ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 89,
1-2
Señor, tú has sido
nuestro refugio a lo largo de las generaciones. Desde siempre y para
siempre, tú eres Dios.
ORACIÓN COLECTA
Señor, mira a tu
familia que se mortifica con la penitencia corporal y concédenos que, en tu
presencia, nuestra alma resplandezca con el deseo de poseerte. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos
LECTURA Is 55, 10-11
Lectura
del libro de Isaías.
Así habla el Señor:
Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin
haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que
dé la semilla al sembrador y el pan al que come, así sucede con la palabra
que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo
que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé.
Palabra
de Dios.
COMENTARIO: La
palabra de Dios aparece aquí como una fuerza, incluso como una persona. Es
mucho más que palabras proclamadas por los profetas. Esta palabra que viene
del Padre y vuelve a Él, nos la presenta el apóstol Juan en el primer
capítulo de su Evangelio: es Cristo, Verbo de Dios encarnado.
SALMO Sal 33, 4-7. 16-19
R.
El Señor libra a los justos de sus angustias.
Glorifiquen conmigo al
Señor, alabemos su Nombre todos juntos. Busqué al Señor: Él me respondió y
me libró de todos mis temores. R.
Miren hacia él y
quedarán resplandecientes, y sus rostros no se avergonzarán. Este pobre
hombre invocó al Señor: Él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R.
Los ojos del Señor
miran al justo y sus oídos escuchan su clamor; pero el Señor rechaza a los
que hacen el mal para borrar su recuerdo de la tierra. R.
Cuando ellos claman,
el Señor los escucha y los libra de todas sus angustias. El Señor está
cerca del que sufre y salva a los que están abatidos. R.
VERSÍCULO Mt 4, 4
El hombre no vive
solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
EVANGELIO Mt 6, 7-15
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús dijo a sus
discípulos: Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos
creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el
Padre de ustedes que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace
falta, antes de que se lo pidan. Ustedes oren de esta manera: Padre
nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu
Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy
nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos
a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino
líbranos del mal. Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en
el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás,
tampoco el Padre los perdonará a ustedes.
Palabra
del Señor.
COMENTARIO: El
Padrenuestro nos enseña cómo dirigirnos a Dios, como hijos confiados y bien
educados, que suelen pedir el pan y dar gracias por él, aun cuando lo
tengan a la mano. Jesús compuso el Padrenuestro en forma muy estudiada,
para que fuera más fácil de memorizar. La petición más importante es la que
encabeza la oración: ¡Santificado sea tu nombre! El nombre de Dios es
santificado cuando recibe acogida en nosotros.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Dios y creador
nuestro, acepta estos dones que hemos recibido de tu generosidad y concede
que los auxilios temporales que nos das nos sirva para la vida eterna. Por
Jesucristo nuestro Señor.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Sal 4,
2
Respóndeme cuando te
invoco, Dios, mi defensor, tú que en la angustia, me diste un desahogo. Ten
piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA
COMUNIÓN
Padre, te pedimos que
por estos misterios aprendamos a amar los bienes del cielo mientras
moderamos los deseos terrenales. Por Jesucristo nuestro Señor.
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“Ustedes oren de esta manera”
Mt 6, 7-15:
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
1.
CUANDO OREN, NO HABLEN MUCHO, COMO HACEN LOS PAGANOS
Jesús dijo a sus
discípulos: Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: Jesús
expuso una censura y una forma correcta al orar y de orar, a través de esta
enseñanza nos expuso cual debe ser el espíritu cristiano en la oración.
La oración cristiana
exige como una condición la sinceridad y sencillez, dejando que hable el
corazón, con actitud humilde, no como el practicado por los gentiles, que
piensan que por mucho hablar serán escuchados. Lo que estamos aprendiendo,
que al orar no hay que utilizar vanas palabras, no se debe farfullar, es
decir hablar muy deprisa y de manera atropellada o confusa y tampoco decir
muchas cosas inútiles. En otra palabras, no pretender la charlatanería en
la oración, sea diciendo cosas vanas o inútiles, sea pretendiendo recitar
unas fórmulas largas o calculadas, como si ellas tuviesen una eficacia
mágica ante Dios.
Es así como Jesús
dijo: No hagan como ellos. En el judaísmo, en general, gustaba de prolijas
oraciones y, en especial, acumular en ellas títulos a los nombres divinos.
