CRITICANDO AL PRÓJIMO,
UNA PÉSIMA MANERA DE CONVIVIR
Autor: Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant

1.
EL RUMOR
El Rumor, es un ruido confuso de voces que corre entre las gente
propagando por lo general una noticia o comentario con los que se pretende
murmurar de alguien o enemistar a unas personas con otras. Esta forma de
hablar de los demás, siempre lleva consigo un juzgamiento, en otras
palabras una crítica al prójimo. La buena crítica, se hace de frente, es
una arte y una técnica de juzgar algo o de formar opiniones justificadas
por algún criterio. Sin embargo la sucia critica, esa que no es para
mejorar, se hace de espalda y acompañada del chisme y utiliza la
murmuración para expandirse.
Muchas veces llevamos un gran peso por el pecado de la murmuración,
el chime o el rumor que quiere confundir. Lo penoso, es que estas cosas no
las consideramos como pecados, pero lo son, por eso se agregan y se cargan
en nuestras conciencias como un gran peso extra, de tal forma, que no nos
permite levantar la cabeza. Entonces
no vemos estas como faltas, porque no podemos con la cabeza
inclinada mirar de frente y así poder ver desde donde viene la “Luz” que
nos hace ver la verdad de nuestros errores.
Lo peor es, que parece existir una cierta indiferencia a estos tipos
de pecados y no le otorgamos mayor importancia. El “chisme”, la murmuración
mal intencionada, el rumor dañino, el placer del comentario por los
defectos de los otros, de nuestros hermanos en la fe, de nuestros
compañeros de trabajo, amigos, vecinos, o cualquiera que se nos ocurra, es
una falta grave, porque es una disimulada acusación falsa contra una
persona que se hace con el fin de perjudicarla.
2.
EL COMENTARIO DAÑINO
Recuerdo como en mis años de niñez,
esta situación entre nosotros los católicos, era una necesaria cuestión de confesión y
penitencia. Pero hoy parece una actitud normal, es ahora una forma de
comunicarse y relacionarse, es una manera de convivir. Pareciera que hoy en
día, no es posible o no sabemos mantener una conversación sin hablar
criticando los defectos del prójimo y aún no conforme, buscando formas para
que esta crítica llegue al oído de más personas.
El comentario dañino no nos hace caminar por la decencia ni por
caminos de caridad, nos hace ir por caminos pavimentados en barro o lodo, y
es difícil no salpicarse, ensuciarse o mancharse si pasamos por él.
En verdad, es una falta enorme de finura, es un estilo ordinario de vivir,
el estar participando de las
murmuraciones, criticando las faltas y defectos, algo que nos debe parecer
indigno, especialmente, por la falta de misericordia por los demás.
3.
CREANDO UN SENTIMIENTO DE ANTIPATÍA
HACIA LOS DEMÁS
Lo peor, es lo que vamos creando un sentimiento de antipatía hacia
los demás, odiosidades, peleas y rencores. Lo triste de esta situación, es
la pérdida de amigos, la desconfianza entre nosotros mismo y la falta de fe
en la nobleza de las personas.
Me falta conocer un superlativo, para nombrar el hecho del regocijo,
el entusiasmo y el gozo que les produce a algunos convivir bajo el mismo
techo, bajo el mismo templo, estar día a día con sus hermanos, amigos,
compañero o vecinos que son fuentes de sus murmuraciones.
Hay algunos que no puedo llamarse de otra manera que hipócritas,
incluso, les encanta mostrase como santos, puros, llenos del estado de
gracia, pero se deleitan levantando dedos acusadores como si eso los
hiciera mejores. Lo increíble, es ver como llevan en sus bolsillos o
bolsos, las piedras que pretenden tirar a otros por sentirse libres de pecado.
Es algo “fuerte”, pero ¿cómo
puede ser posible el vivir criticando el quehacer de nuestro prójimo,
criticar cada una de sus faltas, plantear y exigir castigos y sanciones y
luego a veces proclamar la Palabra de Dios al mismo tiempo?
En verdad es una gran pena, por tanto algo debemos hacer y todos
debemos hacer cuanto podamos por evitar continuar en esta forma de
vida.
4.
NUESTRA DENUNCIA PÚBLICA HACIA EL MAL
Es cierto que existe la necesidad de exigir nuestra denuncia pública
hacia el mal que se comete, y frente a esto hacemos comentarios nacidos de
nuestros sentimiento de rechazo a lo indigno, como en contra de la
desvergonzada pedofilia, la drogadicción, el crimen, pero estas cosas no
tienen ninguna relación con los casos a los que me refiero, porque vuelvo a
precisar, hablo de la murmuración estéril, que se hace para pasar el tiempo
y que produce tanto daño a otros.
Es cierto que existen ocasiones en la cual nos parecen grandes o
enormes las faltas de otros en comparación a las nuestras. En ese minuto
debemos recordar cuando el Señor nos dice, que en lugar de mirar la paja en
el ojo ajeno, veamos la viga que hay en el nuestro.
