ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 105, 47
Sálvanos, Señor y Dios nuestro, congréganos de entre
todas las naciones, para celebrar tu santo nombre y alegrarnos en tu
alabanza.
ORACIÓN COLECTA
Señor y Dios nuestro, concédenos honrarte con todo el
corazón y amar a todos con amor verdadero. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios,
por los siglos de los siglos.
LECTURA Heb 11, 32-40
Lectura de la carta a los
Hebreos.
Hermanos: Me faltaría tiempo para hablar de los
Jueces y de los Profetas que Dios envió a su pueblo. Ellos, gracias a la
fe, conquistaron reinos, administraron justicia, alcanzaron el cumplimiento
de las promesas, cerraron las fauces de los leones, extinguieron la
violencia del fuego, escaparon del filo de la espada. Su debilidad se
convirtió en vigor: fueron fuertes en la lucha y rechazaron los ataques de
los extranjeros. Hubo mujeres que recobraron con vida a sus muertos. Unos
se dejaron torturar, renunciando a ser liberados, para obtener una mejor
resurrección. Otros sufrieron injurias y golpes, cadenas y cárceles. Fueron
apedreados, destrozados, muertos por la espada. Anduvieron errantes,
cubiertos con pieles de ovejas y de cabras, desprovistos de todo, oprimidos
y maltratados. Ya que el mundo no era digno de ellos, tuvieron que vagar
por desiertos y montañas, refugiándose en cuevas y cavernas. Pero, aunque
su fe los hizo merecedores de un testimonio tan valioso, ninguno de ellos
entró en posesión de la promesa. Porque Dios nos tenía reservado algo
mejor, y no quiso que ellos llegaran a la perfección sin nosotros.
Palabra de Dios.
COMENTARIO:
En este pasaje, el autor recuerda a sus
destinatarios, asediados por la tentación de volver al judaísmo clásico,
que la fe invita al riesgo, para hacerse disponible a la novedad ya lo
imprevisible. La fe no sólo es la adhesión a unas verdades; ella tiene sus
testigos en todos los tiempos y apuesta por el futuro. Y el autor concluye:
si tal ha sido la fe de los antepasados, su ejemplo vale, con mayor razón,
para aquellos que han conocido la realización de la promesa. El autor
quiere resaltar las predicciones hechas por el Maestro y la necesidad de
perseverar hasta el fin.
SALMO SaI 30, 20-24
R. ¡Sean fuertes los que
esperan en el Señor!
¡Qué grande es tu bondad, Señor! Tú la reservas para
tus fieles, y la brindas a los que se refugian en ti, en la presencia de
todos. R.
Tú los ocultas al amparo de tu rostro de las intrigas
de los hombres; y los escondes en tu Tienda de campaña, lejos de las
lenguas pendencieras. R.
¡Bendito sea el Señor; Él me mostró las maravillas de
su amor en el momento de peligro! ¡Qué grande es tu bondad Señor! R.
En mi turbación llegué a decir: “He sido arrojado de
tu presencia”. Pero Tú escuchaste la voz de mi súplica, cuando yo te
invocaba. R.
Amen al Señor, todos sus fieles, porque Él protege a
los que son leales y castiga con severidad a los soberbios. ¡Sean fuertes
los que esperan en el Señor! R.’
ALELUYA Lc 7,16
Aleluya. Un gran profeta ha aparecido en medio de
nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo. Aleluya.
EVANGELIO Mc 5, 1-20
Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo según san Marcos.
Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla del
mar, a la región de los gerasenos. Apenas Jesús desembarcó, le salió al
encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu impuro. Él
habitaba en los sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con
cadenas. Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había
roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo. Día y
noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e
hiriéndose con piedras. Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse
ante él, gritando con fuerza: “¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el
Altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!”. Porque Jesús le había
dicho: “¡Sal de este hombre, espíritu impuro!”. Después le preguntó: “¿Cuál
es tu nombre?”. Él respondió: “Mi nombre es Legión, porque somos muchos”. Y
le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella región. Había allí
una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña. Los espíritus
impuros suplicaron a Jesús: “Envíanos a los cerdos, para que entremos en
ellos”. Él se lo permitió. Entonces los espíritus impuros salieron de aquel
hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la
piara –unos dos mil animales– se precipitó al mar y se ahogó. Los
cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados.