Pero Jesús no enseña que no es ésta la actitud cristiana en la oración,
porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace
falta, antes de que se lo pidan. Pero no se excluye la minuciosidad, porque
no se estima como requisito semimágico, cuando viene de la sinceridad del
corazón. La oración no es locuacidad, sino el corazón volcado en Dios.
No pretende Jesús con
esta enseñanza condenar la oración larga. No es éste el propósito de su
enseñanza. La censura va contra la mecanización formulista o semimágica de
la oración. Tampoco Jesús va contra la extensión de la oración. El mismo,
cuando estuvo en Getsemani, dio ejemplo de oración larga, al permanecer en
la misma una hora de oración (Mt 26:39.42.44, par.), lo mismo que pasarse,
en ocasiones, la noche en oración.
2.
PADRE NUESTRO
Hermosa oración nos
enseñó Jesús, El Padre Nuestro, es irremplazable, es una oración perfecta,
en ella está toda una enseñanza; que orar, como orar y como dirigirse a
Dios como Padre.
Padre nuestro, que
estás en el cielo, santificado sea tu Nombre. Comienza esta oración
dirigiéndose a Dios con una alabanza que nos hace grato el orar. Es
encantador saber el verdadero sentido de paternidad y filiación divina que
tenemos al ser hijos de Dios, al decir Padre Nuestro, además nos
involucramos todos como hermanos, Dios es Nuestro Padre, uno solo y
nuestro, de todos nosotros.
Decir Padre nuestro es
la mejor ocasión para entrar el alma dentro de sí, y hacer el giro hacia la
contemplación perfecta. Apenas se encuentra santa Teresa con la palabra
“Padre nuestro” entre las manos, estalla en un “oh” de asombro
contemplativo. Que Cristo se humille tanto para tratar con nosotros, que
nos dé al Padre: “¡Cómo dais tanto junto a la primera palabra! Tan amigo de
dar, que no se os pone cosa delante” (C 27,2).
Y cuando nos dirigimos
al Padre en oración, levantamos los ojos a Él, nuestro corazón se inflama y
se apasiona porque nos dirigimos a quien más nos ama, y decimos tiernamente
“Padre”, porque somos sus hijos, él nos ha creado, somos de su patrimonio,
y con gran convicción, decimos Padre Nuestro, en plural, de este modo nos
involucramos todos porque para El somos hermanos, y deseamos.
3.
QUE ESTÁS EN EL CIELO
Levantamos los ojos y
rezamos “Que estas en los cielos”, porque “los cielos publican la gloria de
Dios"; (Sal 18,2), el cielo es donde ya no hay culpa y donde no hay
ningún temor a la muerte, entonces nos elevamos a Él y lo separamos de las
cosas terrenas. San Agustín decía: Dios, habita en el corazón de los
hombres justos, complementado con la idea del cielo, es entonces el cielo
una idea más allá de todo lo que el hombre puede imaginar.
4.
SANTIFICADO SEA TU NOMBRE
Luego rezamos
“Santificado sea tu nombre”; Porque Dios es santidad pura, incorruptible,
principio de todo lo bueno, y pedimos que sea santificado en nosotros su
nombre, como auxilio para abstenernos de toda maldad y para que la
santificación pueda venir en nosotros. Por tanto, esta es una expresión que
nos compromete a buscar la santidad, para que Dios tenga hijos dignos
recordando al salmista que dice: “Sea conocida tu santidad en todo el
mundo, y te alaba dignamente, porque alabarte es de justos (Sal 32,1)
5.
QUE VENGA TU REINO
Y es hora de pedir y
rogamos: “que venga tu reino”; Para que el poder y la seducción y el reino
de este mundo pasajero sean desterrados, sobre todo, el pecado, que reina
en nuestra vida terrenal. De este modo también pedimos a Dios que nos libre
de la corrupción y nos preserve de la muerte. También queremos decir venga
el Espíritu Santo sobre nosotros para que nos purifique. El Reino de Dios
viene cuando alcanzamos gracia; porque El mismo dice (Lc 17,21): "El
reino de Dios está dentro de vosotros". Para que Dios reine en
nuestras vidas, así entonces en todos nuestros pensamientos, palabras y
acciones.
6.
QUE SE HAGA TU VOLUNTAD
Y sin entristecernos
por el Plan de Dios en nosotros, le pedimos al Padre que se hágase su
voluntad aquí en la tierra como en el cielo; Es una súplica para que nos
permita imitar la vida del cielo, y porque nosotros deseamos aceptar lo que
Él quiere. Le pedimos de este modo, que nuestra vida humana sea buena y
semejante a la que tendremos después de la resurrección, por tanto ya
queremos disponernos a llevar un modo de vida en este mundo, que esté
conforme con la que esperamos en el otro.