Nuestro egoísmo nos hace ver las faltas de nuestro prójimo con gran
facilidad, aumentamos las de ellos y despreciamos la nuestras. Todo esto
hace necesario un examen de conciencia, tal vez así, podríamos darnos
cuenta del dolor que nosotros mismos provocamos a quienes están en nuestros
comentarios, y por supuesto, darnos cuenta que con esta actitud, le estamos
fallando al Señor, porque no nos estamos amando como se nos está
mandado.
Entonces ya es hora de reflexionar un minuto, especialmente si
creemos y sabemos lo importante que es siempre el hacer el bien en cada una
de nuestras acciones. Es tiempo de
empezar por terminar de quejarse e injustificadamente y criticar a
otros por la pura satisfacción de hacerlo.
5.
MIRARNOS A NOSOTROS MISMOS
Hoy día, es más necesario que nunca, el mirarnos a nosotros mismos,
pensemos por un minuto, si está bien la murmuración, la crítica y queja de
todo por el solo hecho de disfrutar de un comentario o de un chisme.
Después de nuestra reflexión, miremos hacia el Señor, nuestro Dios,
meditemos un instante para comprender que lo estamos ofendiendo con este
estilo de vida. Hagamos luego una promesa de cambio en nuestra actitud,
para que Nuestro Señor no sufra más de lo que ya lo hace por consecuencia
de nuestra forma de proceder con los demás.
Hagamos también una reparación, agregando nuestras buenas
intenciones. Empecemos por no continuar con las murmuraciones, evitemos las
críticas innecesarias, y si alguien es pecador, no lo ataquemos, pidamos
por su salvación.
Pongamos más amor en nuestra relación con nuestro prójimo, acabando
de una vez con esta pésima manera de convivir con la odiosidad de la
murmuración y el chisme... La Madre Teresa de Calcuta, nos dejó esta
enseñanza: “Si de verdad queremos que haya paz en el mundo, empecemos por
amarnos unos a otros en el seno de nuestras propias familias. Si queremos
sembrar alegría en derredor nuestro,
precisamos que toda familia viva feliz”.
Nuestra relación con los que nos rodean, con los que participamos en
el cada día de nuestra vida y cada relación familiar tiene que ser vividas
honestamente. Talvez esto presupone muchos sacrificios y mucho amor. Pero,
al mismo tiempo, estos esfuerzos se ven acompañados siempre por un gran
sentido de paz y de recompensa mutua.
Tenemos que amarnos entre nosotros, es cuestión de un precepto que está
implícito en nuestra fe. Amar incluso hasta que nos duela; si nos duele es
la mejor señal. Nosotros hemos sido creados para amar y ser amados. Amar a
nuestro prójimo, no es otra cosa que amor hacia Dios. Pero no existe amor
en la murmuración, la crítica injustificada y peor cuando no se tiene
fundamento de ella.
6.
VALIENTES Y APEGADOS A NUESTROS
VALORES Y PRINCIPIOS
Seamos además valientes y apegados a nuestros valores y principios,
no condescendamos, no convivamos, no aceptemos, no nos contaminemos, no
promovamos, no aplaudamos y no nos manchemos con este proceder, con este
estilo de vida.
Por tanto, si vemos equivocarse a nuestro prójimo, pensemos un minuto
en nuestras anteriores caídas, en la que nos sucedió hace poco, en la
actual.
Pidamos la misericordia de Dios sobre nuestros hermanos que van por
un mal camino, pidiendo y rogando que sean perdonados, pero al mismo tiempo
ofreciéndole al Señor que vamos a mirar y descubrir nuestros defectos, los
reconoceremos y pediremos perdón con arrepentimiento. Del mismo modo le
vamos a agradecer al Señor esta oportunidad de hacer el bien, y que de
manera desinteresada haremos la corrección fraterna al que haya caído en un
error.
Quizás, de manera egoísta, hasta hoy, era satisfactorio ver
castigados a los demás y entretenernos con el comentario de sus faltas, de
sus errores. Pero reflexionemos un minuto, y pidamos a Dios la misericordia
para nuestro corazón, y la del pecador y roguemos para su conversión. Pero
nunca seamos indolentes y permisivos con el mal.
7.
NO ACOSTUMBREMOS A HABLAR LO QUE NO
EDIFICA
Hagamos una meditación sobre nuestros actos, de quién inspira mis
palabras, de porque he querido dar mi opinión en todo y si digo la verdad o
si he revelado secretos; Revisemos si he juzgado o chismeado. Revisemos si
nos quejemos buscando conmiseración o desahogo indebidamente. No pongamos
atención a lo indebido. No acostumbremos a hablar lo que no edifica:
chistes con groserías, hirientes a una raza, nacionalidad, etc.
En otras palabras, no dejemos ningún espacio para esa penosa manera
de ser de vivir en la murmuración estéril, hagamos un gran espacio para la
corrección fraterna. Pero no nos olvidemos cuando sea necesario, la denuncia
del mal para evitar confusión en aquellos hermanos que puedan desviarse del
camino de rectitud.
Antes de criticar a nuestro prójimo, antes de murmurar y chismear,
antes de deleitarse con nuestra lengua ociosa, reflexionemos si estos son, los
mismos modos de ser de los fariseos que con premeditación y alevosía,
condenaron al sufrimiento de Nuestro Señor Jesucristo.
Pedro Sergio Antonio
Diciembre 2001
|