Este domingo de los Ramos, iniciamos
la Semana Santa, una semana solemne en la que queremos vivir con Cristo, su
Pasión, Muerte y Resurrección. Hoy la Iglesia recuerda la entrada
victoriosa de Cristo en Jerusalén para consumar su misterio pascual. La
liturgia de este domingo consta de tres momentos: 1) La bendición de los
ramos; 2) La procesión en honor a Cristo Rey; 3) La celebración de la
Eucaristía.
I. RITOS INICIALES
La entrada
solemne, pero no la procesión, puede repetirse antes de aquellas misas que
se celebran con gran asistencia de fieles.
CONMEMORACIÓN DE LA ENTRADA DEL
SEÑOR EN JERUSALÉN
PROCESIÓN
A una hora
adecuada, el pueblo se reúne en una iglesia menor o en otro lugar apto,
pero fuera del templo hacia el cual se ha de dirigir la procesión.
Los fieles
tienen los ramos en sus manos. El sacerdote y los ministros, revestidos con
los ornamentos rojos requeridos para la misa, se dirigen al lugar donde el
pueblo se encuentra congregado. El sacerdote, en lugar de la casulla, puede
usar la capa pluvial, que dejará una vez concluida la procesión. Mientras
tanto, se canta la siguiente antífona u otro cántico adecuado.
ANTÍFONA Mt 21, 9
¡Hosanna
al Hijo de David! Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de
Israel. ¡Hosanna en las alturas!
El sacerdote
saluda al pueblo de la manera acostumbrada; luego hace una breve monición,
en la que invita a los fieles a participar activa y conscientemente en la celebración de este día.
Puede hacerlo con estas palabras u otras semejantes.
Queridos
hermanos: Después de haber preparado nuestros
corazones desde el comienzo de la Cuaresma, por medio de la penitencia y
las obras de caridad, hoy nos congregamos para iniciar, con toda la
Iglesia, la celebración del misterio pascual de nuestro Señor, que fue
consumado por medio de su muerte y resurrección, para lo cual debió entrar
en la ciudad de Jerusalén. Por ello, llenos de fe y con gran fervor,
recordando esta entrada triunfal, sigamos al Señor, para que, participando
de su cruz, lleguemos a tener parte en su resurrección y su vida.
Después de
esta monición, el sacerdote dice una de las siguientes oraciones, teniendo
las manos juntas:
Oremos. Dios todopoderoso y eterno, santifica con tu bendición ✠ estos ramos,
para que nosotros que seguimos alegremente a Cristo Rey, podamos con su
ayuda llegar a la eterna Jerusalén. Por Jesucristo nuestro
Señor. R. Amén.
O bien:
Oremos. Señor, aumenta la fe de cuantos esperamos en ti y escucha nuestras
súplicas, para que quienes hoy llevamos estos ramos en honor de Cristo
victorioso, unidos a él, te presentemos el fruto de las buenas obras. Por
Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.
Y, en
silencio, rocía los ramos con agua bendita.
Luego se
proclama el Evangelio de la entrada del Señor, según uno de los cuatro
evangelistas. La lectura la realiza el diácono o, a falta de éste, el mismo
sacerdote, en la forma acostumbrada.
EVANGELIO Lc 19, 28-40
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Lucas.
Jesús siguió adelante,
subiendo a Jerusalén. Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del
monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles:
“Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado,
que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les
pregunta: «¿Por qué lo desatan?», respondan: «El Señor lo necesita»”. Los
enviados partieron y encontraron todo como él les había dicho. Cuando
desataron el asno, sus dueños les dijeron: “¿Por qué lo desatan?” Y ellos
respondieron: “El Señor lo necesita”. Luego llevaron el asno adonde estaba
Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar. Mientras él
avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino. Cuando Jesús se
acercaba a la pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos,
llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los
milagros que habían visto. Y decían: “¡Bendito sea el Rey que viene en
nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!”.
Palabra del Señor.
