Sábado cuarta semana de Cuaresma
ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 17, 5-7
Las olas de la muerte me envolvieron
y me cercaron los lazos del Abismo; pero en mi angustia invoqué al Señor, y
él escuchó mi voz desde su templo.
ORACIÓN COLECTA
Te rogamos, Señor, que tu amor
misericordioso dirija nuestros corazones porque sin tu ayuda, no podemos
agradarte. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
LECTURA Jer 11, 18-20
Lectura
del libro de Jeremías.
Señor, tú me has hecho ver las
intrigas de este pueblo. Y yo era como un manso cordero, llevado al
matadero, sin saber que ellos urdían contra mí sus maquinaciones:
“¡Destruyamos el árbol mientras tiene savia, arranquémoslo de la tierra de
los vivientes, y que nadie se acuerde más de su nombre!”. Señor de los
ejércitos, que juzgas con justicia, que sondeas las entrañas y los
corazones, ¡que yo vea tu venganza contra ellos, porque a ti he confiado mi
causa!
Palabra
de Dios.
COMENTARIO: -Destruyamos
el árbol mientras tiene savia, arranquémoslo de la tierra de los
vivientes-. Con esta imagen se da a entender que tanto los vecinos como los
familiares del profeta han tramado su muerte.
Jeremías,
profundamente marcado por su destino, se vuelve al Señor para confiarse a
Él. Su oración nos ofrece ciertos rasgos característicos del -siervo
sufriente- del que nos habla Isaías, a través del tema del complot y del
cordero llevado al matadero.
SALMO Sal 7, 2-3. 9-12
R.
¡Señor, Dios mío, en ti me refugio!
Señor, Dios mío, en ti me
refugio: sálvame de todos los que me persiguen; líbrame, para que nadie
pueda atraparme como un león, que destroza sin remedio. R.
Júzgame, Señor, conforme a mi
justicia y de acuerdo con mi integridad. ¡Que se acabe la maldad de los
impíos! Tú que sondeas las mentes y los corazones, tú que eres un Dios
justo, apoya al inocente. R.
Mi escudo es el Dios Altísimo,
que salva a los rectos de corazón. Dios es un Juez justo y puede irritarse
en cualquier momento. R.
VERSÍCULO Cfr. Lc 8, 15
Felices los que retienen la
Palabra de Dios con un corazón bien dispuesto y dan fruto gracias a su
constancia.
EVANGELIO Jn 7, 40-53
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Algunos de la multitud, que
habían oído a Jesús, opinaban: “Éste es verdaderamente el Profeta”. Otros
decían: “Éste es el Mesías”. Pero otros preguntaban:
“¿Acaso el Mesías vendrá de
Galilea? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David y
de Belén, el pueblo de donde era David?”. Y por causa de él, se produjo una
división entre la gente. Algunos querían detenerlo, pero nadie puso las
manos sobre él. Los guardias fueron a ver a los sumos sacerdotes y a los
fariseos, y éstos les preguntaron: “¿Por qué no lo trajeron?”. Ellos
respondieron: “Nadie habló jamás como este hombre”. Los fariseos
respondieron: “¿También ustedes se dejaron engañar? ¿Acaso alguno de los
jefes o de los fariseos ha creído en él? En cambio, esa gente que no conoce
la Ley está maldita”. Nicodemo, uno de ellos, que había ido antes a ver a
Jesús, les dijo: “¿Acaso nuestra Ley permite juzgar a un hombre sin
escucharlo antes para saber lo que hizo?”. Le respondieron: “¿Tú también
eres galileo? Examina las Escrituras y verás que de Galilea no surge ningún
profeta”. Y cada uno regresó a su casa.
Palabra
del Señor.
COMENTARIO: -Nadie habló
jamás como ese hombre--. Para Juan está claro que no se puede lograr la
personalidad del Maestro, argumentando sobre las escrituras. Acercarse a su
misterio implica situarse en el plano del encuentro personal, y los
–pequeños- están más y mejor preparados para ello. Todos chocan con quienes
se creen sabios intérpretes de las Escrituras: -De Galilea no surge ningún
profeta-. A menudo solemos oír expresiones similares, desacreditando a
quienes no piensan, no sienten, como la mayoría o son de otros pueblos,
culturas o mentalidad.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe con agrado estas
ofrendas, Señor, y atrae misericordiosamente aún a los que se han alejado
de ti. Por Jesucristo nuestro Señor.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN 1Ped 1, 19
Fuimos rescatados con la
sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin mancha y sin defecto.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que tus
santos misterios nos purifique, Padre, y por su acción eficaz nos
hagan agradables a ti. Por Jesucristo nuestro Señor.
