Caminando
con Jesus Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant ADORACION
A CRISTO MI
VISITA A JESÚS SACRAMENTADO HIMNO
A JESÚS SACRAMENTADO POR SANTO TOMÁS DE AQUINO
ORACIÓN DE SAN ALFONSO Mª
LIGORIO
ORACIÓN
AL SANTÍSIMO SACRAMENTO DE SANTO TOMAS DE AQUINO
AL AMOR
DE LOS AMORES JESÚS SACRAMENTADO ORACIÓN DE SANTA TERESA DE LISIEUX
ORACIONES
A JESÚS EN EL SANTÍSIMO SACRAMENTO ADORACIÓN
EUCARÍSTICA DE JUAN PABLO II |
|||||||||||||||||||
VISITA DIARIA AL SANTÍSIMO
Por la señal. Señor mío
Jesucristo. 1. ORACIÓN PREPARATORIA. Aquí estoy en vuestra
divina presencia, Jesús mío, para visitaros. He venido, Señor,
porque me habéis llamado. Vuestra presencia
real en Creo, Jesús mío, que
estáis en el Santísimo Sacramento del Altar, tan real y verdaderamente como
estabais en Belén, como estabais en la cruz y como estáis ahora en el Cielo. Espero en Vos, que
sois poderoso y bueno, para santificar mi alma y salvarme. Os amo con todo mi corazón,
porque sois Vengo aquí a buscar
un refugio contra la corrupción del mundo. En el mundo todo es falsedad y
mentira; vengo a Vos que sois ¡Dadme luz, Señor!
¡Que yo os vea presente en el Sagrario con los ojos de la fe; y que mi
corazón beba hasta saciarse de la fuente del Amor divino que brota de vuestro
Corazón Sacramentado! 2. LECTURA REPOSADA DEL
DÍA CORRESPONDIENTE. 3. COMUNIÓN ESPIRITUAL. Creo, Jesús mío, que
sois el Hijo de Dios vivo, que habéis muerto en la cruz por mi, y estáis
ahora real y verdaderamente en el Santísimo Sacramento del Altar. Os pido
perdón de todos mis pecados. Os amo sobre todas las cosas y deseo recibiros.
Venid a mi corazón. Os abrazo. No os apartéis jamás de mí. Jesús, José y María,
os doy el corazón y el alma mía. 4. ESTACIÓN AL
SANTÍSIMO. Está constituida por
cinco Padrenuestros, Avemarías y Glorias, por las cinco llagas y uno por el
Papa. 5. JACULATORIAS CONTRA Bendito sea Dios. Bendito sea su Santo
Nombre. Bendito sea
Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre. Bendito sea el Nombre
de Jesús. Bendito sea su
Sacratísimo Corazón. Bendito sea Jesús en
el Santísimo Sacramento del Altar. Bendito sea el
Espíritu Santo Paráclito. Bendita sea María
Santísima, la excelsa Madre de Dios. Bendita sea su Santa
e Inmaculada Concepción. Bendita sea su
gloriosa Asunción a los Cielos. Bendito sea el Nombre
de María, Virgen y Madre. Bendito sea San José,
su castísimo Esposo. Bendito sea Dios en
sus Ángeles y en sus Santos. 6. ORACIÓN FINAL. Gracias, Jesús mío,
por la bondad con que me habéis recibido y permitido gozar de vuestra
presencia y compañía amorosas. Me vuelvo a mis
ocupaciones. Mi corazón queda contigo. En mi trabajo y en mis descansos me
acordaré de Ti, y procuraré vivir con la dignidad que merece vuestra amistad
divina. Dadme vuestra
bendición y concédeme todas las gracias, que necesito, para amaros y serviros
con la mayor fidelidad. Bendice, Señor, a
nuestro Santísimo Padre el Papa, vuestro Vicario en la tierra; ilumínale,
santifícale y líbrale de todos sus enemigos. Bendice a vuestra
Iglesia Santa y haced que su luz brille en todas las naciones; y que los