Después del
Evangelio, si se cree oportuno, puede tenerse una breve homilía. El
celebrante u otro ministro idóneo invita a comenzar la procesión, con estas
palabras u otras semejantes:
Queridos hermanos: Imitemos a la muchedumbre que aclamó a Jesús y
avancemos procesionalmente, unidos por el vínculo de la paz.
Y
comienza la procesión hacia la iglesia en la que se celebrará la misa.
MISA
Después de
la procesión o de la entrada solemne, el sacerdote comienza la misa con la
oración colecta.
ORACIÓN COLECTA
Dios
todopoderoso y eterno, que para dar al género humano un ejemplo de humildad
determinaste que nuestro Salvador se encarnara y padeciera la cruz,
concédenos que seamos dignos del testimonio de su Pasión y así podamos
participar un día de su Resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.
II. LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA Is 50, 4-7
Escuchamos la proclamación del libro
de Isaías, llamado «tercer cántico del Siervo de Yahvé», que sometido al
dolor expresa su confianza en Dios. Isaías nos habla del siervo que se
entrega al servicio de todos nosotros. Jesucristo es el siervo fiel que
sufrió para salvarnos. Leemos: «El Señor me ha abierto el oído». Que el
Señor el corazón para recibir el mensaje que él nos quiere revelar a través
de su profeta.
Lectura del libro de Isaías.
El mismo Señor me ha
dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con
una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo
escuche como un discípulo. El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me
volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los
que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y
escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido;
por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré
defraudado.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 21, 8-9.17-18a. 19-20.23-24
R. Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has abandonado?
Los que me ven, se
burlan de mí, hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo: «Confió en el
Señor, que él lo libre; que lo salve, si lo quiere tanto».
R. Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has abandonado?
Me rodea una jauría
de perros, me asalta una banda de malhechores; taladran mis manos y mis
pies. Yo puedo contar todos mis huesos.
R. Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has abandonado?
Se reparten entre sí
mi ropa y sortean mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; tú que
eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme.
R. Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has abandonado?
Yo anunciaré tu
Nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea: «Alábenlo, los
que temen al Señor; glorifíquenlo, descendientes de Jacob; témanlo,
descendientes de Israel».
R. Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has abandonado?
SEGUNDA LECTURA Flp 2, 6-11
Pablo nos transmite un antiguo
himno que sintetiza el misterio de la Encarnación. Cristo se humilla hasta
la muerte de cruz y el Padre lo exalta sobre todo lo creado. Él es el
servidor que se ha despojado de todo poder, incluso siendo Dios. Así
comparte la condición de todos los despojados, de todos los que no tienen
poder ni dominio sobre nadie. En la humildad de la cruz lo proclamamos
nuestro Salvador. Y después de la consagración podemos aclamar diciendo
«Por tu cruz y resurrección, nos has salvado, Señor».
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
cristianos de Filipos.
Jesucristo, que era
de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que
debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la
condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose
con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y
muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre
todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el
cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de
Dios Padre: “Jesucristo es el Señor”.
Palabra de Dios.
ACLAMACIÓN Flp 2, 8-9
Cristo se humilló por
nosotros hasta aceptar por obediencia la muerte, y muerte de cruz. Por eso,
Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre.
EVANGELIO Lc 22, 7.14—23,56
Hoy, más que nunca, Lucas continúa
siendo el evangelista del amor y de la misericordia. Su relato trata de
poner en claro el amor del Padre por su Hijo y por la humanidad entera. No
subraya, como Marcos o Mateo, los cargos que pesan contra los discípulos,
contra la multitud, los soldados o el sumo sacerdote. El Maestro mira a
Pedro después de su traición. Herodes y Pilatos se estrechan, por primera
vez, la mano... A lo largo del relato, la reconciliación aflora por todas
partes, y el amor del Padre brota sin cesar en relación a su Hijo. Por
desconcertante que sea la prueba es también presencia de Dios. La cruz se
hace signo de la misericordia divina, y el poder de perdón que ella tiene
se empieza a extender ya a todos.
Para
la lectura de la Pasión no se llevan cirios ni incienso, se omite el saludo
y la signación del libro. La lectura está a cargo de un diácono o, en su
defecto, del mismo sacerdote. Puede también ser encomendada a lectores
laicos, reservando al sacerdote, si es posible, la parte correspondiente a
Cristo.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san
Lucas.