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“La
palabra de Jesús es la Palabra del Padre”
Jn
7, 40-53
Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
1. "ÉSTE
ES VERDADERAMENTE EL PROFETA".
La predicación de Jesús,
produce una profunda impresión en la gente que lo escucha, observan en
Jesús, palabras extraordinarias, actitudes fuera de todo lo común, es Jesús
alguien especial.
Jesús, habla en nombre del Padre, habla por quien
lo ha enviado, entonces Jesús es el Profeta del Padre, su mensaje es el del
Padre y a Él quiere llevarnos, de este modo, Jesús cumple su misión
profética.
Algunos de la multitud, que habían oído a Jesús,
opinaban: "Éste es verdaderamente el Profeta". Otros decían:
"Éste es el Mesías". La falta de profeta podía ser uno de los
mayores castigos para Israel, y esta ausencia fue muy larga, de siglos. En
los días de los Macabeos se suspiraba por un profeta que precisase ciertos
puntos (1 Mac 4:46; 14:41). Por eso, sobre la base del Deuteronomio
(18:18), se esperaba incluso a un profeta especial, que preludiase, al
estilo de Elías, los días mesiánicos. Y así, cuando el Bautista apareció en
las orillas del Jordán, con su atuendo de profeta y su vida de austeridad,
las multitudes pensaron si no sería “el Profeta” (San Juan 1:21.25).
2. “OTROS,
EN CAMBIO, DECÍAN SI NO SERÍA EL MISMO MESÍAS.”
En el cristianismo primitivo se interpretó el
anuncio de Moisés en un sentido mesiánico (Hech 3:22; 7:37; cf. San Juan
6:14.15; 1:45). Pero, en cambio, en los escritos judaicos nunca ha sido
identificado este Profeta con el Mesías. Y en los escritos de Qumrán se
distinguen las venidas del Profeta y del Mesías, y se basaban para ello en
el pasaje de Moisés (Dt 18:18) 40. De aquí la exactitud de esta distinción
entre el Profeta y el Mesías. Aunque en el pueblo esta distinción andaba
confusa (cf. San Juan 6:14.15).
“Otros, en cambio, decían si no sería el mismo
Mesías.” Ya antes, ciertos grupos habían pensado que debía de serlo, pues
los milagros que hacía los persuadían de ello. Mas para esto se les
presentaba la objeción de su nacimiento. Según las Escrituras, el Mesías
procedería de la casa de David (2 Sam 7:12ss, etc.). Pero desde la profecía
de Miqueas (Miq 5:2), se había interpretado por
ciertas fracciones judías que el nacimiento del Mesías sería en el mismo
Belén (Mt 2:4). Y siendo desconocida de las gentes la concepción virginal
de Jesús y pasando éste por hijo “legal” de José (San Juan 6:42) y como “el
profeta de Nazaret de Galilea” (Mt 21:11), ya que el nacimiento en Belén no
parece haber trascendido, durante la vida de Jesús, del círculo de
familiares e íntimos, se les planteaba esta oposición entre los hechos que
veían, lo que ellos sabían y lo que la Escritura decía de los orígenes del
Mesías.
3. “Y
POR CAUSA DE ÉL, SE PRODUJO UNA DIVISIÓN ENTRE LA GENTE”
Por eso se originó un desacuerdo en la multitud
por su causa, “Y por causa de él, se produjo una división entre la gente”
.Y, ante todo esto, algunos querían apoderarse de Él, así dice el
Evangelio: “Algunos querían detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él”
Es el fanatismo religioso oriental, tan pronto a estallar y traducirse en
medidas tan incontroladas como radicales.
Los guardias fueron a ver a los sumos sacerdotes
y a los fariseos, y éstos les preguntaron: "¿Por qué no lo
trajeron?". Sucedió que hubo diversos pareceres y reacciones ante las
enseñanzas del mismo, como consecuencia de la
admiración y la impresión profunda que Jesús causaba en los oyentes, la
grandeza del mismo, su doctrina, la autoridad propia con que hablaba. En
este pasaje se dice que dos veces dio sus enseñanzas en el templo y
explicando. Todo esto causó una impresión tal en los guardias del mismo, que tenían la misión de prenderle, y no
solamente no procedieron a ello, sino que alegaron, sorprendidos, ante sus
jefes, para justificar su desobediencia, así fue como ellos respondieron:
"Nadie habló jamás como este hombre". Acusa ello la convicción de
los guardias en la grandeza que concibieron de Jesús y su mensaje.
