JUEVES
CUARTA SEMANA DE CUARESMA
ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 104, 3-4
Que la alegría llene el
corazón de los que buscan al Señor. Busquen al Señor y serán fuertes,
busquen siempre su rostro.
ORACIÓN COLECTA
Imploramos tu misericordia,
Señor, y te pedimos que, purificados por la penitencia y por la práctica de
las buenas obras, nos mantengamos fieles a tus mandamientos y llegar bien
dispuestos a las fiestas de Pascua. Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por
los siglos de los siglos.
LECTURA Éx
32, 7-14
Lectura
del libro del Éxodo.
El Señor dijo a Moisés: “Baja
en seguida, porque tu pueblo, ése que hiciste salir de Egipto, se ha pervertido.
Ellos se han apartado rápidamente del camino que yo les había señalado, y
se han fabricado un ternero de metal fundido. Después se postraron delante
de él, le ofrecieron sacrificios y exclamaron: «Éste es tu Dios, Israel, el
que te hizo salir de Egipto»”. Luego le siguió diciendo: “Ya veo que éste
es un pueblo obstinado. Por eso, déjame obrar: mi ira arderá contra ellos y
los exterminaré.
De ti, en cambio, suscitaré
una gran nación”. Pero Moisés trató de aplacar al Señor con estas palabras:
“¿Por qué, Señor, arderá tu ira contra tu pueblo, ese pueblo que Tú mismo
hiciste salir de Egipto con gran firmeza y mano poderosa? ¿Por qué tendrán
que decir los egipcios: «Él los sacó con la perversa intención de hacerlos
morir en las montañas y exterminarlos de la superficie de la tierra»? Deja
de lado tu indignación y arrepiéntete del mal que quieres infligir a tu
pueblo. Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Jacob, tus servidores, a
quienes juraste por ti mismo diciendo: «Yo multiplicaré su descendencia
como las estrellas del cielo, y les daré toda esta tierra de la que hablé,
para que la tengan siempre como herencia»”. Y el Señor se arrepintió del mal
con que había amenazado a su pueblo.
Palabra
de Dios.
COMENTARIO: Moisés
aparece en las dos lecturas que hoy nos ofrece la liturgia de la Palabra.
Aquí, aparece haciendo oración de intercesión por el pueblo que ha caído en
la idolatría. El Señor escuchó la oración de Moisés y «se arrepintió de la
amenaza que había pronunciado contra su pueblo» como una forma de demostrar
la inagotable misericordia del Señor.
SALMO Sal 105, 19-23
R. ¡Acuérdate de tus promesas,
Señor!
En Horeb se fabricaron un
ternero, adoraron una estatua de metal fundido: así cambiaron su Gloria por
la imagen de un toro que come pasto. R.
Olvidaron a Dios, que los
había salvado y había hecho prodigios en Egipto, maravillas en la tierra de
Cam y portentos junto al Mar Rojo. R.
El Señor amenazó con
destruirlos, pero Moisés, su elegido, se mantuvo firme en la brecha para
aplacar su enojo destructor. R.
VERSÍCULO Jn 3, 16
Dios amó tanto al mundo, que
entregó a su Hijo único; para que todo el que crea en él tenga Vida eterna.
EVANGELIO Jn 5, 31-47
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Jesús dijo a los judíos: Si yo
diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no valdría. Pero hay otro que
da testimonio de mí, y yo sé que ese testimonio es verdadero. Ustedes
mismos mandaron preguntar a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No
es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para la
salvación de ustedes. Juan era la lámpara que arde y resplandece, y ustedes
han querido gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es
mayor que el de Juan: son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo.
Estas obras que yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado. Y el
Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su
voz ni han visto su rostro, y su palabra no permanece en ustedes, porque no
creen al que él envió. Ustedes examinan las Escrituras, porque en ellas
piensan encontrar Vida eterna: ellas dan testimonio de mí, y sin embargo,
ustedes no quieren venir a mí para tener Vida. Mi gloria no viene de los
hombres. Además, yo los conozco: el amor de Dios no está en ustedes. He
venido en nombre de mi Padre y ustedes no me reciben, pero si otro viene en
su propio nombre, a ése sí lo van a recibir. ¿Cómo
es posible que crean, ustedes que se glorifican unos a otros y no se
preocupan por la gloria que viene del único Dios? No piensen que soy yo el
que los acusaré ante el Padre; el que los acusará será Moisés, en el que
ustedes han puesto su esperanza. Si creyeran en Moisés, también creerían en
mí, porque él ha escrito acerca de mí. Pero si no creen lo que él ha
escrito, ¿cómo creerán lo que yo les digo?