C. Llegó el día de
los Ácimos, en el que se debía inmolar la víctima pascual. Cuando fue la
hora, Jesús se sentó a la mesa con los Apóstoles y les dijo:
+ “He deseado
ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión, porque les
aseguro que ya no la comeré más hasta que llegue a su pleno cumplimiento en
el Reino de Dios”.
C. Y tomando una
copa, dio gracias y dijo:
+ “Tomen y compártanla
entre ustedes. Porque les aseguro que desde ahora no beberé más del fruto
de la vid hasta que llegue el Reino de Dios”.
C. Luego tomó el pan,
dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
+ “Esto es mi Cuerpo,
que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”.
C. Después de la cena
hizo lo mismo con la copa, diciendo:
+ “Esta copa es la
Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes. La mano
del traidor está sobre la mesa, junto a mí. Porque el Hijo del hombre va
por el camino que le ha sido señalado, pero ¡ay de aquel que lo va a
entregar!”
C. Entonces
comenzaron a preguntarse unos a otros quién de ellos sería el que iba a
hacer eso. Y surgió una discusión sobre quién debía ser considerado como el
más grande. Jesús les dijo:
+ “Los reyes de las
naciones dominan sobre ellas, y los que ejercen el poder sobre el pueblo se
hacen llamar bienhechores. Pero entre ustedes no debe ser así. Al
contrario, el que es más grande, que se comporte como el menor, y el que
gobierna, como un servidor. Porque, ¿quién es más grande, el que está a la
mesa o el que sirve? ¿No es acaso el que está a la mesa? Y sin embargo, yo
estoy entre ustedes como el que sirve. Ustedes son los que han permanecido
siempre conmigo en medio de mis pruebas. Por eso yo les confiero la
realeza, como mi Padre me la confirió a mí. Y en mi Reino, ustedes comerán
y beberán en mi mesa, y se sentarán sobre tronos para juzgar a las doce
tribus de Israel. Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido poder para
zarandearlos como el trigo, pero yo he rogado por ti, para que no te falte
la fe. Y tú, después que hayas vuelto, confirma a tus hermanos”.
C. Pedro le dijo:
S. “Señor, estoy
dispuesto a ir contigo a la cárcel y a la muerte”.
C. Pero Jesús
replicó:
+“Yo te aseguro,
Pedro, que hoy, antes que cante el gallo, habrás negado tres veces que me
conoces”.
C. Después les dijo:
+ “Cuando los envié
sin bolsa, ni provisiones, ni sandalia, ¿les faltó alguna cosa?”
C. Respondieron:
S. “Nada”
C. Él agregó:
+ “Pero ahora el que
tenga una bolsa, que la lleve; el que tenga una alforja, que la lleve
también; y el que no tenga espada, que venda su manto para comprar una.
Porque les aseguro que debe cumplirse en mí esta palabra de la Escritura:
«Fue contado entre los malhechores». Ya llega a su fin todo lo que se
refiere a mí”.
C. Ellos le dijeron:
S. “Señor, aquí hay
dos espadas”.
C. Él les respondió:
+ “Basta”.
C. Enseguida Jesús
salió y fue como de costumbre al monte de los Olivos, seguido de sus
discípulos. Cuando llegaron, les dijo:
+ “Oren, para no caer
en la tentación”.
C. Después se alejó
de ellos, más o menos a la distancia de un tiro de piedra, y puesto de
rodillas, oraba:
+ “Padre, si quieres,
aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
C. Entonces se le
apareció un ángel del cielo que lo reconfortaba. En medio de la angustia,
él oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían
hasta el suelo. Después de orar se levantó, fue hacia donde estaban sus
discípulos y los encontró adormecidos por la tristeza. Jesús les dijo:
+ “¿Por qué están
durmiendo? Levántense y oren para no caer en la tentación”.
C. Todavía estaba
hablando, cuando llegó una multitud encabezada por el que se llamaba Judas,
uno de los Doce. Éste se acercó a Jesús para besarlo. Jesús le dijo:
+ “Judas, ¿con un
beso entregas al Hijo del hombre?”