La gente fue a ver qué había sucedido. Cuando llegaron a donde estaba
Jesús, vieron sentado, vestido y en su sano juicio, al que había estado
poseído por aquella Legión, y se llenaron de temor. Los testigos del hecho
les contaron lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos.
Entonces empezaron a pedir a Jesús que se alejara de su territorio. En el
momento de embarcarse, el hombre que había estado endemoniado le pidió que
lo dejara quedarse con él. Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: “Vete
a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al
compadecerse de ti”. El hombre se fue y comenzó a proclamar por la región
de la Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos quedaban
admirados.
Palabra del Señor.
COMENTARIO:
Este hombre, poseído por el mal, puede encontrar en
Jesús al liberador. La primera reacción de este hombre fue dejar su casa,
su cultura, su tradición y emprender un nuevo camino. Pero Jesús le exige
que proclame esta novedad en medio de su realidad cotidiana. No todos los
que creían en Jesús eran llamados a «dejar todo», sin embargo, todos están
llamados a predicar la novedad del Reino de Dios que actúa entre los
hombres.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Presentamos ante tu altar, Señor, los dones de
nuestra entrega; te rogamos que los aceptes con bondad y los conviertas en
el sacramento de nuestra redención. Por Jesucristo nuestro Señor.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Sal 30, 17-18
Que brille tu rostro sobre tu servidor, sálvame por
tu misericordia. Señor, que no me avergüence de haberte invocado.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Alimentados con el don de nuestra redención, te
pedimos, Padre, que con este auxilio de salvación eterna, se acreciente
siempre en nosotros la verdadera fe. Por Jesucristo nuestro Señor.
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“¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el
Altísimo?”
Mc 5, 1-20
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
1. LA REGIÓN DE LOS GERASENOS
Jesús y sus
discípulos llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos,
este lugar estaba situado junto al Lago Tiberíades, y que, además, estaba
enclavado en la Decápolis. Cuando Jesús en esta región, le sale un
endemoniado. Es un vagabundo por los montes y regiones desérticas, dando
gritos, hiriéndose con piedras, morando en “sepulcros”. Así llevaba “muchos
años”. Al que pernocta en los sepulcros se dice que habita en él el
“espíritu impuro”. La ferocidad del endemoniado era tal que, para evitar
que se hiciesen daño a sí mismos o a otros, ya que atacaban a los
caminantes, les habían atado con cadenas en varias ocasiones, pero las
habían roto.
2. USAR PARA LA CURA MEDIOS MÁGICOS O EXORCISMOS
Los rabinos
atribuían en ocasiones la enfermedad a influjo mágico o a vejación de
demonios. De aquí el usar para la cura medios mágicos o exorcismos. Entre
los medios mágicos se usaban, verbigracia, amuletos, en los que se
escribían versículos de la Escritura, nombres de demonios, los cuales eran
sólo conocidos de los rabinos. El exorcismo se solía hacer por medio de
conjuros y encantamientos, mezclados de acciones supersticiosas, o por
repetición de palabras sin sentido, pero en cuya acumulación y ritmo se
pensaba que estaba el poder. Al oír estas palabras, el demonio debía huir.
3. JESUCRISTO USARÁ PARA CURAR A ESTE ENDEMONIADO SU
MANDATO.
Cuando Jesús desembarcó,
el endemoniado viendo y conociendo a Jesús “desde lejos”; viene corriendo y
se postra ante él. Y “gritando” le dijo: “¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo
de Dios, el Altísimo?
La expresión
“Dios Altísimo” es usada en los escritos rabínicos para denominar al Dios
de los judíos. Se había hecho término usual y casi técnico, desde la época
de los Macabeos, para expresar al Dios de Israel. También los paganos
conocían al Dios de los judíos bajo este nombre. Aunque de suyo no era
título mesiánico, en boca de este endemoniado debe de estar usado en este
sentido. Pero no es usado aquí en el sentido de filiación divina, pues
luego lo conjurará por Dios diciendo: ¡Te conjuro por Dios, no me
atormentes!”
4. EL ENDEMONIADO “CONJURA” A CRISTO QUE “NO LE
ATORMENTE.”
Y la razón es:
Porque Jesús le había dicho: “¡Sal de este hombre, espíritu impuro!”. Aquí
el exorcismo de Cristo es orden. El endemoniado le “conjura” por Dios.
