APÉNDICE III
Pastoral de la
Liturgia de las Horas
«Cuando los fieles son convocados y se reúnen para
la Liturgia de las Horas, uniendo sus corazones y sus voces, visibilizan a
la Iglesia que celebra el misterio de Cristo» (OGLH 22).
No son muchos los estudios sobre la pastoral de la
Liturgia de las Horas, y entre ellos conviene nombrar expresamente la
revista «Liturgia y espiritualidad» (antes "Oración de las
Horas"), del Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona. Y, por otra
parte, en el campo pastoral, tampoco son muchos los intentos de celebrar
comunitariamente el Oficio Divino, en forma regular y continuada. El valor
inmenso, espiritual y litúrgico, de la Oración de las Horas, va siendo
asimilado y vivido en ciertos movimientos eucarísticos, comunidades
neocatecumenales, algún grupo apostólico, alguna catedral, bastantes
comunidades religiosas, seminarios mayores, unas pocas parroquias, y
algunas personas aisladas.
Pero falta mucho todavía para que la celebración de
la Liturgia de las Horas, sobre todo de Laudes y Vísperas, entre en la
programación de las comunidades eclesiales con la misma naturalidad que la
organización de la acción caritativa, la catequesis o la pastoral
prematrimonial. Cuando el Concilio de Trento decidió el establecimiento de
los Seminarios, hubo Iglesias locales que tardaron casi un siglo en aplicar
los decretos conciliares; pero éstos finalmente tuvieron una aplicación
universal. Cuando la Iglesia, en el Vaticano II, decide la renovación de la
Liturgia de las Horas, en cuanto oración del
pueblo de Dios, sus orientaciones y normas podrán ser ignoradas por muchos
durante bastantes años, pero finalmente tendrán aplicación universal. Será
preciso, para ello, que se acreciente y difunda más el convencimiento,
todavía escaso, acerca de la naturaleza esencialmente eclesial del Oficio
Divino. Será necesario que no se piense ya en el Oficio como en una oración
propia de los sacerdotes, monjes y religiosos, pero extraña a los laicos, y
hasta incompatible con una genuina espiritualidad laical. Habrá que
trabajar en la restauración de la Oración litúrgica de los fieles con
dedicación y paciencia. Pero finalmente la voz del Señor resonará en su
Iglesia con renovada fuerza y belleza.
1. El valor pastoral de la Liturgia de las Horas
Dejando a un lado documentos importantes, como la
Ratio fundamentalis Institutionis Sacerdotalis (6-I-1970), la Notificación
sobre el Oficio Divino en las comunidades religiosas (6-VIII-1972), la
instrucción De Institutione liturgica in Seminariis (3-VI-1979), y la
Instrucción sobre la formación en los Institutos de Vida consagrada (de
2-II-1990), vamos a sintetizar las disposiciones de la Iglesia sobre la
pastoral del Oficio Divino fijándonos en tres documentos fundamentales:
a) La constitución «Sacrosanctum Concilium»
(4-XII-1963).
Esta constitución del Concilio Vaticano II sobre la
sagrada liturgia destaca el influjo del Oficio Divino en el ministerio
pastoral (86), señala la finalidad pastoral de la reforma del Oficio (87),
alude en varios artículos a la participación de los fieles en la Liturgia
de las Horas (85), y considera que su celebración comunitaria debe ser la
forma preferida (99; +26-27). Destacaremos de este importante documento dos
exhortaciones:
«Procuren los pastores de almas que las horas
principales, especialmente las Vísperas, se celebren comunitariamente en la
iglesia, los domingos y fiestas más solemnes. Se recomienda así mismo que
los laicos recen el Oficio Divino con los sacerdotes, o reunidos entre sí,
e incluso en particular» (100).
El ideal de la oración litúrgica es que sea
celebrada por la comunidad cristiana presidida por su pastor. Y así como el
sacerdote, rezando el Oficio, hace oración litúrgica aunque esté solo, también
ha de reconocerse la dignidad eclesial y litúrgica a la oración de la
asamblea congregada en el nombre de Jesús, y que ora según los libros
oficiales y en la forma establecida, aunque le falte la presidencia del
sacerdote. El hecho de que el pastor tenga mandato eclesial de rezar el
Oficio, y que la comunidad sólo tenga recomendación, constituye una
distinción jurídica que tiene importancia por lo que se refiere a la
obligatoriedad del rezo, pero que no afecta substancialmente a la realidad
teológica de la comunidad cristiana que, reunida en el nombre de Jesús,
hace suya la Oración pública de la Iglesia.
b) La instrucción «Musicam Sacram» (5-III-1967).
Este documento, uno de los más interesantes y
sugestivos de la renovación litúrgica, ofrece algunas normas generales que
conviene tener en cuenta en la pastoral del Oficio Divino:
La acción litúrgica alcanza la plenitud de su
nobleza y expresividad cuando se realiza con canto, el pueblo participa, y
cada uno desempeña su función propia (5; +SC 113).