4. "¿TAMBIÉN
USTEDES SE DEJARON ENGAÑAR?“
La réplica de los fariseos se veía venir; no
podía comprender lo inverosímil de esta conducta, por eso los fariseos
respondieron: "¿También ustedes se dejaron engañar?“. Ellos, que eran
los tradicionalistas del mosaísmo y los rectores espirituales de Israel. Lo
que ellos no creían, pensaban que nadie podía admitirlo, luego preguntaron;
¿Acaso alguno de los jefes o de los fariseos ha creído en él? Y
concluyeron, en su orgullo, que esta gente ignora la Ley, por eso dicen; “
Esta gente que no conoce la Ley, está maldita". Es decir “son unos
malditos”. Los rabinos y fariseos despreciaban profundamente al pueblo,
porque no dedicaba su actividad al estudio de la Ley. Despectivamente lo
llamaban el “pueblo de la tierra”. Porque, ignorando todo lo que tiene poco
valor o escasa importancia y la aplicación de los principios morales a
casos concretos rabínicos, no podían cumplirlos. Por lo que así la Ley,
mejor su casuística, venía a caer sobre ellos, “maldiciéndoles.”
5. EXAMINA
LAS ESCRITURAS Y VERÁS QUE DE GALILEA NO SURGE NINGÚN PROFETA".
Nicodemo, uno de ellos, que había ido antes a ver
a Jesús, les dijo: "¿Acaso nuestra Ley permite juzgar a un hombre sin
escucharlo antes para saber lo que hizo?". Nicodemo es uno de ellos,
sin embargo muestra actitud discordante y defensiva de Jesús. La defensa de
Nicodemo es velada, pues aún no es un discípulo abierto de Jesús; pero su
argumentación es la propia de un doctor de la Ley: la Ley no condena a
nadie sin oírle y permitir su defensa. Pero ellos ya lo habían condenado
antijurídicamente a muerte (San Juan 7:25). La respuesta de los sanedritas a Nicodemo es una fuerte y doble injuria
camuflada: "¿Tú también eres galileo?” De sobra sabían el origen noble
de Nicodemo. Al aludirle a una hipotética relación galilea, no pretenden
tanto el querer ponerle en el bando defensivo de un compatriota cuanto,
veladamente, injuriarle, puesto que, para los de Judea, los galileos eran
considerados como judíos inferiores, por su origen mixtificado, y tratados
despectivamente. Un proverbio judío decía así: “Todo galileo es un leño.”
El término de “estúpido” hablándose de galileos aparece en los escritos
rabínicos. La segunda injuria es remitirle a que investigue las Escrituras,
para que vea que de Galilea no ha salido profeta alguno, así es como le
dicen: “Examina las Escrituras y verás que de Galilea no surge ningún
profeta".
Sin embargo, esto, tomado estrictamente, no era
verdad, ya que, según el libro de los Reyes, Jonás era Galileo (2 Re
14:25). Pero no deja de ser extraño este error en boca de sanedritas. Acaso quisieran decir que ningún profeta
notable había salido de Galilea. En todo ello se ve que, para estos
dirigentes, Jesús pasaba como oriundo de Galilea. Así lo denominarán un día
las multitudes: “Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea” (Mt 21:11). Mas,
en todo caso, la opinión de los sanedritas nada
probaba. Porque, si ningún profeta notable había provenido de Galilea, esto
no imposibilitaba el que, en el futuro, pudiese provenir alguno de allí.
6. LA
PALABRA DE JESÚS ES LA PALABRA DEL PADRE
Termina el fragmento del evangelio; “Y cada uno
regresó a su casa”. La reunión se disolvió. La injuria se dirigió a
Nicodemo. Pero las razones de éste no fueron
rebatidas. Y contra la injuria quedó entonces flotando sobre el sanedrín
una acusación formidable: de modo injusto se había ya condenado, en forma
más o menos oficial, a Jesús a muerte.
El cristiano ha de ser un profeta de Jesús. En
efecto, nosotros participamos de la misión profética de Jesús y debemos
cumplir esta misión, tomando conciencia de que somos profetas de Jesús,
enviados por El, para transmitir su palabra, su mensaje de salvación.
Predicar el misterio de la salvación, darlo a conocer, comunicarlos con
fidelidad, es nuestra misión como cristianos.
"Nadie habló jamás como este
hombre" La palabra de Jesús es la Palabra del Padre, por El llegamos
al Padre y el Padre llega a nosotros. Pedro respondió: Señor, “Tú tienes
palabra de vida eterna” (San Juan 6,68). No nos apartemos de las palabras
de Jesús, palabras que son de vida y verdad. Escuchemos a Jesús y los que
nos hablan en su nombre, a los que transmiten su mensaje, porque Jesús nos
habla también por ellos.
El
Señor les Bendiga
Pedro Sergio Antonio Donoso
Brant
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