7.
DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA.
Suplicamos a
continuación “Danos hoy nuestro pan cada día”: Jesucristo es el Pan de Vida
Eterna. El pan de nuestras almas es la virtud divina, que trae sobre ellas
la vida eterna del mismo modo que el pan que nace de la tierra conserva la
vida temporal. El pan divino que ha venido y el que ha de venir, le rogamos
nos conceda hoy, con todo su sabor. También concédenos esto haciendo que el
Espíritu Santo habite en nosotros, produciendo una virtud que aventaja a
toda virtud humana, como la humildad, la bondad y el amor.
8.
PERDONA NUESTRAS OFENSAS
Y reconociendo
nuestras falta, solicitamos que perdones nuestros pecados, perdona nuestras
ofensas: “Misericordia Señor, nos comprometemos a no faltarle, sin embargo
caemos, pero El, bueno al extremo, nos perdona y luego volvemos a caer,
entonces le suplicamos que suspenda el castigo que merecemos, y El tan
bueno, lo hace. Pero en cuanto vemos que por su confianza en nosotros El
mira para otro hermano, volvemos a caer nuevamente”. Jesús nos enseñó a
tener confianza por nuestras buenas obras, y nos enseñó a implorar el
perdón de nuestros pecados, porque, no existiendo nadie sin pecados, no nos
privemos de la participación de los beneficios divinos por los pecados
humanos. Así pues, al ofrecer, como debemos, a Cristo, quien hace que el
Espíritu Santo habite en nosotros, la santidad perfecta, habremos de
reprendernos si no hemos conservado la pureza de su templo. Este defecto se
enmienda por la bondad de Dios, perdonando a la humana debilidad el castigo
de sus pecados.
9.
PORQUE TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A AQUÉLLOS QUE NOS OFENDEN.
Y decimos lo enseñado
por Jesús, “porque también nosotros perdonamos a aquéllos que nos ofenden”;
Así es Dios, lleno de piedad por los pecadores, si lo es El con nosotros,
tenemos que serlo del mismo modo con los demás y, si no es así, somos unos
hipócritas. Esto los hacemos con toda justicia por el Dios justo. Cuando
nosotros perdonamos a nuestros deudores; esto es, a los que nos han
ofendido y confiesan su ofensa. Conociendo nosotros esto, debemos dar
gracias a nuestros deudores; porque son para nosotros la oportunidad y la
causa de nuestro mayor perdón. Además dando poco alcanzamos mucho; porque
nosotros debemos muchas y grandes deudas u ofensas a Dios y estaríamos
perdidos si nos pidiésemos una pequeña parte de ellas.
10.
NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN.
También nos enseñó el
Señor, pedir para que Él no nos dejes caer en la tentación: Pedimos a Dios
que no nos deje caer en el pecado, esto es fuerza, amor, decisión, voluntad
para enfrentar este diarios combate "entre la carne y el
espíritu", capacidad para evitar las ocasiones de pecar. Si queremos
que Dios permanezca en nuestro corazón, tenemos que protegerlo de la
tentación.
En efecto, es
imposible no dejarnos tentar, los santos fueron tentados, muchos sufrieron
esta prueba, por eso le pedimos a Dios que no nos deje caer en la
tentación, esto es, que no permita que suframos la prueba de las
tentaciones inclinada a los placeres de los sentidos. Jesucristo conociendo
nuestra debilidad, mandó que orásemos para que no cayésemos en la
tentación; pero cuando alguno se ve en ella, conviene que pida a Dios la
virtud de resistirla, para que se cumpla en nosotros lo que dice San Mateo
(10,22): "El que persevera hasta el fin, se salvará".
11.
LIBRANOS DEL MAL
Por este motivo,
rogamos que nos libre del mal, del “maléfico”, y sus sinónimos, la mentira,
el crimen, el robo, la xenofobia, la discriminación, la desidia, la
irreverencia, el egoísmo, la envidia, la pereza, la maldad, la dureza de
corazón, la incomprensión, irresponsabilidad, y tantas más que son el
deleite de Satanás.
San Agustín nos dice
que cada uno pide ser librado del mal (esto es, del demonio y del pecado);
pero el que confía en Dios, no teme al pecado. Si Dios está con nosotros,
¿quién estará contra nosotros? (Rom 8,31).
La Paz
de Cristo Jesús viva en sus corazones
Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant
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