paganos conozcan y adoren al único verdadero Dios y a su Hijo Jesucristo. Bendice a vuestros
sacerdotes, santifícalos y multiplícalos. Bendice y protege a
nuestra nación. Bendice a todos
nuestros bienhechores y concédeles la bienaventuranza eterna. Bendice a los que nos
han ofendido y cólmalos de beneficios. Bendice a todos
nuestros familiares y haced que vivan todos en vuestra gracia y amistad y que
un día nos reunamos en Da el descanso eterno
a todas las almas de los fieles difuntos que están en el Purgatorio. Da la salud a los
enfermos. Convierte a todos los pecadores. Danos a todos vuestro divino amor,
para que la fe que nos impide ahora ver vuestro santísimo rostro se convierta
un día en luz esplendorosa en MI
VISITA A
|
|
|
ACTOS DE
ADORACIÓN: Vengo, Jesús mío, a visitarte. |
|
ACTOS
DE FE: Creo, Jesús mío, que eres el
Hijo de Dios vivo que has venido a salvarnos. Creo que eres el viático de los
moribundos que te aman para llevarlos al cielo. Creo en Ti, y creo por los que
no creen. (Comunión espiritual). |
|
ACTOS DE ESPERANZA: Espero en Ti, Jesús mío, porque
eres mi Dios y me has creado para el cielo. Espero en Ti, porque eres mi Padre.
Todo lo he recibido de tu bondad. Sólo lo malo es mío. Espero en Ti, porque eres mi
Redentor. Espero en Ti, porque eres mi
Hermano y me has comunicado tu filiación divina. Espero en Ti, porque eres mi
Abogado que me defiendes ante el Padre. Espero en Ti, porque eres el
verdadero Tesoro de las almas. Espero en Ti, porque eres tan
bueno que me mandas que confíe en Ti bajo pena de condenación eterna. Espero en Ti, porque siempre me
atiendes, y me consuelas, y nunca has defraudado mi esperanza. ¡Sagrado Corazón de Jesús, en Ti
confío! |
|
ACTOS
DE CARIDAD: Te amo, Jesús mío, y te amo con
todas las veras y como a nadie. Porque Tú me has amado
infinitamente, Porque Tú me has amado desde la
eternidad. Porque Tú has muerto para
salvarme Porque Tú no has podido amar
más. Porque Tú me has hecho
participante de tu divinidad y quieres que lo sea de tu gloria. |
|
ACTOS
DE CONTRICIÓN: ¡Jesús mío, misericordia! |
|
ACTOS DE GRATITUD: Oh Jesús, te doy rendidas
gracias por los beneficios que me has dado. |
|
ACTOS DE SÚPLICA: Te ruego, Jesús mío, que no me
dejes, porque me perderé. |
|
ORACIÓN
FINAL Jesús mío,
échame tu bendición antes de salir, y que el recuerdo de esta visita, que
acabo de hacerte, persevere en mi memoria y me anime amarte más y más. Haz
que cuando vuelva a visitarte, vuelva más santo. Aquí te dejo mi corazón
para que te adore constantemente y lo hagas más agradable a tus divinos
ojos. Adiós, adiós, Jesús mío. |
|
Oh Jesús, redención,
amor y deseo nuestro, yo os invoco y clamo a Vos con un clamor grande y de
todo corazón, os suplico que vengáis a mi alma, entréis en ella y la ajustéis
y unáis tan bien con Vos que la poseáis sin arruga ni mancha alguna; pues la
morada en que ha de habitar un Señor tan santo como Vos, muy justo es que
esté limpia.
Vos habéis fabricado
este vaso de mi corazón; santificadlo, pues; vaciadlo de la maldad que hay en
él, llenadlo de vuestra gracia, y conservadlo lleno para que sea templo
perpetuo y digno de Vos.
