras humanas y el don de Dios. Juan, en
cambio, declara abiertamente que el A.T. resulta
superado y anulado por la
Gracia y la
Verdad que provienen de Cristo.” A la Ley se contrapone con
superación la “gracia” y la “verdad.” Estas “fueron,” es decir, vinieron por
Jesucristo. ¿En qué sentido? ¿En el sentido de que aparecieron en El? ¿O en
el sentido de que son dispensadas por El?
Este segundo sentido es el que se
impone: primero, por la contraposición con Moisés: éste le dio la Ley a Israel; Cristo da,
dispensa, a los hombres la “gracia.”; en segundo lugar porque este versículo
es continuación manifiesta de los 14-16, y especialmente de éste último, en
el que se dice que de “su plenitud recibimos todos” la gracia correspondiente
a la gracia, que se encuentra en plenitud en el Verbo encarnado.
14.
A
DIOS NADIE LE VIO JAMÁS; DIOS UNIGÉNITO, QUE ESTÁ EN EL SENO DEL PADRE, ÉSE
NOS LE HA DADO A CONOCER.
San Juan hace una reflexión
final, va a explicitar al resolver una objeción que era una convicción en el A.T.: no se podía ver a Dios sin morir (Ex 33:20; Jue 13:21.22,). Así dice terminantemente Juan: que a Dios
nadie le vio. No le vieron, pues, ni Moisés (Ex 32:22-23) ni Isaías (Is 6:1.5). Acaso Juan piensa también explícitamente en
éstos. No vieron a Dios” facialmente”; sus manifestaciones fueron teofanías
simbólicas. La naturaleza divina es inaccesible al ojo humano (1 Jn 3:2).
Pero lo que no puede ver el ojo humano, lo puede descubrir a él el que es
Dios.
La expresión “en el seno del
Padre,” en lenguaje bíblico, expresa la idea de afección e identidad. Así, el
niño reposa en el seno de su madre (1 Re 3:20; cf. Núm 11:12). La mujer reposa por afección sobre el seno de
su marido (Dt 28:54-56). Noemí toma al hijo de su
nuera y lo pone con afección sobre su seno (Rut 4:16). El discípulo “amado de
Jesús” estaba “recostado sobre el pecho de Jesús” (Jn 13:23). Por eso, con la
expresión “el Unigénito del Padre,” que está perennemente en el “seno del
Padre,” se está acusando la constante intimidad y afección entre ambos, por
lo que, estando en sus secretos, puede comunicarlos.
La paz del Señor Sea con
Ustedes
El Señor les Bendiga
Pedro Sergio Antonio
Donoso Brant ocds
(1) Textos Bíblico y algunas precisiones
del comentario tomados de la
Biblia de Nácar-Colunga
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