Caminando con Jesús
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
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JESÚS Y LOS NIÑOS
En diversos evangelios, Jesús nos habla de los niños o
nos pone en sus ejemplos a los pequeño. El niño es un ser débil y humilde,
que no posee nada, no tiene ambición, no conoce la envidia, no busca puesto
privilegiados, no tiene nada que
decir en la avidez de los adultos, el niño tiene conocimiento de su pequeñez
y su debilidad. Jesús no solo quiere demostrarnos su gran amor por nuestros
niños, en los Evangelios la sencillez de corazón es reclamada con
insistencia, la limpieza y la humildad del espíritu es un requisito
indispensable para llegar al Reino de los Cielos.
En un ocasión Jesús nos dijo: "El que recibe a este
niño en mi Nombre me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe a Aquel
que me envió” Lc 9, 46-50
Sucedió que a los discípulos de Jesús se les ocurrió
preguntarse quién sería el más grande. El pensamiento nos juega a veces una
mala pasada, excitando pasiones por la codicia de la gloria, como les
sucedió a algunos discípulos, entonces les vino en el pensamiento la idea
de preguntar quien de ellos sería el mayor o el más grande. Parece que esta
pasión nace cuando en una ocasión no pudieron curar a un endemoniado y se
culparon entre ellos la impotencia de unos a otros. En otra ocasión ellos
habían visto que Pedro, Santiago y San Juan, habían sido llamados aparte y
llevados al monte.
Pero Jesús, conocía perfectamente bien el corazón de sus
íntimos amigos, conocía lo que pensaban y lo que sentían y se daba cuenta
lo que ellos planeaban y tramaban en su interior. Jesús, que sabe muy bien
como salvar a los hombres de las caídas, cuando vio que se suscitaba esta
idea en la mente de sus discípulos como un germen de amargura, antes que
tomase incremento, la arrancó de raíz. Es así como conociendo sus
pensamientos, tomó a un niño y acercándolo, les dijo:
"El que recibe a este niño en mi Nombre me recibe a
mí, y el que me recibe a mí recibe a Aquel que me envió; porque el más
pequeño de ustedes, ése es el más grande".
El niño tiene el alma sincera, es de corazón inmaculado,
y permanece en la sencillez de sus pensamientos, el no ambiciona los
honores, ni conoce las prerrogativas, entendiéndose esto por el privilegio
concedido por una dignidad o un cargo, tampoco teme ser poco considerado,
ni se ocupa de las cosas con gran interés. A esto niños ama y abraza el
Señor; se digna tenerlos cerca de sí, pues lo imitan. Por esto dice el
Señor (Mt 11,29): "Aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón".
Dos enseñaza muy claras, nos dejo aquí Jesús, una que
enseña simplemente que los que quieren ser más grandes deben recibir a los
pobres de Cristo por su honor, y otra los exhorta a ser párvulos en la
malicia.
El mayor será quien reconozca su más grande indigencia
ante Dios, y será mayor quien más ame al humilde.
En otra ocasión Jesús dijo: Dejen que los niños se
acerquen a mí Mc 10, 13-16
Le trajeron unos niños a Jesús para que los tocara, pero
los discípulos los reprendieron. Era costumbre bendecir los niños por los
jefes de la sinagoga, los Judío tenían por costumbre presentar sus hijos a
los rabinos, de ellos los niños recibían la bendición con imposición de las
manos. Lo mismo que los hijos y discípulos se hacían bendecir por sus
padres y maestros. Así fue, como la gente trajo sus hijos para que Jesús
les impusiera las manos, pues veían en Jesús la facultad de realizar
milagros o actos extraordinarios. En ese momento Jesús estaba enseñando, y
los apóstoles no miraron con buenos ojos este proceder de los padres y los
niños, entonces ellos reprendieron a los muchachos, quizás pensaron que
molestarían al Maestro, también los niños deben haber actuado como son
hasta hoy, donde ellos ven cariño, se acercan con mucha confianza.