Dulcísimo,
benignísimo, amantísimo, carísimo, potentísimo, deseadísimo, preciosísimo,
amabilísimo y hermosísimo Señor, Vos sois más dulce que la miel, más blanco
que la nieve, más suave que el maná, más precioso que las perlas y el oro, y
más amado de mi alma que todos los tesoros y honras de la tierra.
Pero cuando digo
esto, Dios mío, esperanza mía, misericordia mía, dulzura mía, ¿qué es lo que
digo? Digo, Señor, lo que puedo y no digo lo que debo. ¡Oh si yo pudiese
decir lo que dicen y cantan aquellos celestiales coros de ángeles! ¡Oh cuán
de buena gana me emplearía todo en vuestras alabanzas, y con cuánta devoción,
en medio de vuestros predestinados, cantaría mi alma vuestras grandezas, y
glorificaría incesantemente vuestro santo nombre!
Como no hallo
palabras para glorificaros dignamente os suplico no miréis tanto a lo que
ahora digo, cuanto a lo que deseo decir.
Bien sabéis Vos, Dios
mío, a quien todos los corazones están manifiestos, que yo os amo y quiero
más que al cielo y a la tierra y a todas las cosas que hay en ella. Yo os amo
con grande amor y deseo amaros más.
Dadme gracia para que
siempre os ame cuanto deseo y debo, para que en Vos solo me desvele y medite,
en Vos piense continuamente de día; en Vos sueñe de noche; con Vos hable mi
espíritu, y mi alma siempre platique con Vos. Ilustrad mi corazón con la
lumbre de vuestra santa visitación, para que, con vuestra gracia y vuestra
dirección camine yo de virtud en virtud. Os suplico, Señor, por vuestras
misericordias, con las cuales me librasteis de la muerte eterna, que
ablandéis mi corazón, y que me abracéis con el fuego de la compunción, de
manera que merezca yo ser cada hora vuestra hostia viva.
EN EL SANTÍSIMO SACRAMENTO
Señor mío Jesucristo,
que por el amor que tenéis a los hombres, permanecéis de día y noche en este Sacramento,
lleno de misericordia y ternura, esperando, llamando y acogiendo a todos los
que vienen a visitaros, yo creo que estáis aquí presente. Os adoro desde el
abismo de mi nada, os doy gracias por todos los favores, y especialmente por
haberos Vos mismo dado a mí en este Sacramento; por haberme concedido a María
vuestra propia Madre, como intercesora; y por haberme llamado a visitaros en
esta iglesia.
Yo saludo hoy a
vuestro amadísimo Corazón y deseo adorarle, en agradecimiento por este grande
don, en reparación de todos los ultrajes que Vos mi amado Jesús, recibís en
este Sacramento de vuestros enemigos.
Oh Jesús mío, os amo
de todo corazón. Me arrepiento de haberos ofendido tantas veces. Me propongo
con vuestra gracia no ofenderos más en adelante, y ahora, aunque, estoy lleno
de faltas e imperfecciones me consagro todo a Vos. Haced de mi, lo que os
agrade. Yo sólo os pido y sólo deseo vuestro santo amor, y la perseverancia
hasta el fin.
Os encomiendo también
las almas del purgatorio, especialmente a aquellas que han sido más devotas
del Santísimo Sacramento y de María Inmaculada.
Por fin, mi amado
Salvador, uno todos mis afectos a los de vuestro amorosísmo Corazón, y los
ofrezco a vuestro Padre Eterno, suplicándole que por amor a Vos, se sirva
aceptarlos y escucharlos. Así sea.
Oh Jesús, verdadero
Dios y verdadero hombre, aquí presente en el Santísimo Sacramento del altar,
creo todo lo que Vos, mi Señor, me habéis revelado. Arrepentido de todos mis
pecados, esperando en Vos que nunca permite que sea confundido, agradeciendo
por este don supremo, amándoos sobre todas las cosas en este Sacramento de
vuestro amor, adorándoos en el misterio profundo de vuestra humildad, os
manifiesto y hago patente todas las heridas y miserias de mi pobre corazón y
os pido me deis todo lo que necesito y deseo. Pero tan solo os necesito a
Vos, oh Dios mío, tan solo os deseo a Vos, vuestra gracia y la gracia de usar
debidamente vuestras gracias, poseeros en esta vida y poseeros en la otra.