C. Los que estaban
con Jesús, viendo lo que iba a suceder, le preguntaron:
S. “Señor, ¿usamos la
espada?”;
C. Y uno de ellos
hirió con su espada al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja
derecha. Pero Jesús dijo:
+“Dejen, ya está”.
C. Y tocándole la
oreja, lo sanó. Después dijo a los sumos sacerdotes, a los jefes de la
guardia del Templo y a los ancianos que habían venido a arrestarlo:
+ “¿Soy acaso un
bandido para que vengan con espadas y palos? Todos los días estaba con
ustedes en el Templo y no me arrestaron. Pero ésta es la hora de ustedes y
el poder de las tinieblas”.
C. Después de
arrestarlo, lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote. Pedro lo seguía de
lejos. Encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor de él y
Pedro se sentó entre ellos. Una sirvienta que lo vio junto al fuego, lo
miró fijamente y dijo:
S. “Éste también
estaba con él”.
C. Pedro lo negó
diciendo:
S. “Mujer, no lo
conozco”.
C. Poco después, otro
lo vio y dijo:
S. “Tú también eres
uno de aquéllos”.
C. Pero Pedro
respondió:
S. “No, hombre, no lo
soy”.
C. Alrededor de una
hora más tarde, otro insistió, diciendo:
S. “No hay duda de
que este hombre estaba con él; además, él también es galileo”.
C. Dijo Pedro:
S. “Hombre, no sé lo
que dices”.
C. En ese momento, cuando
todavía estaba hablando, cantó el gallo. El Señor, dándose vuelta, miró a
Pedro. Éste recordó las palabras que el Señor le había dicho: "Hoy,
antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces". Y saliendo
afuera, lloró amargamente.
C. Los hombres que
custodiaban a Jesús lo ultrajaban y lo golpeaban; y tapándole el rostro, le
decían:
S. “Profetiza, ¿quién
te golpeó?”
C. Y proferían contra
él toda clase de insultos.
C. Cuando amaneció,
se reunió el Consejo de los ancianos del pueblo, junto con los sumos
sacerdotes y los escribas. Llevaron a Jesús ante el tribunal y le dijeron:
S. “Dinos si eres el
Mesías”
C. Él les dijo:
+ «Si yo les respondo,
ustedes no me creerán, y si los interrogo, no me responderán. Pero, en
adelante, el Hijo del hombre se sentará a la derecha de Dios todopoderoso».
C. Todos preguntaron:
S. «¿Entonces eres el
Hijo de Dios?»
C. Jesús respondió:
+«Tienen razón, yo lo
soy».
C. Ellos dijeron:
S. “¿Acaso
necesitamos otro testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su propia
boca”.
C. Después se levantó
toda la asamblea y lo llevaron ante Pilato.
C. Y comenzaron a
acusarlo, diciendo:
S. “Hemos encontrado
a este hombre incitando a nuestro pueblo a la rebelión, impidiéndole pagar
los impuestos al Emperador y pretendiendo ser el rey Mesías”.
C. Pilato lo
interrogó, diciendo:
S. “¿Eres tú el rey
de los judíos?”
+ “Tú lo dices”.
C. Le respondió
Jesús. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la multitud:
S. “No encuentro en
este hombre ningún motivo de condena”.
C. Pero ellos
insistían:
S. “Subleva al pueblo
con su enseñanza en toda la Judea. Comenzó en Galilea y ha llegado hasta
aquí”.
C. Al oír esto,
Pilato preguntó si ese hombre era galileo. Y habiéndose asegurado de que
pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió. En esos días, también
Herodes se encontraba en Jerusalén.
C. Herodes se alegró
mucho al ver a Jesús. Hacía tiempo que deseaba verlo, por lo que había oído
decir de él, y esperaba que hiciera algún prodigio en su presencia. Le hizo
muchas preguntas, pero Jesús no le respondió nada. Entre tanto, los sumos
sacerdotes y los escribas estaban allí y lo acusaban con vehemencia.