En la celebración litúrgica se debe observar bien
el sentido y la naturaleza de cada parte y de cada canto (6; +OGLH 33).
Puesto que al celebrar la liturgia el canto puede
introducirse en mayor o menor grado, conviene tener en cuenta que debe
comenzarse «por aquellas partes que por su naturaleza son de mayor
importancia; las que cantan el sacerdote y los ministros con la respuesta
del pueblo; se añadirán después las que son propias del pueblo o de los
cantores» (7).
Debe prestarse gran atención a la participación de
la asamblea de los fieles (14), y a procurar que ésta sea a un tiempo
interior y exterior (SC 30).
La instrucción Musicam Sacram da también valiosas
orientaciones sobre la celebración de la Liturgia de las Horas: recomienda
especialmente su celebración cantada (37), comenzando por cantar sobre todo
las partes que más lo reclaman, como son los diálogos, himnos, versículos y
cánticos, aunque se recite todo lo demás (38). Y debe invitarse a los
fieles, formándoles con la debida catequesis, concretamente en la
inteligencia espiritual de los salmos, para que celebren en común, los
domingos y fiestas, algunas partes del Oficio Divino, sobre todo las
Vísperas (39).
c) La Ordenación general de la Liturgia de las
Horas (2-II-1971).
Puesto que venimos comentando desde el principio
este gran documento litúrgico, no haremos sino sintetizar sus orientaciones
pastorales sobre el Oficio:
La Liturgia de las Horas es cumbre y fuente de toda
la acción pastoral del pastor y de los fieles (18). Su celebración
comunitaria, hace visible a la Iglesia de Cristo (20-22). Por eso, quienes
han recibido mandato de celebrarla, han de procurar convocar la comunidad,
dirigir su oración y formarla con la debida catequesis, enseñando a los
fieles a participar en ella (23; +SC 84; PO 5). Sacerdotes, religiosos,
laicos, e incluso familias, deben procurar realizar en el Oficio el ideal
de la oración en común (24-27), especialmente en Laudes y Vísperas (40,
207).
Para facilitar a los fieles su participación en la
Oración de las Horas, la Iglesia permite o recomienda que se hagan las
debidas adaptaciones, siempre que se respeten las líneas de su estructura
esencial (33): pueden elegirse lecturas más largas o más adecuadas (46,
248, 250); puede tenerse, según convenga, homilía (47), silencio sagrado
(48), cantos apropiados que sustituyan al responsorio (49); convendrá a
veces elegir otros salmos (252; +247), o celebrar Oficios votivos (245).
Las Vigilias, especialmente la de la noche de
Navidad, que preparan a la celebración litúrgica de las grandes
solemnidades, pueden ser ocasión muy propicia para iniciar a los fieles en
la celebración del Oficio Divino (70-73, 215). Y también en esto puede a
veces ser útil unir una Hora a la Eucaristía (93-99).
En la pastoral de las Horas, como hemos visto, tiene
particular importancia fomentar el canto (267-270) y la participación de
toda la asamblea, en su diversidad de oficios y ministerios, gestos y
actitudes (253-266).
2. Las grandes líneas de la pastoral litúrgica de
las Horas
Las ideas, o mejor dicho, las convicciones de la fe
de las que debe partir la pastoral del Oficio Divino son éstas:
a) La comunidad cristiana ha de ser una comunidad
orante, como aquélla primera apostólica, de Jerusalén, en la que los fieles
«perseveraban unánimes en la oración» (Hch 1,14; +2,42). La oración privada
es una función cristiana preciosa y necesaria, pero la oración común
también lo es.
b) Los pastores han de ser maestros de oración. La
educación en la oración personal es un deber pastoral ineludible, pero la
educación en la oración comunitaria, e incluso en la litúrgica, también lo
es. Si en la comunidad cristiana el presbítero hace las veces de Cristo
Cabeza, a él le corresponde, como a Cristo, «enseñar a orar» a los
discípulos (+Mt 6,5-12). Por eso la Iglesia quiere que los hombres puedan
hallar en los sacerdotes «unos verdaderos maestros de oración» (S.