La imposición de manos, si les evocaba la bendición de
Jacob sobre sus hijos (Gen 48:14), también podríamos pensar en su necesidad
para un efecto prodigioso, como la hemorroisa.
El reino ha de recibirse como los niños lo reciben.
Conforme a las ideas del medio ambiente, no se refiere tanto a la inocencia
como a lo casi nada que para un judío significaba un niño. Frente al
orgullo y exigencia farisaicos, el reino es simple don del cielo.
Si los apóstoles querían impedir su acceso a él, aparte
de lo que podría haber de alboroto por acercarlos a Jesús, podrían pensar
el que eran niños: cosa sin gran valor para un judío.
Cuando veamos a los niños acercarse al presbiterio,
dejémoslo, esa confianza que a ellos les inquieta se les confirma en el
corazón, la presencia de Cristo en el altar, allí está su cuerpo y sangre
en cada eucaristía, aún más invitemos a los niños al sagrario, digámosle
que es el tabernáculo, enseñemos a nuestros muchachos a orar, a hacer sus
plegarias frente al santísimo, acostumbremos a nuestros niños a ofrecer sus
oraciones por ellos y por sus familia al Señor Sacramentado, es justo eso
lo que Jesús no esta pidiendo, “Dejen que los niños se acerquen a mí y no
se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos”
Jesús no solo quiere demostrarnos su gran amor por
nuestros chicos, en los Evangelios la sencillez de corazón es reclamada con
insistencia, la limpieza y la humildad e espíritu es un requisito
indispensable para llegar al Reino de los Cielos y Jesús quiere que todos
lleguemos, por esa razón nos invita a ser como niños, por que en ellos las
virtudes no están contaminadas, siempre esta presente la docilidad, y la
buena disposición.
Cuando un niño asiste a una catequesis, oye, presta
atención, pregunta y lleva a su corazón lo aprendido y lo hace con
sencillez, es así, como Jesús ve en los niños el prototipo de sus
discípulos, igual como los niños abren sus corazón, sin contradicciones al
espíritu, sin juzgar el plan Salvador de Dios, así quiere nuestra
disposición a oír los Evangelios.
Fomentemos en nosotros y nuestros niños las virtudes de
los infantes, inocencia, sencillez de corazón, sinceridad, credibilidad,
docilidad y buena disposición, especialmente para descubrir en los
Evangelios el camino para participar en la pertenencia del Reino de los
Cielos.
Según el Evangelio de san Mateo, Jesús dijo: “Y el que
reciba a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí. De igual modo, el
Padre celestial no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños. Mt
8, 1-5. 10. 12-14
En aquel tiempo, los discípulos se acercaron a Jesús
para preguntarle: "¿Quién es el más grande en el Reino de los
cielos?". Encontramos en diversos fragmentos del Evangelio, estos
celos y ambiciones de los apóstoles por los primeros puestos en el reino.
Aún son aquellos hombres que fueron pescadores, hombres de trabajos de
Galilea y tierras judías, que a su modo se imaginan el Reino de los Cielos.
En otra ocasión, la madre de Juan y Santiago le pedirá a Jesús los dos
primeros puestos en su reino, ante esto, los otros 10 apóstoles elevaron su
reclamo. Y en la hora de la última cena, Jesús, le da una hermosa lección
de humildad, lavando los pies de cada uno de ellos.
Si nos damos cuenta a leer con detenimiento este
fragmento del Evangelio de Mateo, vemos que la pregunta no es para saber
quien de ellos va a ser mas santo en el Reino, sino quién de ellos tendrá
una mayor dignidad o un puesto de mayor privilegio. Según entendemos en el
Evangelio según san Marcos, Jesús se sentó, ya que venían de camino y había
que descansar, y de este modo les responde con una magistral lección, un
bellísima parábola, llamó a un niño, lo puso en medio de ellos, es decir
también, delante de ellos y dijo: “Les aseguro que si no se hacen como
niños, no entrarán en el Reino de los cielos”.