Manifiestamente este endemoniado cree en la virtud del nombre de Dios,
máxime sobre Cristo, del que reconoce su grandeza y santidad al llamarle
“Hijo de Dios.”
El endemoniado
pide que “no le atormente.” La venida del Mesías comenzaba a contener esta
obra demoníaca, es por lo que se encuentran “atormentados.” Y al tener su
limitación antes del juicio final, es lo que les hace quejarse y temer que
Cristo haya venido “antes de tiempo” a “atormentarles”, creyeron que había
venido a juzgarlos.
5. EL PODER DE CRISTO SOBRE LOS DEMONIOS
Cristo le
pregunta, no al endemoniado, sino al demonio, cuál sea su nombre. El
conocer el nombre del demonio debía de tener importancia en los exorcismos
judíos. Se ve la finalidad de esta pregunta de Cristo en aquel ambiente: al
no decir el demonio su nombre y decir que son “legión,” el poder de Cristo
sobre los demonios aparecerá más claro, por no usar el procedimiento de los
exorcistas y por dominar en la colectividad de los “espíritus impuros.” El
demonio no responde su nombre, pero ensaya ocultarse en la vaguedad de una
colectividad. Dice “legión,” porque habían entrado en él muchos demonios.
La respuesta no podía pasar de una bravuconearía. Pues constando la
“legión” romana de 5.000
a 6.000 hombres, no se puede pensar en semejante
invasión en un individuo.
Cuanto disfruta
la maldad mientras no sea sorprendida por la justicia, e incluso, hace
alarde y ostentación de fuerza cuando actúa libremente, pero en manos de la
justicia y la verdad suplica porque conoce el castigo.
6. LOS DEMONIOS PIDEN, AL SER EXPULSADOS DE LOS
ENDEMONIADOS
Lo que los
evangelistas están destacando aquí ya es el poder total de Cristo sobre los
demonios, ya que reconocen la sumisión a sus órdenes, pues le “suplicaban
insistentemente” que “no los echase fuera de aquella región.” No lejos de
allí había una piara de cerdos, que Marcos estima en cerca de dos mil. El
número no resulta extraño, ya que este puede referirse muy bien a lo que es
normal, el acoplar en uno todos los diversos rebaños del pueblo para
facilitar su pastoreo y guarda.
Los demonios
piden, al ser expulsados de los endemoniados, no ser obligados a ir al
“abismo,” es decir, a cesar en su tarea de enemistad y odio al
establecimiento del reino de Dios, y cuya prueba de su llegada, como Cristo
dijo, es la expulsión de los demonios de los poseídos, piden también entrar
en la manada de los cerdos. Sin duda, pretendían, al impulsarlos con una
carrera desenfrenada a despeñarse y ahogarse en el lago, provocar una
reacción hostil de las gentes contra Jesús, con las ventajas que de esto
pudieran derivarse para su obra de mal. Pero se ve, por otra parte, que su
acción en esta piara acusa, de modo más sensible, el movimiento diabólico
de, literariamente, “expulsión” e “ingreso,” destacándose así la suprema
autoridad de Cristo sobre los espíritus impuros.
7. ¿POR QUÉ LA GENTE HUYE?
Así esta escena
viene a presentar a un tiempo a Cristo como Mesías (Mt 12:23.28) y como
ejerciendo poderes de Dios: tanto sobre los bienes materiales como sobre el
disponer del destino de los demonios en permitirles una acción temporal
tentadora o en recluirlos definitivamente en el “abismo” (Lc).
Los pastores,
despavoridos ante aquel suceso, en que no podían responder de la custodia
de los ganados, partieron a la ciudad y a los campos a dar la noticia. ¿Por
qué la gente huye?, por lo general es por el deseo de apartarse deprisa de
lo que se considera molesto o perjudicial, para evitar un daño, un disgusto
o una molestia
8. ANTE TAL SUCESO, LA GENTE SE PRESENTÓ EN EL LUGAR.
Se describe el
asombro de la gente al encontrarse al endemoniado “sentado a los pies de
Jesús, vestido y cuerdo”. Ante el asombro, no de la curación del
endemoniado, sino de la manada despeñada y ahogada, le rogaron que se
“retirase de su región,” pues “estaban sobrecogidos de un gran temor” (Lc).