Congregación para la Educación Católica, Carta sobre algunos aspectos más
urgentes de la formación espiritual en los Seminarios, I: 6-I-1980).
c) La Liturgia de las Horas ha de ocupar un puesto
primordial en la pastoral de la oración cristiana por muchas razones: Es la
oración comunitaria que, por ser litúrgica, cuenta con una más cierta e
intensa presencia de Jesucristo, y una más eficaz asistencia de su
Espíritu, y por tanto es en principio la oración más grata al Padre. Es la
que mejor prepara y prolonga el sacrificio espiritual de la eucaristía. Es
la mejor escuela para la formación de la oración personal. Es la más rica y
bella, en sus contenidos bíblicos, patrísticos, eclesiales, comunitarios y
simbólicos. Es la que mejor significa y visibiliza el misterio de la
Iglesia orante. Es la más eficaz en el orden de la gracia, por ser oración
de Cristo y de su Iglesia.
d) La pastoral ha de orientarse al fomento de las
Horas litúrgicas más propias del pueblo, que, como ya sabemos, son Laudes,
Vísperas y las Vigilias. No va tanto a procurar el rezo de las Horas de
origen monástico, sino a conseguir la celebración habitual de aquellas
Horas que la tradición señala como las más propias del pueblo de Dios.
c) Los libros litúrgicos del Oficio son, por
supuesto, elemento primordial para la promoción pastoral del mismo. En
español se dispone de Liturgia de las Horas, en cuatro volúmenes, y del
Diurnal, que contiene en un tomo todas las horas menos el Oficio de
lectura. Para el canto del Oficio también existen libros tanto en latín
como en español.
Los libros litúrgicos deben ser estimados y
venerados, no sólo por la abundancia de los tesoros que contienen, sino
ante todo porque garantizan la autenticidad eclesial de la oración, al
mismo tiempo que están abiertos en no pocos momentos a la creatividad del
ministro o de la comunidad. Por otra parte, son libros que pueden ser
utilizados fuera de la liturgia, sea para la devoción personal, sea para
ayuda de otros ejercicios piadosos comunitarios que deben inspirarse en la
liturgia (SC 13). Los libros litúrgicos, en fin, deben ser bien conocidos,
estudiados y meditados -también en sus documentos introductorios,
frecuentemente tan valiosos-, pues son un medio primario para celebrar
bien.
3. Sugerencias concretas
a) La formación del pastor y de los demás
colaboradores de la vida litúrgica es tarea fundamental. La participación
activa de los fieles en la Liturgia, y concretamente en las Horas, «no se
puede esperar, si antes los mismos pastores de almas no se impregnan
totalmente del espíritu y de la fuerza de la liturgia, y llegan a ser
maestros de la misma» (SC 14). En este sentido, la Instrucción sobre la
formación litúrgica en los Seminarios (3-VI-1979) dedica varios números a
estimular la formación doctrinal y práctica de los futuros presbíteros en
lo referente a la Liturgia de las Horas (28-31, Apéndice 68-75).
b) La formación de los fieles es el otro paso
fundamental, que incluye una educación espiritual, simbólica, musical,
estética. Por lo de más, esta formación para la Liturgia, y concretamente
para la Liturgia de las Horas, requiere ante todo dar a los fieles «una
instrucción bíblica más rica, principalmente acerca de los salmos» (SC 90; OGLH
102). Sin ella la oración litúrgica se mantendrá para ellos en buena parte
inaccesible.
c) Atención a ciertas ocasiones propicias, como
costumbres populares devocionales, que a veces incluyen las Vísperas o
Completas, y en algún caso Vigilias; o bien reuniones de apostolado,
retiros periódicos, ejercicios espirituales... Su fundador, San Ignacio,
estando en Manresa, «oía cada día la Misa mayor y las Vísperas y Completas,
todo cantado, sintiendo en ello grande consolación» (Autobiografía 20).
d) Comenzar por una sola Hora, quizá las Vísperas
en los domingos de los tiempos fuertes del año litúrgico, siguiendo un
esquema fácil, a veces simplificado, o eligiendo los salmos.
En todo caso, conviene partir del convencimiento de
que los fieles cristianos, como pueblo sacerdotal, están llamados a la
Liturgia de las Horas. Y que, por tanto, cuando se congregan para orar en
el nombre de Jesús, pueden estar ciertos de que el Espíritu Santo, que
inspiró los salmos, «asiste con su gracia a los que creyendo con buen
voluntad» los cantan o recitan (OGLH 102). En efecto, quien con buena
voluntad trata de participar de la oración litúrgica de la Iglesia, ha de
introducirse en ella «dispuesto siempre el corazón a responder según la
voluntad del Espíritu, que inspiró al salmista y que sigue asistiendo
también a todo el que con piedad esté dispuesto a recibir su gracia» (104).
Ficha de trabajo
Preparación de celebraciones
1. Cada uno elige un formulario de Laudes o de
Vísperas para organizar una celebración con el pueblo.
2. El trabajo ha de consistir en elegir el himno
para cantar, y sobre todo estudiar el modo de recitar o cantar los salmos y
el cántico, además de los restantes elementos participativos (responsorio o
canto, respuesta a las preces, etc.).
3. Se pueden redactar también unas moniciones antes
de cada salmo, incluso una monición explicativa antes de empezar.
4. Realizar la celebración y revisarla después.

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