Es la gran lección que da el Señor sobre la ambición y
los honores. Como complemento a esta enseñanza, les dice luego: El que se
haga pequeño como este niño será el más grande en el Reino de los cielos.
Recordemos que los fariseos, se creían con derecho al Reino, pero este
privilegio se da como don gratuito de Dios. Esta es la lección. Y se lo ha
de recibir con la actitud de los niños, no tanto por sus condiciones
morales, sino por su inocencia y simplicidad. Entonces Jesús nos enseña que
hay que tener, pues, esta actitud moral para recibir el reino: no como
exigencia, sino como don gratuito de Dios.
La respuesta de Jesús es nuevamente desconcertante en
aquel tiempo para los discípulos y hoy para muchos adultos, talvez los
apóstoles debieron quedar desilusionados, para Jesús, el hacerse niño no es
sólo condición para alcanzar la mayor grandeza en el Reino, sino incluso, y
así se los dice, si ustedes no cambian y no se hacen, expresando que es
requisito indispensable para ser admitido en el Reino.
¿Porque ser como un niño y hacerse pequeño? El niño es un
ser débil y humilde, que no posee nada, no tiene ambición, no conoce la
envidia, no busca puesto privilegiados, no tiene nada que decir en la
codicia de los adultos, el niño tiene conocimiento de su pequeñez y su
debilidad. Es así como nos hace saber Jesús, que el más humilde será el más
grande ante el Padre, como vemos, de nada importa el nivel, la jerarquía o
el rango y papel que se desempeñe en la sociedad.
El niño al igual que el pobre recibe con alegría lo que
se le entrega cuando su necesidad depende de los demás. Ese es el sentido
de ese “hacerse como los niños”, hacerse humilde y sencillo de corazón,
empequeñecido en la sociedad respecto a los puestos de jerarquía, esa es
condición de Jesús para seguirlo, “El que no renuncie a si mismo, no puede ser
mi discípulo”
Tenemos claridad que esa es nuestra situación ante Dios,
es así como Jesús quiere que sus discípulos, sus apóstoles, y todos
nosotros seamos receptivos, sencillos y humildes, con capacidad o
disposición favorable para recibir y aceptar y la grandeza espiritual en el
servicio que El nos pide, esta es la conversión que nos hará distintos y
nos transformará en niños, pero al igual que ellos, entendiendo que la que
la niñez espiritual es una actitud interior de dependencia y confianza en
el Señor y todo esto, debemos hacerlo con gestos concretos en el servicio a
los más humildes, porque en cada pobre esta Cristo y el que acoge a uno
acoge a Jesús.
En efecto, no olvidemos, que el que acoge al indefenso,
al humillado, al marginado, esto es, todo lo que hacemos por un hermano los
hacemos también por Cristo.
Ser como niños, es suprimir en el corazón la ambición y
muchas veces esa envidia por querer un puesto mayor, Pero la humildad no
resulta fácil para muchos de nosotros, porque ello implica renunciar a
ciertos deseos de poder, de dominar lo que erráticamente creemos necesitar,
por tanto el ejemplo que nos dio Jesús en el niño es esa humildad como
manifestación pura que tiene la infancia al estar exento de poder, pero si
necesitados de un cuidado amoroso. Confiemos esta protección a Dios y
recordemos que por mucha edad que tengamos, jamás dejamos de ser niños para
nuestra madre, es así como confiemos en María, Madre de Dios y Madre
Nuestra, pidámosle a ella, ser como los niños que espera Jesús de nosotros.