Herodes y sus guardias, después de tratarlo con desprecio y ponerlo en
ridículo, lo cubrieron con un magnífico manto y lo enviaron de nuevo a
Pilato. Y ese mismo día, Herodes y Pilato, que estaban enemistados, se
hicieron amigos
C. Pilato convocó a
los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo, y les dijo:
S. “Ustedes me han
traído a este hombre, acusándolo de incitar al pueblo a la rebelión. Pero
yo lo interrogué delante de ustedes y no encontré ningún motivo de condena
en los cargos de que lo acusan; ni tampoco Herodes, ya que él lo ha
devuelto a este tribunal. Como ven, este hombre no ha hecho nada que
merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad”.
C. Pero la multitud
comenzó a gritar:
S. “¡Qué muera este
hombre! ¡Suéltanos a Barrabás!”
C. A Barrabás lo
habían encarcelado por una sedición que tuvo lugar en la ciudad y por
homicidio. Pilato volvió a dirigirles la palabra con la intención de poner
en libertad a Jesús. Pero ellos seguían gritando:
S. “¡Crucifícalo!
¡Crucifícalo!”
C. Por tercera vez
les dijo:
S. “Qué mal ha hecho
este hombre? No encuentro en él nada que merezca la muerte. Después de
darle un escarmiento, lo dejaré en libertad”.
C. Pero ellos
insistían a gritos, reclamando que fuera crucificado, y el griterío se
hacía cada vez más violento. Al fin, Pilato resolvió acceder al pedido del
pueblo. Dejó en libertad al que ellos pedían, al que había sido encarcelado
por sedición y homicidio, y a Jesús lo entregó al arbitrio de ellos.
C. Cuando lo
llevaban, detuvieron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo
cargaron con la cruz, para que la llevara detrás de Jesús. Lo seguían
muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y
se lamentaban por él. Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo:
+ “¡Hijas de
Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos.
Porque se acerca el tiempo en que se dirá: ¡Felices las estériles, felices
los vientres que no concibieron y los pechos que no amamantaron! Entonces
se dirá a las montañas: «¡Caigan sobre nosotros!, y a los cerros:
«¡Sepúltennos!» Porque si así tratan a la leña verde, ¿qué será de la leña
seca?”
C. Con él llevaban
también a otros dos malhechores, para ser ejecutados. Cuando llegaron al
lugar llamado “del Cráneo”, lo crucificaron junto con los malhechores, uno
a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía:
+ “Padre, perdónalos,
porque no saben lo que hacen”.
C. Después se
repartieron sus vestiduras, sorteándolas entre ellos. El pueblo permanecía
allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían:
S. “Ha salvado a
otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!”
C. También los
soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le
decían:
S. “Si eres el rey de
los judíos, ¡sálvate a ti mismo!”
C. Sobre su cabeza
había una inscripción: “Éste es el rey de los judíos”.
C. Uno de los
malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:
S. “No eres tú el
Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros”.
C. Pero el otro lo
increpaba, diciéndole:
S. “¿No tienes temor
de Dios, tú que sufres la misma pena que él? Nosotros la sufrimos
justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo”.
C. Y decía:
S. “Jesús, acuérdate
de mí cuando llegues a tu Reino”.
C. Él le respondió:
+ “Yo te aseguro que
hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
C. Era alrededor del
mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las
tres de la tarde. El velo del Templo se rasgó por el medio. Jesús, con un
grito, exclamó:
+ “Padre, en tus
manos encomiendo mi espíritu”.
C. Y diciendo esto,
expiró.
Aquí todos se
arrodillan, y se hace un breve silencio de adoración.
C. Cuando el
centurión vio lo que había pasado, alabó a Dios, exclamando:
S. “Realmente este
hombre era un justo”.
C. Y la multitud que
se había reunido para contemplar el espectáculo, al ver lo sucedido,
regresaba golpeándose el pecho. Todos sus amigos y las mujeres que lo
habían acompañado desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo
sucedido.