Y el ruego debió de ser repetido e insistente, como lo describe Marcos. No
deja de ser extraña esta petición. Admitido el milagro, ¿por qué se obra
así? Probablemente por el temor a que pudiese haber nuevas pérdidas en sus
bienes materiales. Acaso vieron en él a un “profeta” judío que castigaba
así el animal para ellos prohibido.
9. COMENZÓ A PROCLAMAR LO QUE JESÚS HABÍA HECHO POR
ÉL, Y TODOS QUEDABAN ADMIRADOS.
Cuando Cristo, a
sus ruegos, se embarcaba para retirarse de allí, el endemoniado ya curado
le rogaba insistentemente que le dejase estar con él. Pero Cristo no
accedió a esta petición. No podía, por propio impulso, seguirle como
apóstol o “discípulo.” Pues no lo eligieron ellos a Él, sino El a ellos (Jn
15:16). Pero, si no con carácter oficial, de hecho lo hizo su “apóstol” en
aquella región. Pues le mandó que fuese a los “suyos” y narrase lo que
“Dios ha hecho contigo.” Este hombre curado vino a ser como constituido
“apóstol” de Cristo en aquellas regiones. El evangelio dice: El hombre se
fue y comenzó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había
hecho por él, y todos quedaban admirados.
10. ¿CUANDO SENTIMOS TEMOR Y CUANDO SENTIMOS MIEDO?
Siempre hay
temor de acercarse a los cementerio, se le teme a los muertos, como si las
almas anduvieran errantes paseándose libremente, ¿por qué no pensar mejor
que el alma de los buenos está en manos de Dios?, ¿Por qué no pensar que
las almas de los pecadores, no habitan este mundo?, siendo la maldad,
morada del demonio, la que le hace daño al alma, no podemos pensar que esta
ayude a lo que le hace mal.
¿Cuándo sentimos
temor y cuando sentimos miedo?, pareciera que es lo mismo una cosa que
otra, sin embargo no es así, el temor está siempre en la mente, a modo de
ejemplo, cuando sentimos inquietud, especialmente cuando estamos
desprotegidos, el temor nos impide acercarnos a lo que consideramos que
puede ser dañino, arriesgado o peligroso, esto es una cierta sospecha o un
recelo de lo que podría suceder más adelante, en cambio el miedo pasa por
nuestro cuerpo, es esa sensación angustiosa que sentimos a causa de la
presencia, la amenaza o de la simple suposición del riesgo o del mal.
11. SEPAMOS VER EN LA PRESENCIA DEL SEÑOR JESÚS, A EL
SALVADOR, A NUESTRO REDENTOR
Tal vez no sea
fácil comprender este Evangelio, donde Jesús derrota esos poderes que
luchan contra el Reino de Dios, aún más, ¿cómo comprender a esos cuidadores
que asombrados temieron la presencia del Señor Jesús y que luego huyeron?,
de todas maneras, es mejor confiar en Jesucristo, en su protección que
temer al demonio y mientras permanezcamos junto al Señor, no seremos
tentados en nuestras fuerzas.
Sepamos ver en
la presencia del Señor Jesús, a el Salvador, a nuestro Redentor y démonos
cuenta cuando parece molesta la presencia de Jesús, ¿en qué ocasión de
nuestras vidas?, seguramente cuando la tenemos demasiada cómoda, cuando por
la presencia de Él, tenemos que darnos al que lo necesite en desmedro de lo
nuestro, nos estorba la presencia de Jesús cuando tenemos que enfrentar
nuestro egoísmo, especialmente para que no nos haga ver cómo somos frente
los más necesitados.
12. EN EFECTO, PARA MUCHOS, JESÚS ES UNA COMPLICACIÓN
PORQUE ESTÁN OBLIGADOS A ACTUAR BAJO
EL BIEN.
Pero para
nosotros, lo más hermoso es vivir en compañía del Señor, le pedimos que no
se aleje y que se quede con nosotros, porque sin El nada somos y nada
podemos esperar y para eso estamos dispuestos a todo, dispuestos a ser
desprendidos porque nada es digno de Él, pues es Jesús la mayor riqueza y
la mayor alegría a la que podemos aspirar.
Así nosotros
suplicamos, quédate con nosotros Jesús, para que puedas santificarnos y
para que nos ayudes a cumplir con la voluntad de Nuestro Padre.
El Señor les Bendiga
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
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