San Mateo nos relata más adelante que Jesús dijo: “Les
aseguro que si no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los
cielos. El que se haga pequeño como este niño será el más grande en el
Reino de los cielos” Mt 18, 1-4
La respuesta de Jesús es nuevamente desconcertante en
aquel tiempo para los discípulos y hoy para muchos adultos, talvez los
apóstoles debieron quedar desilusionados, para Jesús, el hacerse niño no es
sólo condición para alcanzar la mayor grandeza en el Reino, sino incluso el
“si ustedes no cambian y no se hacen”, expresa que es requisito
indispensable para ser admitido en el Reino.
¿Porque ser como un niño y hacerse pequeño? El niño es
un ser débil y humilde, que no posee nada, no tiene ambición, no conoce la
envidia, no busca puesto privilegiados,
no tiene nada que decir en la avidez de los adultos, el niño tiene
conocimiento de su pequeñez y su debilidad. Es así como nos hace saber
Jesús, que el mas humilde será el más grande ante el Padre, de nada importa
el nivel, la jerarquía o el rango y papel que se desempeñe en la sociedad.
El niño al igual que el pobre recibe con alegría lo que
se le entrega cuando su necesidad depende de los demás. Ese es el
sentido de ese “hacerse como los
niños”, hacerse humilde y sencillo de corazón, empequeñecido en la sociedad
respecto a los puestos de jerarquía, esa es condición de Jesús para
seguirlo, “El que no renuncie a si mismo, no puede ser mi discípulo”
Tenemos claridad que esa es nuestra situación ante Dios,
es así como Jesús quiere que sus discípulos, sus apóstoles, nosotros seamos
receptivos, sencillos y humildes, con capacidad o disposición favorable
para recibir y aceptar y la grandeza espiritual en el servicio que El nos
pide, esta es la conversión nos hará distintos y nos transformará en niños,
pero al igual que ellos, entendiendo que la que la niñez espiritual es una
actitud interior de dependencia y
confianza en el Señor y todo esto,
debemos hacerlo con gestos concretos en el servicio a los más humildes,
porque en cada pobre esta Cristo y el que acoge a uno acoge a Jesús.
En efecto, no olvidemos, que el que acoge al indefenso,
al humillado, al marginado, esto es, todo lo que hacemos por un hermano los
hacemos también por Cristo.
Ser como niños, es suprimir en el corazón la ambición y
muchas veces esa envidia por querer un puesto mayor, pero la humildad no
resulta fácil para la muchos de nosotros, porque ello implica renunciar a
ciertos deseos de poder, de dominar que erráticamente creemos necesitar,
por tanto el ejemplo que nos dio Jesús en el niño es esa humildad como
manifestación pura que tiene la infancia al estar exento de poder, pero si
necesitados de un cuidado amoroso, confiemos esta protección a Dios y
recordemos que por mucha edad que tengamos, jamás dejamos de ser niños para
nuestra madre, confiemos en María, Madre de Dios y Madre Nuestra, pidámosle
a ella, ser como los niños que espera Jesús de nosotros.
“No les impidan a los niños que se acerquen a mí, porque
de los que son como ellos es el Reino de los cielos” Mt 19, 13-15
Esta es la segunda vez que aparece Jesús con los niños
en los Evangelios, en esta ocasión se los presentan. El motivo por que se
los presentan es para que “les impusiese las manos y orase por ellos.” Era
costumbre hacer bendecir a los niños por jefes de las sinagogas. Se pensaba
que por la vinculación, como jerarcas, con Moisés, a su oración e
imposición de manos, habían de recibir la bendición de Dios (Dt 34:9). Pero
no sólo en estos casos, sino que también era costumbre que los hijos y los
discípulos se presentasen a sus padres y a sus maestros para hacerse
bendecir por ellos. En estos casos, la fórmula de bendición era
improvisada. Todo esto prueba el concepto de grandeza moral y prodigiosa en
que las gentes tenían a Jesús. Veían en su oración sobre ellos y en su
imposición de las manos, la facultad de realizar milagros o actos
extraordinarios.
