“Los
que invocan en cualquier lugar el nombre de Jesucristo, que es Señor suyo y
nuestro, gracia y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo, el
Señor.” (1 Cor 1, 2-3)
SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS
ANTÍFONA DE ENTRADA Flp 2, 10-11
Al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el
cielo, en la tierra y en los abismos; y toda lengua proclame que Jesucristo
es el Señor, para gloria de Dios Padre.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que
realizaste la salvación de los hombres por la encarnación del Verbo;
concede a tu pueblo la misericordia que imploramos, para que todos
reconozcan que no hay otro nombre que deba ser invocado, sino el de Jesús,
tu Hijo unigénito. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
LECTURA 1Jn 2, 29–3, 6
Lectura
de la primera carta de san Juan.
Hijos míos: Si ustedes
saben que Dios es justo, sepan también que todo el que practica la justicia,
ha nacido de él. ¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos
hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce,
es porque no lo ha reconocido a él. Queridos míos, desde ahora somos hijos
de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando
se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. El
que tiene esta esperanza en él, se purifica, así como él es puro. El que
comete el pecado comete también la iniquidad, porque el pecado es la
iniquidad. Pero ustedes saben que él se manifestó para quitar los pecados,
y que él no tiene pecado. El que
permanece en él, no peca, y el que peca no lo ha visto ni lo ha conocido.
Palabra
de Dios.
COMENTARIO: “Miren
qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo
somos!”. San Juan nos recuerda que somos hijos de Dios, nacidos de su amor
incondicional. San Pablo añade que eso es gracias al Espíritu Santo que ha
sido derramado en nuestros corazones (Gál 4, 6). Lo importante es, según la
lectura de hoy, que mientras llega la manifestación plena, definitiva y
final en Cristo, nosotros debemos irnos acercando, cada vez más a él, vi
viendo la santidad y justicia de los hijos de Dios, que es exactamente la
ruptura con el pecado.
SALMO Sal 97, 1. 3-6
R.
¡El Señor manifestó su victoria!
Canten al Señor un
canto nuevo, porque él hizo maravillas: su mano derecha y su santo brazo le
obtuvieron la victoria. R.
Los confines de la tierra
han contemplado el triunfo de nuestro Dios. Aclame al Señor toda la tierra,
prorrumpan en cantos jubilosos. R.
Canten al Señor con el
arpa y al son de instrumentos musicales; con clarines y sonidos de trompeta
aclamen al Señor, que es Rey. R.
ALELUYA Jn 1, 14. 12
Aleluya. La Palabra se
hizo carne y habitó entre nosotros. A todos los que la recibieron les dio
el poder de llegar a ser hijos de Dios. Aleluya.
EVANGELIO Jn 1, 29-34
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Juan Bautista vio
acercarse a Jesús y dijo: “Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado
del mundo. A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que
me precede, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he venido a
bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel”. Y Juan dio este
testimonio: “He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y
permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con
agua me dijo: --Aquél sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer
sobre él, ése es el que bautiza en el Espíritu Santo--. Yo lo he visto y
doy testimonio de que él es el Hijo de Dios”.
Palabra
del Señor.
COMENTARIO: “He
contemplado al Espíritu que se posó sobre él”, atestigua el Bautista.
Cristo ha sido presentado ya como el Cordero de Dios que quita el pecado
del mundo. A Dios lo encontraremos dondequiera y en quienquiera que esté
impulsado por el Espíritu de Dios: es decir, donde se defienda la verdad,
la justicia, la fidelidad, el amor, la vida y muchos otros valores humanos
y evangélicos. Y hemos de saber reconocerlo y apoyarlo. Pero no los
confundamos, ni idolatremos. Sólo hay uno que posee en plenitud el Espíritu
de Dios: Cristo. No nos cabe duda que el Espíritu está permanentemente
sobre él.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Al presentar los dones
de tu generosidad, te pedimos, Señor, nos concedas la fortaleza que procede
del nombre salvador de Cristo, obediente hasta la muerte. Que vive y reina
por los siglos de los siglos.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Sal 8, 2
Señor, nuestro Dios, ¡qué admirable es tu
nombre en toda la tierra!
ORACIÓN DESPUÉS DE LA
COMUNIÓN
Hemos celebrado este
sacrificio en honor del nombre de Cristo; te pedimos, Padre, la gracia de
alegrarnos porque nuestros nombres están escritos en el cielo. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
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“Él es el Hijo de
Dios”
Jn 1, 29-34
Autor: Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant
1.
JUAN
BAUTISTA, “EL PRECURSOR”, LO RECONOCE COMO EL MESÍAS
A través de todos los
tiempos los profetas habían hablado de él, sin embargo, hubo uno de un
carisma exclusivo, Juan Bautista, “el precursor”, él lo reconoce como el
Mesías, y lo presenta como, “el cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo”, y dice que él ha visto al Espíritu descender del cielo en forma de
paloma y permanecer sobre Él y lo muestra como “ése es el que bautiza en el
Espíritu Santo”.
Para Juan evangelista,
la obra principal de Jesús consiste en “quitar el pecado del mundo”. Y el
gran pecado es rechazar la Luz que ha venido al mundo para iluminar a todos
los hombres (Jn 1,9). En efecto, rechazar a Cristo es el mayor y único
pecado. Jesús cumplirá esta magna obra de reconciliación entre Dios y el
hombre porque él mismo es Dios. Es así como lo expresa además es Evangelio,
donde en la escena del bautismo nos muestra la presencia del Espíritu, que
desciende del cielo en forma de paloma sobre Jesús y permanece sobre Él.
2.
ESTE
ES EL CORDERO DE DIOS QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO
Relata el Evangelio:
Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. A éste me refería
yo cuando dije: “Detrás de mí viene uno superior a mí, porque existía antes
que yo”. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que El
fuera manifestado a Israel”.
Este es el Segundo
testimonio oficial mesiánico del Bautista ante un grupo de sus discípulos,
comienza el relato diciendo que Juan Bautista vio acercarse a Jesús, que
por esos días vivía en las proximidades del Jordán, “Esto ocurrió en
Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando”. (Jn 1,28).
Se piensa esto porque no dice que haya cambiado de lugar y el evangelio
relata que al día siguiente ve venir a Jesús hacia él. Estas son las
primeras actividades de Jesús desde el primer testimonio de Juan; “Yo
bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis,
que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de
su sandalia” (Jn 1,27), hasta el primer milagro en las bodas de Cana
(2:1-11).
¿A qué concurrencia se
dirige? No se precisa, pero en todo caso no es la comisión venida de
Jerusalén la que ya desapareció de escena, “cuando los judíos enviaron
donde él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: ¿Quién eres
tú? (Jn 1,19). Los discípulos del Bautista, ante los que también va a dar
testimonio, entran explícitamente en escena más tarde (Jn 1, 35). Es
posible que sean parte de las afluencias que venían a él para ser
bautizadas; “Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región
del Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus
pecados. (Mt 3, 5-6). En todo caso, el tono íntimo, expansivo, gozoso que
usa, en fuerte contraste con las secas respuestas a los representantes del
Sanedrín (Jn 1, 20-21), hace pensar que sitúa la escena en un asistencia
simpatizante y probablemente reducida.
3.
¿PORQUE
SE LLAMA AQUÍ A CRISTO EL CORDERO DE DIOS?
Viendo el Bautista que
Jesús se acerca en dirección a él, aunque podría referirse al momento en
que Cristo se acerca para recibir el bautismo, y posiblemente después del
mismo bautismo, hace ante esta asistencia otro anuncio oficial de quién es
Cristo, diciendo: “Este es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del
mundo.”
Esta frase, de gran
importancia mesiánica, nos motiva a preguntarnos, ¿Qué significa aquí, o
por qué se llama aquí a Cristo el Cordero de Dios? o ¿Y en qué sentido
quita el pecado del mundo? ¿Por su inocencia, por su sacrificio, o en qué
forma?
En primer lugar
conviene precisar que el verbo usado aquí por quitar significa
estrictamente quitar, esto es, hacer desaparecer, y no precisamente llevar,
Pero la razón más decisiva es su paralelo conceptual con la primera
epístola de San Juan: “Sabéis que Cristo apareció para quitar los pecados”
(1 Jn 3:5).
Cristo aquí es, pues,
presentado como el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Puede
ser que el Bautista querría referir así a Cristo al cordero pascual que era
el símbolo de liberación del pueblo de Israel.
Como sabemos, el
cordero era la victima común en todo sacrificio oficial o particular, así
es como el cordero pascual era un verdadero sacrificio, de allí que Juan
considera al cordero como un símbolo de redención y sacrificio por los
pecados.
4.
CRISTO
SE OFRECIÓ POR LOS PECADOS DE TODOS
Podemos pensar además
se refiere al Siervo de Yahvé de Isaías, que va a la muerte como cordero
llevado al matadero, que llevó sobre él los pecados de los hombres: “Como
un cordero al degüello era llevado” (Is 53:6-8). Del mismo modo querría
indicarse la inocencia de Cristo. El cordero, como símbolo de inocencia, es
usado en estas circunstancias; “con una sangre preciosa, como de cordero
sin tacha y sin mancilla, Cristo”, (1 Pe 1:18). Además, se pone esto en
función de la primera epístola de San Juan, donde se dice: Sabéis que
(Cristo) apareció para quitar los pecados y que en El no hay pecado” (1 Jn
3:5).
Cuando asistimos a la
celebración de la eucaristía, oímos antes de la comunión: “Este es el
Cordero de Dios que quita los pecados del mundo”, y así fue como sucedió,
Cristo se ofreció por los pecados de todos, en especial los nuestros, por
todo lo que ofende a Dios, por ese mundo que vivimos a diario, por el
sacrificio de ese Cordero, sacrificado en la cruz, Jesucristo.
En la primera epístola
de San Juan además dice: Todo el que permanece en El, no peca; y todo el
que peca, ni le ha visto ni le ha conocido” (1 Jn 3:5-6). Y luego nos hace
ver aún más profundamente el modo cómo ejercerá Cristo, el Mesías, esta
obra de purificación de pecado para lograr la plenitud de la santidad.
“Quien ha nacido de Dios no peca, porque la simiente de Dios está en él”
(1Jn 3:9).
5.
Y NO
HABRÁ EN ÉL PECADO ALGUNO
Esto es lo que se lee
en el libro apócrifo del Testamento de los doce patriarcas en uno de los
relatos: “Después de estas cosas, un hombre será suscitado de su raza, como
el sol de justicia, y no habrá en él pecado alguno. Y los cielos se abrirán
sobre él, derramando el Espíritu, la bendición del Padre Santo; y él mismo
derramará sobre vosotros el Espíritu de gracia, y vosotros seréis por él
hijos en verdad, y caminaréis en sus mandamientos, desde el primero al
último”.
Tanto interpretando
esta frase a la luz del mismo San Juan, evangelio y primera epístola, como
en función del Antiguo Testamento y ambiente pre-cristiano del judaísmo, se
ve que esta obra de Cristo es obra, al menos en un sentido directo, no de
expiación, sino de purificación y santificación de los seres humanos, por
obra del Mesías, al comunicarles el Espíritu, del que Él está lleno y sobre
el que reposa.
Jesucristo bautiza al
mundo en el Espíritu, comunicándole la Vida, de este modo es antítesis del
pecado.
6.
ES
EL QUE BAUTIZA EN EL ESPÍRITU SANTO
Los evangelios, nos
hablan del Bautismo en Espíritu y de Fuego, contraponiendo al bautismo del
Bautista, con agua, lo que pretende dar a entender que será el Espíritu de
Dios quien les hará tener una vida nueva más justa y más santa; la obra del
Espíritu en los hombres es obra de purificación por una parte y por otra de
santificación.
De este modo, no
debemos descuidar nuestra devoción al Espíritu Santo, más aún si sabemos
que dé El vine la Vida, la verdadera Vida, la Vida de Gracia.
Relata este Evangelio:
Y Juan dio testimonio diciendo: Yo he visto que el Espíritu bajaba desde el
cielo como una paloma y permanecía sobre él. Yo mismo no lo conocía, pero
el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquél sobre quien veas que
baja el Espíritu y permanece sobre él, ése es quien bautizará con Espíritu
Santo”.
7.
“DETRÁS
DE MÍ VIENE UNO QUE PASÓ DELANTE DE MÍ, PORQUE ERA ANTES QUE YO”
Juan Bautista ha
conocido la divinidad de Jesús, al conocer su pre-existencia. También Juan
era una persona predestinada ya antes de nacer. De aquí el destacarse que
Cristo es de quien dijo el Bautista: “Después de mí viene un hombre que me
precede, porque existía antes que yo”
Aunque el seguir a otro
es condición de inferioridad, aquí sucede al revés; pues si Cristo vino
temporalmente, en su ministerio público, después del Bautista, sin embargo,
lo sobrepasó, no sólo por su ministerio, sino también porque era primero
que él por su preexistencia, por su dignidad, pues el Bautista se confesó
indigno de prestarle servicios de esclavo: “a quien yo no soy digno de
desatarle la correa de su sandalia,” (Jn 1, 27)
8.
EL
ELEGIDO DE DIOS
El Bautista, dotado de
un prestigio excepcional, dio testimonio de Cristo, diciendo que él era su
precursor. Y él, al ver cumplirse la señal del cielo, lo proclamó “el
Elegido de Dios,” (Jn 1,34), que es el Mesías, con la evocación Isaiana del
“Siervo de Yahvé,” sobre el que estaba el Espíritu, posando sobre El, y
acusando así la plenitud de sus dones en el Mesías.
Y el Bautista, con su
bautismo, vino a ungir mesiánicamente a Cristo, al tiempo que lo presentó
oficialmente a Israel. Y a este fin redacta así esta sección el
evangelista. “Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que
El fuera manifestado a Israel”. Y que Juan era el Elías, ambientalmente
esperado, tenía a su favor en la catequesis primitiva las mismas palabras
de Cristo, quien, hablando del Bautista, dijo: “Y si queréis oírlo, él es
Elías, que ha de venir” (Mt 11:14).
Y en Cristo Mesías
también se cumplían las concepciones circunstanciales de la época. Hasta su
vida de ministerio público, Cristo había vivido en Nazaret y Cafarnaúm, en
una vida socialmente oscura y desconocida para todos. Tanto, que el
evangelista recoge las palabras del Bautista, que dice aquí: “Yo no le
conocía”. Y en el pasaje anterior dice: “En medio de vosotros está uno a
quien vosotros no conocéis”. Ya vivía entre ellos, pero aún les era
desconocido como Mesías.
El Señor les Bendiga
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
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