Bendito seáis, oh
poder divino de vuestro paternal Corazón, que aunque todo lo podéis, sin
embargo, no podíais darnos un don más precioso que este Santísimo Sacramento.
Oh Pan celestial,
gran Sacramento, os adoro y os alabo en todo momento. (repítase después de
cada alabanza.)
Bendita seáis, oh
Sabiduría del Verbo Divino, que todo lo sabéis y lo ordenáis, y sin embargo
no sabíais prepararnos una comida más exquisita, que este Santísimo Sacramento.
Bendito seáis, oh
Dios mío, que en vuestra inefable dulzura de amor os habéis transformado en
este pan para dárosnos como el más dulce manjar.
Bendito seáis, oh
Dios mío, que habéis encerrado todos vuestros misterios en esta humilde forma
de pan terrenal. ¡Oh Trinidad Santísima!
¡Oh Jesús de mi alma,
encanto único de mi corazón!, heme aquí postrado a tus plantas, arrepentido y
confuso, como llegó el hijo pródigo a la casa de su padre. Cansado de todo,
sólo a Ti quiero, sólo a Ti busco, sólo en Ti hallo mi bien. Tú, que fuiste
en busca de
Señor, estoy triste,
bien lo sabes, y nada me alegra; el mundo me parece un desierto. Me hallo en
oscuridad, turbado y lleno de temor e inquietudes...; te busco y no te
encuentro, te llamo y no respondes, te adoro, clamo a Ti y se acrecienta mi
dolor. ¿Dónde estás, Señor, dónde, pues no gusto las dulzuras de tu
presencia, de tu amor?
Pero no me cansaré,
ni el desaliento cambiará el afecto que me impulsa hacia Ti. ¡Oh buen Jesús!
Ahora que te busco y no te encuentro recordaré el tiempo en que Tú me llamabas
y yo huía... Y firme y sereno, a despecho de las tentaciones y del pesar, te
amaré y esperaré en Ti.
Jesús bueno, dulce y
regalado padre y amigo incomparable, cuando el dolor ofusque mi corazón,
cuando los hombres me abandonen, cuando el tedio me persiga y la
desesperación clave su garra en mí, al pie del Sagrario, cárcel donde el amor
te tiene prisionero, aquí y sólo aquí buscaré fuerza para luchar y vencer.
No temas que te
abandone, cuando más me huyas, más te llamaré y verteré tantas lágrimas que,
al fin, vendrás... Sí..., vendrás, y al posarte, disfrutaré en la tierra las
delicias del cielo.
Dame tu ayuda para
cumplir lo que te ofrezco; sin Ti nada soy, nada puedo, nada valgo...
Fortaléceme, y desafiaré las tempestades.
Jesús, mío, dame humildad,
paciencia y gratitud, amor..., amor, porque si te amo de veras, todas las
virtudes vendrán en pos del amor.
Te ruego por los que
amo... Tú los conoces, Tú sabes las necesidades que tienen; socórrelos con
generosidad. Acuérdate de los pobres, de los tristes, de los huérfanos,
consuela a los que padecen, fortalece a los débiles, conmueve a los pecadores
para que no te ofendan y lloren sus extravíos.
Ampara a todos tus
hijos, Señor, más tierno que una madre.
Y a mí, que te
acompaño cuando te abandonan otros, porque he oído la voz de la gracia; a mí,
que no te amo por el cielo, ni por el infierno te temo; a mí, que sólo busco
tu gloria y estoy recompensado con la dicha de amarte, auméntame este amor y
dadme fortaleza para luchar y obtener el apetecido triunfo.