Fácilmente podríamos imaginarnos la escena de esos
momentos, talvez alguna cierta aglomeración de las mamas con sus hijos,
intentando tener la preferencia de presentación de sus niños. Según se
entiende en el Evangelio, esto incomodó a los apóstoles. Tanto, que ellos
regañaron a las gentes. Lo que sucedía era que en ese momento Jesús estaba
enseñando, y los apóstoles no miraron con buenos ojos este proceder de los
padres y los niños, entonces ellos reprendieron a los muchachos, quizás
pensaron que molestarían al Maestro.
Pero esta actitud de los apóstoles molesto a Jesús (Mc),
quien les dijo que no les impidiesen acercarse a él, porque de los que son
como ellos es el Reino de los Cielos. Frente a la actitud de los fariseos y
de otros, Jesús señala la actitud de los niños para ingresar en el reino.
Frente a los fariseos, que se creían con derecho y
exigencia del reino, Jesús señala de quiénes es: de los niños. Considerados
en aquel tiempo, como sin valor, reciben el reino sin exigencia: como puro
don gratuito del Padre.
Mateo y Marcos, dicen que Jesús les “impuso” las manos;
sin embargo Lucas lo omite. Pero Marcos, lo describe minuciosamente:
abrazándolos, los bendecía. El gesto de la “imposición” de manos, era muy
frecuente en Jesús, incluso en sus milagros.
Así fue, como la gente trajo sus hijos para que Jesús
les impusiera las manos. Nosotros no hemos visto a Jesús, no estuvimos
junto a El, pero nos imaginamos que debe haber tenido un atractivo
cautivante, encantador, maravilloso, muchos los seguían, querían tocarle,
auque sean los flecos de su manto, su afabilidad y cordialidad, asombraban,
y veían en El, facultad de realizar milagros o actos sorprendentes. Con
esta forma de ser de Jesús, los niños deben haber actuado como son hasta
hoy, donde ellos ven cariño, donde sienten paz, se acercan con mucha
confianza.
Con esta lección de Jesús, cuando veamos a los niños
acercarse al presbiterio, dejémoslo, esa confianza que a ellos les inquieta
se les confirma en el corazón, la presencia de Cristo en el altar, allí
está su cuerpo y sangre en cada eucaristía, aún más invitemos a los niños
al sagrario, digámosle que es el tabernáculo, enseñemos a nuestros
muchachos a orar, a hacer sus plegarias frente al santísimo, acostumbremos
a nuestros niños a ofrecer sus oraciones por ellos y por sus familia al
Señor Sacramentado, es justo eso lo que Jesús no esta pidiendo, "Dejen
a los niños, y no les impidan que vengan a mí, porque el Reino de los
Cielos pertenece a los que son como ellos".
Jesús no solo quiere demostrarnos su gran amor por
nuestros niños, en los Evangelios la sencillez de corazón es reclamada con insistencia,
la limpieza y la humildad e espíritu es un requisito indispensable para
llegar al Reino de los Cielos y Jesús quiere que todos lleguemos, por esa
razón nos invita a ser como niños, por que en ellos las virtudes no están
contaminadas, siempre esta presente la docilidad, y la buena disposición.
Cuando un niño asiste a una catequesis, oye, presta
atención, pregunta y lleva a su corazón lo aprendido y lo hace con
sencillez, es así, como Jesús ve en los niños el prototipo de sus
discípulos, igual como los niños abren sus corazón, sin contradicciones al
espíritu, sin juzgar el plan Salvador de Dios, así quiere nuestra
disposición a oír los Evangelios.
Fomentemos en nosotros y nuestros niños las virtudes de
los infantes, inocencia, sencillez de corazón, sinceridad, credibilidad,
docilidad y buena disposición, especialmente para descubrir en los
Evangelios el camino para participar en la pertenencia del Reino de los
Cielos.
El Señor les Bendiga
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
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