Palabra
del Señor.
COMENTARIO: En la
discusión entre Jesús y los judíos, éstos recurren a Moisés y la
escrituras, en cambio el Maestro cita a Moisés como testigo contra la
autosuficiencia y obcecación de quienes pretenden apoyarse en él, pero no
creen en Aquel que ha venido a traer la salvación preparada en la era
mosaica. Jesús desenmascara el orgullo de los «creídos» y ofrece el
testimonio más valioso para los creyentes, que consiste en sus obras en
nombre de Dios, llenas de salud, perdón y vida en abundancia.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Dios todopoderoso, concédenos
que la ofrenda de ese sacrificio fortalezca nuestra debilidad y la defienda
contra todos los males. Por Jesucristo nuestro Señor.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Jer 31, 33
Dice el Señor: “Pondré mi ley
en su interior, la escribiré en su corazón; yo seré su Dios y ellos serán
mi pueblo”.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que esta comunión, Padre, nos
purifique de todas nuestras culpas, y así nos alegremos con tu ayuda
quienes estamos agobiados por el peso de nuestra conciencia. Por Jesucristo
nuestro Señor.
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“He venido en nombre de
mi Padre y ustedes no me reciben”
Jn
5, 31-47
Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
1.
JESÚS, NOS ARGUMENTA EL TESTIMONIO
DEL PADRE SOBRE LA MISIÓN DEL HIJO.
Este discurso dogmático de Jesús, sobre sus
poderes divinos, tiene una segunda parte, la demostración, por
testificación del Padre, de que todo cuanto El enseña es verdad.
En este fragmento del Evangelio de san Juan,
Jesús no hablara del Testimonio que diera primero Juan Bautista, luego el
más importante de todos, El Padre que lo ha enviado, luego el de las
Sagradas Escrituras, que hablan de Jesús y finalmente las obras que Jesús
realiza, estas últimas, son las que dan autentico testimonio de Jesús.
Jesús basa el fundamento de su argumentación en
un principio que está en la Ley (Dt 19:15): la necesidad de testigos en un
pleito. Situándose Jesús en él, les dice: “Si yo diera testimonio de mí
mismo, mi testimonio no valdría”. En realidad no es que Jesús no admita
como infalible su solo testimonio, como argumenta en otra ocasión (San Juan
8:14ss), precisamente contra la acusación judía de que El testificaba de sí
(San Juan 8:13), pues sólo Él sabe de dónde viene y adónde va, sino que
aquí, para argumentarles en el terreno de su juridicidad humana, plantea su
argumentación en el mismo terreno de sus exigencias. No apela aquí a su
testimonio. “Pero hay otro (el Padre) que da testimonio de mí.
2.
EL TESTIMONIO DEL BAUTISTA, QUE JESÚS
DIRÁ QUE ÉL NO NECESITA
San Juan, (el evangelista) recoge antes, como
contraste, el testimonio del Bautista, que Jesús dirá que él no necesita,
pero que para los judíos les habría sido suficiente para ir a Jesús. “No es
que yo dependa del testimonio de un hombre” es decir, Él no lo necesita,
pues tiene conciencia clara de quién es; “si digo esto,” la evocación del
testimonio del Bautista, “es para la salvación de ustedes”, ya que,
recibiendo el testimonio del Bautista, vendrían a Jesús, le oirían
convenientemente, y se salvarían.
Juan Bautista, era el “precursor.” Su misión era
mostrar oficialmente el Mesías a Israel (San Juan 1:31.33.34). El prestigio
que el Bautista tuvo entonces en Israel fue excepcional, así lo registran
los evangelios. Ante la conmoción mesiánica creada en torno al Bautista,
los judíos le enviaron una embajada oficiosa a preguntarle, estando él en
Betania de Transjordania, si él era el Mesías. Y Juan dio testimonio a la
verdad: él no era el Mesías, pero su misión era ser su “precursor” (San
Juan 1:19-34). Ellos daban tal crédito al Bautista, que lo hubiesen
reconocido por Mesías si él se proclamaba tal. Y, puesto que él señalaba a
Jesús como Mesías, que lo recibiesen, ya que apelaban a “testimonios
humanos.”
Pero aquella embajada al Bautista fue una
frivolidad para Israel. “Juan era la lámpara que arde y resplandece” en la
noche, a falta de sol. En la hora premesiánica
buena era la lámpara, la misión del Bautista, como lo es la lucerna en la
casa al anochecer.
Los calificativos con que se describe la misión
del Bautista tienen una fuerte evocación bíblica: “que arde y resplandece.”
Con estas dos expresiones se alude a su celo y a su palabra. Precisamente
en el libro del Eclesiástico se describe semejantemente a Elías, “tipo” del
Bautista (Lc 1:17; Mc 1:2ss): “Se levantó Elías, profeta, como fuego, y su
palabra ardía como antorcha” (Eclo 48:1).
Israel se conmovió ante la palabra del Bautista.
Vinieron multitudes de todas partes a oírle y bautizarse, dice Jesús:
“ustedes han querido gozar un instante de su luz”. La
metáfora piensan los autores que está tomada, sea de las costumbres
de los niños de saltar alegremente en torno al fuego, sea de las danzas que
el pueblo solía tener en las grandes solemnidades al resplandor de la luz
de los grandes candelabros del templo. Pero aquella conmoción expectante en
torno a El pronto se disipó. El influjo del Bautista
en ellos fue por poco tiempo.
3.
“PERO EL TESTIMONIO QUE YO TENGO ES
MAYOR QUE EL DE JUAN”
Pero Jesús, no necesita testimonio de un hombre
de lo que Él es y de su misión, Él dice “Pero el testimonio que yo tengo es
mayor que el de Juan” son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo”
Así es como, la testificación que da el Padre “con sus obras,” de forma más
íntima, y el testimonio que dé El da el Padre en la Escritura. Este es el
primer testimonio objetivo argumentando en su favor: “son las obras que el
Padre me encargó llevar a cabo” Las “obras” que aquí dice son los milagros
hechos por El. El milagro es obra de Dios, que aquí testifica la dignidad,
misión y enseñanza de Jesús (San Juan 6:27; 32). Es el Padre quien
testifica que su Hijo es Dios. Frecuentemente Jesús lo argumenta en los
evangelios sinópticos como prueba apologética (Mt 9:2-8; 11:2-6.20-24;
12:28 par.). Así las “obras,” que son obra fundamental del Padre, de la
divinidad, dan testimonio de su dignidad, misión y enseñanza.
Dice Jesús; “Y el Padre que me envió ha dado
testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz ni han visto su
rostro, y su palabra no permanece en ustedes, porque no creen al que él
envió.” Este “testimonio” que el Padre le rinde es íntimo y personal que el
Padre deja oír en el alma, y al cual aludirá San Juan el capítulo siguiente
(San Juan 6:44-46), y que confirma con un pasaje de Isaías (Is 54:13). Este
testimonio, pues, íntimo, misterioso, del Padre y en la conciencia, existe.
Pues testificando el Padre de esa forma misteriosa, personal e íntima, a
favor del Hijo, ellos debieron venir a Él. Y no lo hicieron.
4.
“USTEDES EXAMINAN LAS ESCRITURAS,
PORQUE EN ELLAS PIENSAN ENCONTRAR VIDA ETERNA”
En el capítulo siguiente San Juan dirá: “Todo el
que oye al Padre, viene a mí; no que alguno haya visto al Padre” (San Juan
6:45-46), salvo el Hijo (San Juan 1:18).
Por tanto, esta “audición” y esta “visión” han de
tomarse en un sentido especial, el cual el mismo San Juan lo recoge en
otros pasajes. Dice Jesús: “El que me ha visto a mí, ha visto a mi Padre”
(San Juan 14:9.7.8; 8:19). “Y yo hablo al mundo lo que le oigo a Él
(Padre)” (San Juan 8:26.28.40.47).
Es así, según parece, como, de ese testimonio
íntimo del Padre a favor del Hijo, va el pensamiento a acusarles de no
haber ni “oído” ni “visto” al Padre, precisamente por no creer en el Hijo.
Este es el testimonio viviente y ostensible de aquél. El testimonio del
Padre en las Escrituras — Es el testimonio que, sobre todo para un judío,
era definitivo: “Ustedes examinan las Escrituras, porque en ellas piensan
encontrar vida eterna”. En el primer caso, Jesús les mandaría no sólo
practicar el cultivo de la Escritura, sino penetrarla profunda y
auténticamente. En el segundo caso, partiendo del estudio que ellos hacen
porque creen tener en ella la vida eterna, como enseñanza de camino y
mérito, les hace ver que ella habla de Él y que así Él está incluido en esa
“vida eterna” que ellos buscan. Indirectamente, con ello se encierra la
sugerencia de una censura al método erróneo como la cultivaban. Pues, bien
interpretada, lleva a Él.
Que las Escrituras son fuente de vida eterna, es
algo que brota de la finalidad de su enseñanza y que se dice en la misma
Escritura. Pero lo eran como enseñanza, que había que comprobar rectamente
y luego vivirla auténticamente.
5.
“Y SIN EMBARGO, USTEDES NO QUIEREN
VENIR A MÍ PARA TENER VIDA”
Mas para que su estudio y comprensión los llevase
a Jesús, que era comprender su verdadero sentido en el camino mesiánico y
necesario para ir a Dios. Dice Jesús: “y sin embargo, ustedes no quieren
venir a mí para tener Vida”, Tenían ellos dos serios obstáculos en íntima
conexión. Uno era un error de método. Consistía en un materialismo de la
letra y de la tradición rabínica. Y así les resultaba que la Escritura,
fuente de vida, se les convertía en esterilidad y muerte. “La letra mata”
(2 Cor 3:6). Pero había otro obstáculo de tipo moral, en íntima conexión
con éste. Era el refinado orgullo intelectual, la “gloria humana” que los
doctores de la Ley buscaban en su interpretación. Frente a sus
“tradiciones” — cadena de dichos de rabinos — se ponía el “espíritu” de la
Ley y la doctrina de Jesús. Este rectificaba lo que era la “sabiduría” de
ellos. En lugar de buscar la “gloria que procede del Unigénito”, que era
buscar el triunfo de la verdad, y en la que se reflejaba la gloria de Dios,
ellos buscaban la gloria que recibían “unos de otros”.
Y así, buscando el contenido de la Escritura, se
daba la paradoja de que Moisés, a quien la tradición asignaba la paternidad
de la Ley, personificada en él, iba a ser su acusador ante “mi Padre,” es
decir, ante Dios (San Juan 8:54). Porque no bastaba estudiar así la Ley.
Para llegar a Jesús por ella, les hacía falta,
aparte de otro método científico, “creer a Moisés,” es decir, que, si lo
estudiasen imparcial y sinceramente, en el sentido en que la letra va llena
de contenido, “Si creyeran en Moisés, también creerían en mí”,
comprenderían aquellas profecías de la Ley relativas al Mesías-Jesús,
“porque él ha escrito acerca de mí”.
6.
“HE VENIDO EN NOMBRE DE MI PADRE Y
USTEDES NO ME RECIBEN”
Frente a este obstáculo de la soberbia de los
rabinos para no ver a Jesús vaticinado en la Ley, Jesús le contrasta que Él
es más imparcial que ellos, aun colocándose en el solo plano humano, porque
El “no recibe gloria de los hombres.” Su plan es obedecer al Padre, y por
ello arrastra la impopularidad, los ataques y la muerte. Pero ellos no,
porque “buscaban la gloria unos de otros,” por lo que obran con prejuicio y
se adulan.
Y, por último, les hace ver además la
inconsecuencia de su conducta. Él se presenta como el Hijo de Dios y lo
garantiza con milagros. “He venido en nombre de mi Padre y ustedes no me
reciben”, como tal. En cambio, “pero si otro viene en su propio nombre, a ése sí lo van a recibir “
Estas palabras de Jesús no eran sólo una paradoja
para indicar la ilógica conducta de ellos. Fue profecía. La historia judía
bien pronto demostró la verdad de esta palabra de Jesús. Pero esa actitud
judía contra Jesús era el pecado contra el Espíritu Santo (Mc 3:29 par.).
Es cerrar los ojos a la evidencia para hacerse voluntariamente ciegos. Así
lo dijo Jesús abiertamente con ocasión del ciego de nacimiento. “Al oír
esto, algunos fariseos que estaban allí con él le dijeron: ¿Así que también
nosotros somos ciegos? Jesús les contestó: Si fueran ciegos, no tendrían
pecado. Pero ustedes dicen: "Vemos", y esa es la prueba de su
pecado”. (San Juan 9:40.41).
Como vemos, muchos testimonios y calificados
testigos, no lograron convencer a los judíos de la verdad de las
afirmaciones de Jesús, esto es, porque no quisieron oír el testimonio de
Dios, porque se cierran a la fe y se apoyan en su orgullo.
Dijo Jesús: “Yo soy la resurrección (y la vida).
El que cree en mí, aunque muera, vivirá. El que vive, el que cree en mí, no
morirá para siempre” (San Juan 11; 25-26)
El
Señor les Bendiga
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
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