C. Llegó entonces un
miembro del Consejo, llamado José, hombre recto y justo, que había
disentido con las decisiones y actitudes de los demás. Era de Arimatea,
ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios. Fue a ver a Pilato para
pedirle el cuerpo de Jesús. Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en
una sábana y lo colocó en un sepulcro cavado en la roca, donde nadie había
sido sepultado. Era el día de la Preparación, y ya comenzaba el sábado. Las
mujeres que habían venido de Galilea con Jesús siguieron a José, observaron
el sepulcro y vieron cómo había sido sepultado. Después regresaron y
prepararon los bálsamos y perfumes, pero el sábado observaron el descanso
que prescribía la Ley.
Palabra del Señor.
Según las circunstancias,
después de la historia de la Pasión, puede tenerse una breve homilía.
EL CREDO
Creo en Dios Padre
todopoderoso. Creador del cielo y de la tierra. Y en Jesucristo, su único
Hijo, nuestro Señor; que fue concebido por obra y gracia del Espíritu
Santo, nació de Santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos; al tercer
día resucitó de entre los muertos; subió a los cielos y está sentado a la
derecha de Dios Padre todopoderoso; desde allí ha de venir a juzgar a los
vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu
Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los Santos, el perdón de
los pecados, la resurrección de la carne, y la vida eterna. Amén.
ORACIÓN DE LOS FIELES
A cada intención pedimos: Ayúdanos a serte
fiel, y sufrir contigo.
· Por la Iglesia:
perseguida e incomprendida: para que no tema imitar al siervo humillado y
pobre. Oremos.
· Por los que gobiernan
las naciones: para que la figura de Cristo humilde y servidor sea su
ejemplo. Oremos.
· Por los enfermos, los
moribundos y todos los que sufren: para que encuentren fortaleza y
confianza en los sufrimientos de Cristo. Oremos.
· Por los que hoy se
acercan a la Iglesia después de mucho tiempo: para que experimenten la
alegría de reencontrar a Jesús Oremos.
III. LITURGIA EUCARÍSTICA
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Por la pasión de tu Hijo
concédenos, Padre, tu reconciliación; no la merecemos por nuestras obras
pero prevenidos por tu gracia esperamos obtenerla por la acción de este
sacrificio. Por Jesucristo nuestro Señor.
PREFACIO
V/. El Señor esté con
ustedes.
R/. Y con tu
espíritu.
V/. Levantemos el
corazón.
R/. Lo tenemos
levantado hacia el Señor.
V/. Demos gracias al
Señor, nuestro Dios.
R/. Es justo y
necesario.
En verdad es justo y
necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo
lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque Cristo
nuestro Señor, siendo inocente, se entregó a la muerte por los pecadores, y
aceptó la injusticia de ser contado entre los criminales.
De esta forma, al
morir, destruyó nuestra culpa, y, al resucitar, fuimos justificados. Por
eso, con todos los ángeles, te alabamos, cantando alegremente:
Santo, Santo,
Santo...
RITO DE COMUNIÓN
PADRE NUESTRO
Padre nuestro que
estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de
cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los
que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
LA PAZ
Señor Jesucristo, que
dijiste a tus apóstoles: “La paz os dejo, mi paz os doy”. No tengas en
cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia, y, conforme a tu
palabra, concédele la paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos
de los siglos. Amén.
CORDERO
Cordero de Dios, que
quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros. Cordero de Dios, que
quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros. Cordero de Dios, que
quitas el pecado del mundo, danos la paz.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Mt 26, 42
Padre mío, si este
cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Hemos comido y bebido
el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, Padre; así como has afianzado nuestra fe
y nuestra esperanza con su muerte, también nos concedas, por su
resurrección, llegar a la patria adonde nos dirigimos. Por Jesucristo
nuestro Señor.
IV. RITO DE CONCLUSIÓN
ORACIÓN SOBRE EL PUEBLO
Padre, dirige tu mirada sobre esta familia
tuya, por la cual nuestro Señor Jesucristo no dudó en entregarse a las
manos de los verdugos y sufrir el suplicio de la cruz. Él que vive y reina
por los siglos de los siglos.
BENDICIÓN
Canto final
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