Adiós, Jesús de mi
alma salgo de tu presencia, pero te dejo mi corazón; en medio del bullicio
del mundo estaré pensando en Ti, y a cada respiración, entiende. oh Jesús,
que deseo ser tuyo. Amén.
ADORACIÓN
EUCARÍSTICA
DE JUAN PABLO II
Señor Jesús:
Nos presentamos ante
ti sabiendo que nos llamas y que nos amas tal como somos.
«Tú tienes palabras
de vida eterna y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Hijo de
Dios» (Jn. 6,69).
Tu presencia en
Aumenta nuestra FE.
Por medio de ti y en
el Espíritu Santo que nos comunicas, queremos llegar al Padre para decirle
nuestro SÍ unido al tuyo.
Contigo ya podemos
decir: Padre nuestro.
Siguiéndote a ti,
«camino, verdad y vida», queremos penetrar en el aparente «silencio» y
«ausencia» de Dios, rasgando la nube del Tabor para escuchar la voz del Padre
que nos dice: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia:
Escuchadlo» (Mt. 17,5).
Con esta FE, hecha de
escucha contemplativa, sabremos iluminar nuestras situaciones personales, así
como los diversos sectores de la vida familiar y social.
Tú eres nuestra
ESPERANZA, nuestra paz, nuestro mediador, hermano y amigo.
Nuestro corazón se
llena de gozo y de esperanza al saber que vives «siempre intercediendo por
nosotros» (Heb. 7,25).
Nuestra esperanza se
traduce en confianza, gozo de Pascua y camino apresurado contigo hacia el
Padre.
Queremos sentir como
tú y valorar las cosas como las valoras tú. Porque tú eres el centro, el
principio y el fin de todo.
Apoyados en esta
ESPERANZA, queremos infundir en el mundo esta escala de valores evangélicos
por la que Dios y sus dones salvíficos ocupan el primer lugar en el corazón y
en las actitudes de la vida concreta.
Queremos AMAR COMO
TÚ, que das la vida y te comunicas con todo lo que eres.
Quisiéramos decir
como San Pablo: «Mi vida es Cristo» (Flp. 1,21).
Nuestra vida no tiene
sentido sin ti.
Queremos aprender a
«estar con quien sabemos nos ama», porque «con tan buen amigo presente todo
se puede sufrir». En ti aprenderemos a unirnos a la voluntad del Padre,
porque en la oración «el amor es el que habla» (Sta. Teresa).
Entrando en tu
intimidad, queremos adoptar determinaciones y actitudes básicas, decisiones
duraderas, opciones fundamentales según nuestra propia vocación cristiana.
CREYENDO, ESPERANDO Y
AMANDO, TE ADORAMOS con una actitud sencilla de presencia, silencio y espera,
que quiere ser también reparación, como respuesta a tus palabras: «Quedaos
aquí y velad conmigo» (Mt. 26,38).
Tú superas la pobreza
de nuestros pensamientos, sentimientos y palabras; por eso queremos aprender
a adorar admirando el misterio, amándolo tal como es, y callando con un
silencio de amigo y con una presencia de donación.
El Espíritu Santo que
has infundido en nuestros corazones nos ayuda a decir esos «gemidos
inenarrables» (Rom. 8,26) que se traducen en actitud agradecida y sencilla, y
en el gesto filial de quien ya se contenta con sola tu presencia, tu amor y
tu palabra.
En nuestras noches
físicas y morales, si tú estás presente, y nos amas, y nos hablas, ya nos
basta, aunque muchas veces no sentiremos la consolación.
Aprendiendo este más
allá de
Gracias a ti, nuestra
capacidad de silencio y de adoración se convertirá en capacidad de AMAR y de
SERVIR.
Nos has dado a tu
Madre como nuestra para que nos enseñe a meditar y adorar en el corazón.
Ella, recibiendo
Ayúdanos a ser tu
Iglesia misionera, que sabe meditar adorando y amando tu Palabra, para
transformarla en vida y comunicarla a todos los hermanos.
Amén.
Juan Pablo II
Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant